Dropshot: el siniestro plan de Estados Unidos para acabar con la URSS

Nada más terminar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, que eran los únicos poseedores de armamento atómico, estudiaron la posibilidad de lanzar un ataque “preventivo” contra la Unión Soviética que eliminase del tablero de juego a la superpotencia de las fichas rojas. Los Estados Unidos temían una posible invasión de la URSS en Europa occidental, Oriente Medio y Japón.

En septiembre de 1948 el presidente estadounidense Harry S. Truman aprobó un documento del Consejo de Seguridad Nacional sobre “La política de la Guerra Atómica”, que declaró que Estados Unidos debía estar preparado para “utilizar con prontitud y eficacia todos los medios apropiados disponibles, incluidas las armas atómicas, en interés de la seguridad nacional y que debía planificar en consecuencia”.

El general LeMay era famoso por haber dirigido la campaña de bombardeos estratégicos contra el Japón, que concluyó con el bombardeo nuclear de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Esto le valió recibir doctorados honoris causa en Derecho en las universidades John Carroll, Kenyon College, la Universidad del Sur de California la Universidad Creighton y la Universidad de Akron, entre otras distinciones.

Luego organizó el Mando Aéreo Estratégico (SAC o Strategic Air Command, instancia suprema de mando de las fuerzas aéreas estratégicas de Estados Unidos) como organismo para gestionar una posible guerra nuclear durante la guerra fría, evidentemente contra la URSS.

Antes de que este organismo estuviese totalmente operativo, en 1949, LeMay propuso lanzar el inventario atómico completo en manos de Estados Unidos (133 bombas) contra 70 ciudades soviéticas y capitales de Europa del este en un período de 30 días. Basaba su estrategia en que los soviéticos no tenían una fuerza capaz de equiparar al SAC en esos momentos y el tiempo jugaba en favor de los rusos.

El 1949 se elaboró el plan Dropshot, que preveía que Estados Unidos atacaran la URSS y arrojaran más de 300 bombas nucleares y 20.000 toneladas de bombas convencionales en 200 objetivos situados en 100 áreas urbanas, incluyendo Moscú y Leningrado (el actual San Petersburgo).

Además, se confeccionó una lista de blancos para ataques nucleares en los territorios de la Unión Soviética y sus aliados que contenía la friolera de 1.200 ciudades desde la República Democrática Alemana en occidente hasta China en oriente. Moscú encabezaba la lista con 179 blancos asignados (entre ellos, la mismísima Plaza Roja) mientras que en Leningrado se habían fijado 145. La potencia del armamento atómico empleado fluctuaría entre 1,7 y 9 megatones (la bomba atómica Little Boy, arrojada sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945 era de aproximadamente 0,013-0,018 megatones).

Berlín oriental, como Varsovia (Polonia) o Budapest (Hungría), estaba en la lista junto a otras ciudades ubicadas más allá de las fronteras soviéticas e incluía a 91 blancos asignados.

Entre 75 y 100 de los 300 artefactos nucleares tendrían la misión de destruir en tierra la aviación soviética de combate. Sin embargo, lo más perturbador de los listados de objetivos que pueden revisarse en The National Security Archive desde su desclasificación en el año 2015, era una serie de objetivos que aparecían bajo el epígrafe “Categoría 275” u “objetivos de población”. Se estimaba que, con el ataque norteamericano, morirían unas 60 millones de personas.

En caso de que la URSS se negara a rendirse tras el devastador ataque, Estados Unidos continuaría bombardeando regularmente las áreas urbanas e industriales hasta conseguir su destrucción total.

Además, los planificadores proponían dar inicio a una campaña terrestre contra la URSS para obtener una “victoria completa” con los aliados europeos.

Los planes norteamericanos iban más allá de la URSS. Beijing aparecía en el top 20 (era la número 13) de las ciudades objetivo de los bombarderos de Estados Unidos, con 23 zonas identificadas para ser devastadas.

Según los documentos desclasificados en 2015, las cabezas nucleares serían lanzadas desde aviones emplazados en bases de Reino Unido, Marruecos y España. Además, se emplearían bombarderos intercontinentales B-52, que en los momentos de la confección del plan agresor estaban empezando a ser distribuidos a la Fuerza Aérea de Estados Unidos.

Durante un largo periodo de tiempo, el único obstáculo en el camino para iniciar ese ataque nuclear masivo fue que el Pentágono no poseía suficientes bombas atómicas (en 1948 Washington se regodeaba de tener un arsenal de 50 bombas de este tipo), ni de disponer de aviones para llevar a cabo el ataque. Por ejemplo, ese mismo año la Fuerza Aérea de Estados Unidos tenía sólo treinta y dos bombarderos B-29 modificados para arrojar los mortales ingenios radioactivos.

En 1949 el arsenal nuclear de Estados Unidos había alcanzado ya las 250 bombas atómicas y el Pentágono llegó a la conclusión de que una victoria sobre la Unión Soviética era ya “posible”. Por suerte para el género humano, la prueba de la bomba atómica soviética ese mismo verano asestó un duro golpe a los planes militaristas estadounidenses. Así lo describe profesor Donald Angus MacKenzie, de la Universidad de Edimburgo, en su ensayo “Planificación de la Guerra Nuclear y Estrategias de coacción Nuclear”.

“La prueba de la bomba atómica soviética el 29 de agosto de 1949, sacudió profundamente a los estadounidenses, que habían creído que su monopolio atómico podría durar mucho más tiempo. Sin embargo, no alteró de forma inmediata el modelo de planificación de la guerra. La cuestión clave a considerar era qué nivel de daño forzaría una rendición soviética”.

En enero de 1950 el científico Klaus Fuchs, físico teórico nacido en Alemania y miembro del equipo del Proyecto Manhattan, que construyó la primera bomba atómica de Estados Unidos, fue detenido, juzgado y (tras reconocer su culpabilidad) sentenciado a catorce años de prisión por pasar secretos militares a una nación aliada (sí, la Unión Soviética todavía, de cara a la galería, estaba catalogada como estado aliado).

Fuchs había suministrado información vital a la Unión Soviética sobre el Proyecto Manhattan de forma absolutamente desinteresada, partiendo de sus convicciones políticas y la certeza del profundo peligro que suponía el monopolio nuclear que pretendió lograr Estados Unidos. Esto sirvió de forma decisiva para que los soviéticos creasen su propia arma nuclear.

El gobierno soviético agradeció a Fuchs sus actos condecorándolo con la Orden de la Amistad de los Pueblos, uno de los más altos galardones de la URSS. Fue liberado el 23 de junio de 1959, tras lo que emigró a la República Democrática Alemana, donde continuó con su carrera científica, logrando una considerable prominencia. Murió en 1988.

https://es.rbth.com/cultura/historia/2017/07/11/operacion-dropshot-el-plan-de-eeuu-para-destruir-la-urss-en-1959_800270

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