Angela Merkel visitó China en 12 ocasiones porque es allá donde los grandes capitales resuelven sus problemas, no en Bruselas. Olaf Scholz ha realizado el primero menos de un año después de su toma de posesión.
China es el mayor mercado del mundo y la crisis económica de Alemania sólo se puede paliar en el gigante asiático. Los monopolios alemanes como BASF, Siemens y Volkswagen esperan que el gobierno de Pekín les saque las castañas del fuego.
Nada más bajar del avión Scholz dijo que no era partidario de la fragmentación del mercado mundial. El patrón de Volkswagen en China, Ralf Brandstatter, añadió que “la fragmentación no puede ser una opción seria para ambos países.
China tiene un peso colosal en la balanza comercial alemana, especialmente en la industria química, de bienes de equipo y de automoción. Volkswagen, por ejemplo, vende el 40 por cien de sus vehículos en el mercado chino, mientras que Mercedes-Daimler y BMW realizan allí el 28 y el 25 por cien de sus ventas, respectivamente.
Los beneficios de los fabricantes alemanes en el mercado chino aumentarán en los próximos años y no es el único país que ve en China un chollo para sus multinacionales. Todas las grandes potencias quieren sellar contratos dorados.
La economía alemana depende del exterior: de Rusia para la energía y de China para las exportaciones y desde la pandemia las cadenas logísticas se han roto. Scholz y los suyos ya se han cerrado la puerta con Rusia y no pueden hacer lo mismo con China.
La semana pasada Scholz aprobó la venta de parte del puerto de Hamburgo al gigante chino Cosco, pero se encuentra aislado dentro de su propio gobierno. Los Verdes son una gangrena. Su ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, se ha desmarcado de la visita del canciller a Pekín.
En la reunión del G7 Baerbock celebró que los países miembro reconocieran públicamente que Pekín es un “competidor y rival”.