27 millones de trabajadores de todo el mundo son explotados en las maquilas

Liliana tiene 27 años y trabaja en una maquila nicaragüense desde que cumplió los 18. Fue la única salida que encontró para alcanzar la independencia económica. Con dos hijos, denuncia que en ocasiones su jornada laboral se extiende durante 24 horas, y espera que sus hijos no acaben empleados en las mismas condiciones. Tras 14 años de trabajo, Estrella padece varias enfermedades y dolencias asociadas al trabajo en la maquila: desde problemas en la columna provocada por movimientos repetitivos hasta sinusitis crónica, debido a la aspiración de las pelusas resultantes de cortar los tejidos.

Jornadas de hasta un día entero de duración, trabajo en condiciones insalubres y sueldos míseros. 27 millones de trabajadores de todo el mundo son explotados en las denominadas Zonas Económicas Especiales, conocidas coloquialmente en América Latina y el Caribe como maquilas. Las mujeres constituyen más del 50 por ciento, y en algunos casos el 90 por ciento, del empleo en estas enormes fábricas, donde confeccionan prendas de vestir y otros productos textiles.

Estas zonas francas se han extendido por numerosos países latinoamericanos como una forma de atraer inversión extranjera, a partir de ofrecer mano de obra barata y no sindicada, generosos incentivos fiscales y regulaciones laxas. Se estima que a día de hoy existen unas 200 Zonas Económicas Especiales en todo el mundo, donde grandes empresas multinacionales tienen fábricas subsidiarias y cadenas de producción.

Las trabajadoras de estas megafactorías textiles en India, algunas con apenas 15 años de edad, perciben una media de 1,3 euros al día por jornadas laborales de 68 horas semanales, en un ambiente insalubre y con ausencia de prestación en caso de enfermedad. Estas fábricas suministran productos a grandes firmas de moda internacionales, entre ellas cuatro españolas: Inditex (Zara y Bershka), El Corte Inglés, Cortefiel y Carrefour España.

Las empresas suelen elegir zonas francas porque les permiten producir con estructuras de muy bajo coste y sin demasiada fiscalización por parte de los gobiernos anfitriones. Por ejemplo, gozan de exención o aplazamiento de los derechos de aduana y de los impuestos sobre las ventas y sobre la renta, un tipo nominal de impuesto de sociedades menor que en el resto del país, y subvenciones para el empleo de recursos humanos locales. Dadas estas ventajas, es muy común la presión del sector empresarial por promover este tipo de negocios en países pobres como los centroamericanos, así como una disputa entre gobiernos para atraer inversores a las maquilas.

Este modelo de producción emplea mayoritariamente a mujeres en condiciones de sobreexplotación. En las maquilas de El Salvador, por ejemplo, 9 de cada 10 trabajadoras de producción son mujeres. Además, la diferencia salarial entre hombres y mujeres es mayor a medida que los salarios son mayores, y los trabajadores varones copan los puestos de mayor responsabilidad y, por tanto, tienen un sueldo mayor.

Los salarios percibidos por las trabajadoras en países como Nicaragua, Honduras y Guatemala no alcanzan para cubrir los mínimos vitales. En Guatemala el salario mínimo de la maquila en 2012 cubría únicamente el 84 por ciento del costo de la subsistencia en el país, en Honduras el 67 por ciento y en Nicaragua el 49 por ciento. El precio de venta final de algunos de los productos que confeccionan, sin embargo, puede llegar a suponer 300 veces más que el sueldo abonado a la trabajadora por su elaboración. Es el caso por ejemplo de las camisetas de la NFL (Liga Nacional de Futbol Americano), que se venden a 25 dólares mientras que la empleada que la fabrica sólo percibe 8 centavos por cada una.

https://www.lamarea.com/2015/04/13/27-millones-de-personas-son-victimas-de-explotacion-laboral-en-las-maquilas/

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