Una democracia de mala calidad pero democracia al fin y al cabo

Juan Manuel Olarieta

En una entrevista (1) el magistrado Joaquim Bosch, portavoz de Jueces para la Democracia, expresa una opinión bastante común: la de que ahora tenemos menos libertad que en los ochenta o los noventa.

Es un criterio curioso: la libertad es una magnitud cuantitativa que se puede medir con la báscula del frutero, aunque nunca nos dicen cuál es la “vara de medir”. Padecemos un déficit de libertad o de derechos. Lo mismo que la potencia de un bólido, España está al 65 por ciento de su libertad… o quizá menos, pero eso quizá habría que preguntárselo a los que están en la cárcel, como Junqueras, o en el exolio, como Puigdemont. ¿Qué porcentaje de libertad tienen ellos? Y si ellos no tienen ningúna, ¿qué libertad tenemos los demás? La respuesta me parece evidente: tenemos la libertad que nos dejan.

Otros lo expresan de una manera muy diferente, cualitativa. Hay diferentes tipos de democracias: unas son de alta y otras baja calidad (2). El imperialismo promociona este tipo de disquisiciones lingüísticas para consumo de universitarios perezosos. En 2010 la Fundación Konrad Adenauer apoyó un estudio sobre la calidad de la democracia en Bolivia (3).

A veces ese mismo tipo de argumentos se venden con otro formato: hay libertad, pero está -más o menos- restringida, limitada… Los derechos son como los presupuestos públicos: también se pueden recortar.

Son diferentes maneras de marear la perdiz, buscar eufemismos… Justificar lo injustificable. Cualquier cosa antes que llamar a las cosas por su nombre.

Algunos, como Beiras, van más allá. De manera demagógica hablan de “fascismo” y dicen que es culpa “del gobierno del PP”. Con otro gobierno habría menos represión, nos aseguran.

Otros creen que el problema de los “recortes” es la ley mordaza y aclaran, además, que fue aprobada por el gobierno PP. Quizá con otro gobierno no habría mordaza. La ley mordaza se llama oficialmente Ley de Seguridad Ciudadana y sustituye a otra Ley del mismo nombre aprobada por el PSOE (ley Corcuera o de la “patada en la puerta”), que su vez sustituye al decreto-ley de seguridad ciudadana de 1979 aprobado por la UCD, que a su vez hereda a la Ley de Orden Público franquista de 1959, de manera que al aprobarse la ley mordaza en 2014, se pudieron leer cosas que merece la pena recordar, como la siguiente:

“Una ley más dura que la de Franco … La nueva Ley de Seguridad Ciudadana (Ley Mordaza) nos retrotrae a la época más oscura de España, con sanciones desorbitadas … La ley aprobada ayer nos retrotrae al más crudo franquismo, pues se podría decir que la ley de Orden Público aprobada en 1959 por el general Franco tiene aspectos más suaves que la reforma aprobada ayer en el Congreso de los Diputados”(3).

El problema es que los oportunistas sólo viven el momento y ni tienen memoria ni quieren que los demás la tengamos y la conservemos. Pero ese tipo de leyes se suceden las unas a las otras y el franquismo está en la raíz de todas ellas, lo cual no depende de ningún gobierno, ni de ningún partido, ni de la UCD, ni del PSOE, ni del PP.

El Tribunal de Estrasburgo no sólo acaba de condenar a España por las torturas practicadas a dos detenidos. Es la novena vez que, además, condena por algo que es aún peor: por no investigar nada, mantener y ascender y condecorar a los torturadores. Es evidente: aquí la tortura tiene carta blanca.

Es posible que a algunos eso les parezca poco y piensen que debían haber torturado más, o torturar a más detenidos… El caso es que un Estado donde no sólo se tortura sino que se encubren y se niegan es -todo él- cómplice de las torturas. No caben medias tintas: es un Estado torturador, que se identifica con las torturas de sus funcionarios.

El año pasado un informe del Comité Europeo para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa volvió a la carga con la misma denuncia y, además, en una visita detectó un látigo, palos, sogas e instrumentos de tortura en las salas de interrogatorios de una comisaría de Madrid. Un espectáculo así no sólo nos recuerda la verdadera naturaleza del Estado en el que vivimos; nos trae de nuevo a la Inquisición, a la que tampoco abandonamos nunca.

(1) http://www.huffingtonpost.es/2018/02/15/joaquim-bosch-tenemos-menos-libertad-ahora-que-en-los-80_a_23362601/
(2) http://www.elcomercio.com/opinion/democracias-baja-calidad.html
(3) http://cordopolis.es/micronopio/2014/12/12/una-ley-mas-dura-que-la-de-franco/

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