Alemania no lava su mala conciencia apoyando a Israel: hace lo mismo de siempre

Los políticos alemanes y sus altavoces propagandísticos hacen gala de su apoyo incondicional a Israel con la retórica característica de la posguerra: como son los responsables del “holocausto”, deben expiar sus culpas apoyando incondicionalmente cualquier crimen que cometa Israel contra los palestinos.

Le quieren decir al mundo que han cambiado de verdad, que el antisemistismo no va a volver nunca y que son capaces de dar un giro de 180 grados a su pasado nazi.

En realidad, en Alemania las cosas siguen como siempre: el gobierno apoya al sionismo y vuelve a reproducir los progromos contra los… musulmanes (y de rebote contra los emigrantes y los refugiados). Sólo cambia la religión porque Israel es una democracia de verdad, la única de Oriente Medio y, como buenos colonos, los israelitas son mucho más parecidos a los europeos que los palestinos.

Naturalmente: los israelíes no son otra cosa que emigrantes, como los boers lo eran también en Sudáfrica: blancos y de confesión luterana. Mucho más “civilizados” que los negros autóctonos.

Un colono alemán relató su traslado como emigrante judío a Haifa, en Palestina. En 1935 zarpó del puerto alemán de Bremerhaven. En la popa el barco llevaba escrito su nombre en caracteres hebreos, “Tel Aviv”, mientras que una bandera con la esvástica ondeaba en el mástil trasero. El barco era propiedad de una organización sionista, mientras que su capitán era miembro del partido nazi (*).

Es una muestra de la colaboración entre el sionismo y el Tercer Reich, que hoy se ha convertido en una colaboración de Israel con la República Federal de Alemania. Las cosas no han cambiado mucho.

Por si aún no queda suficientemente claro, en un discurso el vicecanciller de Los Verdes, Robert Habeck, amenazó a “los musulmanes que viven aquí” con privarles de su “derecho a la protección contra la violencia de extrema derecha” si no “se distanciaban claramente del antisemitismo”. Cualquiera puede entender que se trata de una invitación abierta a los neonazis para aterrorizar a los inmigrantes y que la diferencia entre un nazi y un “verde” no es mucha.

El canciller Olaf Scholz ha avivado el ambiente de persecución con el lema que publicó una portada del Spiegel: “Por fin debemos expulsar a la gente a gran escala”.

El primer ministro bávaro, Markus Söder, pide “un debate fundamental sobre la integración y las sociedades paralelas”. Las reuniones “antisemitas”, es decir, en apoyo a Palestina, deberían “prohibirse y su participación tipificarse como delito”. A los ciudadanos con doble nacionalidad se les debe retirar el pasaporte alemán y los inmigrantes deben estar sujetos a pruebas de lealtad.

Durante semanas el periódico Bild ha difamado a todos los críticos de las brutales políticas del gobierno sionista como “enemigos de los judíos” y haciendo campaña a favor de la represión y la deportación.

Todos los partidos, desde la nueva Alianza de Sahra Wagenknecht hasta la AfD, quieren impedir que en Alemania entren más emigrantes y refugiados. La dirigente del Partido Verde, Ricarda Lang, y el ministro y presidente de los Verdes de Baden-Württemberg, Winfried Kretschmann, exigen más restricciones a la emigración, el asilo y el refugio. El número de entradas debería reducirse y las deportaciones deberían ser más rápidas.

Pero hay que aclarar lo más importante: el muro se levanta sólo en función de su origen nacional; si se trata de ucranianos, por ejemplo, hay que hacer una excepción… aunque lleguen cientos de miles.

Otra cosa importante: la mejor manera de que los emigrantes y refugiados se larguen consiste en… eliminar prestaciones sociales. Primero hay que reducirlas al mínimo de subsistencia, luego entregar vales en lugar de dinero y, finalmente, acabar con ellas lisa y llanamente. Los Länder y los municipios planean ahorrar alrededor de mil millones de euros a costa de los refugiados.

(*) W. Martini, Hebräisch unterm Hakenkreuz, Die Welt, 10 de enero de 1975, cit. Klaus Polken, The Secret Contacts: Zionism and Nazi Germany, 1933-1941, Journal of Palestine Studies, primavera-verano de 1976, pg. 65.

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