En entradas anteriores hemos informado sobre el avión de combate F-35, que comercializa la empresa estadounidense de armamento Lockheed Martin. Ocho países participan en su fabricación y lo utilizan 14 miembros de la OTAN. Todos cooperan en cuestiones como el mantenimiento y el adiestramiento de los pilotos.
Pero ahora que tanto se habla de “autonomía europea”, frente a Estados Unidos, hay que leer la letra pequeña de los contratos de venta, que tiene numerosos trucos, lo que ha hecho que varios compradores se hayan echado para atrás. Uno de los trucos es que los estadounidenses pueden negarse a entregar el avión o abandonar su mantenimiento en cualquier momento, si el Presidente invoca la sacrosanta seguridad nacional.
El mantenimiento de cualquier avión es una operación muy compleja, que incluye la actualización periódica de los sistemas informáticos y que sólo Estados Unidos puede llevar a cabo.
Los estadounidenses también pueden recurrir a lo que llaman el “kill switch” para desactivar los aviones inmediatamente, si el Presidente lo considera oportuno. Aunque no existe ninguna prueba de la existencia de tal dispositivo, no cabe duda de que Estados Unidos dispone de varios medios para impedir que los F-35 despeguen de la pista de aterrizaje.
La dependencia de los países compradores es tal que si uno de sus F-35 vuela es porque Estados Unidos así lo autoriza. El Pentágono controla cada uno de los aparatos y cada uno de sus vuelos porque, como acaba de admitir Trump, algún día se les pueden volver en su contra.
Israel ha sido el primer país en recibir el F-35 y actualmente cuenta con 23 cazas en servicio de este tipo. Estados Unidos también ha vendido varios cazas a Reino Unido, Italia tiene 9 unidades, Japón ha recibido 15, Noruega tiene 10 y Países Bajos tiene 8 para pruebas.
Aunque hay más contratos firmados, aún no se han realizado las entregas de los aparatos.
Pero si te portas mal, Estados Unidos te castiga sin el juguete y en 2019 Turquía fue expulsada del programa de compras del F-35 como castigo por incorporar el sistema de defensa antimisiles ruso SS-400.
Cuando Lockheed Martin presentó el proyecto y se lo adjudicó, el presupuesto de cada unidad sería de 200.000 millones de dólares, aunque finalmente el precio está en dos billones, es decir diez veces lo presupuestado.
Ahora Boeing ha empezado a diseñar el F-47 y Trump no ha ocultado que la política comercial no ha cambiado: “Nuestros aliados están constantemente llamando para decir que quieren comprarlos [los F-47] también. A ciertos aliados les venderemos tal vez una versión simplificada. Planeamos reducir sus capacidades en aproximadamente 10 por cien, lo que probablemente tenga sentido porque algún día, tal vez no sean nuestros aliados, ¿verdad?”
Estados Unidos se queda con los aparatos plenamente funcionales, mientras vende a sus “aliados” versiones simplificadas, con mando a distancia, es decir, que se dirigen desde Estados Unidos, y con bloqueo de funciones.