Arabia saudí secuestra, tortura y descuartiza a un periodista en Turquía

Jamal Khashoggi, yihadista y corresponsal
El 2 de octubre Jamal Khashoggi, director del canal de noticias Al-Arab, desapareció en el interior del consulado saudí en Estambul.

Cuatro días después, Turquía aseguró que había sido asesinado dentro del edificio consular, lo que Arabia saudí calificó de “infundado».

Contrariamente a lo que habían previsto los matarifes saudíes, el paso del tiempo no ha acallado el escándalo, sino todo lo contrario, lo cual muestra que en Riad la Familia Real se maneja a navajazos.

Khashoggi, que también colaboraba con el Washigton Post y la BBC, pagó con su vida la confianza en la protección de la Casa Blanca. Fue compañero de instituto y amigo personal de Bin Laden, con quien estuvo en Afganistán.

Ahora se había convertido en uno de los opositores del príncipe heredero Mohammed Bin Salman.

Los matarifes saudíes lo interrogaron, lo descuartizaron y lo grabaron, y no se les ocurrió otra idea más feliz que enviar la grabación en valija diplomática “secreta” a sus jefes en Riad, por lo que cayó en las zarpas de todos los espías habidos y por haber: turcos, israelíes, estadounidenses, británicos, rusos…

A través de su yerno Kushner, Trump supo por adelantado el proyecto de secuestro de Khashoggi, por lo que el escándalo le puede salpicar en cualquier momento.

Junto con Erdogan, Trump trata de encontrar una salida para Mohammed Bin Salman, que consiste en poner mucho dinero encima de la mesa para acallar el asunto.

Si el sátrapa saudí se niega, Estados Unidos recurrirá a lo de siempre: el atraco internacional a mano armada, para lo cual confiscará el dinero y congelará las cuentas saudíes que haya en los bancos estadounidenses.

No es moco de pavo. Se trata de 9 billones de dólares en bonos del Tesoro de Estados Unidos que el gobierno saudí se vio obligado a comprar (al igual que otros países del Golfo) para insuflar algo de vida a la maltrecha economía gringa.

La mordida casi puede ser suficiente para pagar la mitad de la deuda pública del Tesoro: 21 billones de dólares. Londres quiere su parte del pastel, aunque se conforma con unos pocos miles de millones de dólares.

Es la quinta vez que Estados Unidos pide dinero a los saudíes a cambio protección, es decir, al más puro estilo gangsteril que les caracteriza.

Los rusos también tienen las grabaciones del descuartizamiento de Khashoggi. Lo más probable es que las utilicen para chantajear a los sátrapas saudíes. No obstante, si las hacen públicas, a Washington y Londres se les acaba el negocio.

Erdogan ha aprovechado el Caso Khashoggi para deshacerse del Caso Bronson, el predicador evangelista que trabajó en Turquía durante 20 años espiando para la CIA.

Pero Trump quiere más. Quiere la liberación de otros espías estadounidenses encarcelados en Turquía desde el golpe de Estado de 2016 y la gran purga posterior que ha llenado las cárceles.

Por su parte, gracias al descuartizamiento de Khashoggi, Erdogan se ha sacudido de encima las sanciones y quiere que Trump le autorice a enviar tropas a Kuwait para proteger a este pequeño país del Golfo del apetito depredador de la carroña saudí.

Recientemente Mohammed Bin Salman visitó Kuwait para tratar de convencer al emir de desarrollar conjuntamente un yacimiento petrolífero que se extiende a ambos lados de la frontera (todavía no oficial) entre ambos países.

Para los kuwaitíes, las pretensiones de Riad es una nueva versión de la invasión de Saddam Hussein. Hace unas semanas los kuwaitíes firmaron no menos de ocho acuerdos de cooperación con China para encontrar protección contra los saudíes.

Pero la protección china podría no ser suficiente, por lo que Kuwait quiere seguir el ejemplo de Qatar, que también estuvo a punto de ser invadido por Arabia saudí con el consentimiento de la Casa Blanca y se salvó gracias al apoyo militar de Turquía, que envió a 5.000 soldados.

Hay que tener en cuenta que las finanzas saudíes ya no son lo que eran. Los principes viven día a día de los ingresos diarios de la venta de sus 13 millones de barriles de petróleo diarios.

Antes de ser corresponsal del Washington Post y la BBC, Khashoggi estuvo en Afganistán con Bin Laden y los chicos de Al-Qaeda. Ahí le vemos con las armas en la mano luchando contra la URSS

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