Anatomía íntima de la ‘oposición’ siria

Hollande con Ahmad Al-Assi Al-Jarba
En agosto de 2013 cayeron sobre Al-Ghoutta, cerca de Damasco, dos misiles cargados con gases tóxicos que causaron unos 800 muertos, niños muchos de ellos.

El mundo conoció entonces una de las mayores campañas de intoxicación de la guerra de Siria. Si la carnaza de Irak había sido las armas de destrucción masiva, la de Siria fue la utilización de armamento químico contra una “población civil indefensa”, como pregonaron los medios.

Era todo mentira, como cabía suponer teniendo en cuenta la procedencia de las “informaciones”. Pero no sólo mintió la prensa, sino también la “oposición siria” que exhibieron al mundo entero las fotos de los niños asesinados, con la piel hecha jirones.

Todo se vino abajo cuando Rusia entregó a la ONU imágenes tomadas por sus satélites del lugar desde el que fueron lanzados los misiles: la región de Douma, entonces controlada por la “oposición siria”.

Las fotos, que coincidieron con las tomadas desde satélites estadounidenses, desmintieron la obsesiva campaña de calumnias desatada entonces contra el gobierno de Damasco.

Tras examinar las fotos, el Consejo de Seguridad de la ONU emitió un tibio informe, al que muchos querrán ver guardado en el cajón de los objetos perdidos.

La ONU puso nombre a los criminales, sobre todo el de uno de ellos. Se trataba de “Awinnen Jarba” (Ahmad Al-Assi Al-Jarba), que dirigía la Coalición Nacional Siria, una de las agrupaciones de la “oposición” orquestadas desde Arabia saudí.

Jarba es el prototipo del “opositor” sirio. Estuvo preso entre 1996 y 1998. Las informaciones oficiales dicen que por luchar contra el gobierno de Damasco, entonces dirigido por Hafez el-Assad, padre de Bashar. Otros, como el periodista libanés Nasser Charara, aseguran que era un traficante de drogas, un delincuente de cuello blanco que lavaba el dinero procedente de la venta de los alijos de heroína que llegaban desde Afganistán.

En el diario Al-Akhbar Charara le describió (*) como un delincuente perseguido no sólo en Siria sino en otros países. Era un mercenario, un asesino a sueldo. Tras el golpe de Estado organizado por el emir de Qatar contra su padre, un ministro del depuesto gobierno se refugió en Siria. Entonces el hijo golpista se puso en contacto con Jarba y le entregó una cantidad de dinero para que le asesinara.

El mercenario aceptó el dinero, no ejecutó el encargo y se chivó a su víctima, naturalmente a cambio de otra cantidad interesante de dinero. Se trataba de un fraude cometido en Siria que obligó a intervenir a la policía, que le detuvieron y le encerraron cinco meses en la cárcel.

Su imagen de “opositor” fue una creación diseñada por los altavoces del imperialismo, lo que le permitió ser recibido en el Elíseo por el Presidente francés, con quien estuvo en una rueda de prensa conjunta. Incluso John Kerry se lo presentó a los senadores de Estados Unidos como “el único en el que se podía confiar en Siria”.

En 2011 le volvieron a detener la víspera de la Primera Árabe y la guerra civil siria. Salió de las cárcel al año siguiente y huyó a Líbano y posteriormente a Arabia saudí, donde trabó relaciones muy estrechas con los jeques del Golfo y, en particular, con sus servicios secretos, de los que se convirtió en un apéndice.

En Riad creó el Consejo Nacional Sirio y luego la Coalición Nacional de Fuerzas de la Oposición y la Revolución, siendo encargado de aprovisionar de armas de los yihadistas, incluidas las armas químicas, naturalmente.

Otra de sus funciones consistió en “fabricar fábulas” que luego la CIA reelaboraba para consumo de los medios de comunicación de todo el mundo, siempre procedentes de “fuentes fiables”.

(*) http://english.al-akhbar.com/node/16463

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