Un terrorista europeo de pura cepa

Grégory Moutaux
En cualquier polémica la mayor parte de los buenos argumentos siempre apelan a los hechos, que están por encima de la discusión misma: sobre ellos no se puede opinar. Las opiniones versan sobre la interpretación de los hechos, pero nunca sobre los hechos mismos.

Sin embargo, lo que llaman “hechos” son sólo algunos hechos y, la mayor parte de las veces, muy pocos y a veces un único hecho. A la realidad siempre lo faltan la inmensa mayoría de los hechos que forman parte de ella.

Los hechos son objeto de una cuidada selección. Hay hechos que conocemos pero no tenemos en cuenta porque nos parecen irrelevantes. Otros hechos ni siquiera los conocemos. Nos faltan datos, entre otros motivos porque nadie nos informa de ellos.

Una cuidada selección de los hechos es la mejor manera de manipular la información. Hay hechos que los medios convierten en noticia y otros que pasan desapercibidos. Si los hechos que se difunden son siempre los mismos, estamos en presencia de una intoxicación planificada.

A los lectores nadie les ha informado de que el domingo por la mañana dos adolescentes fueron violentamente atacados en Brooklin, Nueva York, cuando salían de una mezquita. El director de la misma, Mohamed Bahe, dice que los agresores les gritaron “sucios terroristas” mientras les golpeaban.

Una de las víctimas se encuentra en estado grave con conmoción cerebral. Gracias a que más personas salieron de la mezquita en ese momento, pudieron salvar su vida.

Ese es un hecho que nunca aparecerá como tal. No existe porque no se ha divulgado. Pero incluso cuando se divulgan, los hechos se relatan de una manera discriminatoria. Es el caso de la detención el 21 de mayo en Ucrania de un francés que llevaba un arsenal de guerra en su furgoneta.

Pocos se acordarán de aquel hecho y nadie del nombre de aquel francés que pretendía atentar durante la Eurocopa. ¿Cómo se llamaba?, ¿alguien vio su foto en los medios?

El detenido fue objeto de una especial protección por parte de la policía y los medios, absolutamente inusual en ese tipo de noticias sobre las cuales se suele orquestar la consabida alarma, con grandes fotos del sospechoso ocupando las primeras planas.

El detenido pretendía atentar contra mezquitas y sinagogas, pero nada se dijo de las iglesias cristianas como posibles objetivos.

Tampoco se divulgó que cuando la policía francesa registró su vivienda en Francia apareció una camiseta con inscripciones fascistas. Ningún medio aludió a su militancia política, ni a su confesión religiosa, ni a su origen nacional… Nada.

A pesar de que casi todos los autores de los atentados que se cometen en Europa son ingleses, franceses o belgas, las noticias siempre recuerdan que, en realidad, no eran tales porque eran originarios de Pakistán, Marruecos, Túnez o Argelia, que eran especies híbridas franco-argelinas o algo parecido.

Desde luego que si se trata de alguien como Zinedine Zidane, entrenador del Real Madrid, nadie se preocupa de recordar que es de origen argelino, ni le califica como franco-argelino.

Pues bien, el fascista detenido en Ucrania no es anónimo. Se llama Grégory Moutaux y es francés de origen francés, por lo que nunca volveremos oír hablar de él. Tampoco volveremos a ver en ningún medio una de las pocas fotos suyas que se han publicado sin pixelar. Como ven, es pelirrojo, un europeo de pura cepa. Eso también es un hecho.

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