Trump recompensa a Ghana por alojar a los emigrantes deportados

Ghana es el típico país africano que nunca se sacudió de encima su condición colonial, por lo que, como buenos lacayos, su gobierno siempre se muestra dispuesto a acatar las órdenes que reciben.

Además, a pesar de sus gigantescas riquezas, es un país con una fuerte emigración. Sin embargo, ha aceptado acoger a los deportados de Estados Unidos y ha obtenido su recompensa: Trump ha levantado las restricciones de visado.

Es otra paradoja: Estados Unidos cierra las puertas a los emigrantes… excepto si proceden de Ghana.

La recompensa pone de relieve el papel de ciertos países africanos que se prestan a ser cómplices de las deportaciones estadounidenses a causa de las presiones que reciben.

Estados Unidos han restablecido la duración máxima de los visados ​​de no inmigrante para los ciudadanos ghaneses, poniendo fin a una medida restrictiva vigente desde el mes de julio. La embajada de Estados Unidos en Accra confirmó que el visado destinado a viajes de negocios y turismo volverá a tener una validez de cinco años con múltiples entradas, mientras que el visado de estudiante tendrá una validez de cuatro años.

El cobro del precio de la sumisión se produce después de que el gobierno de Accra accediera a recibir a los emigrantes deportados ​​por Washington, incluidos nacionales de otros países de África Occidental.

La política estadounidense de deportación a terceros países implica la devolución de personas indocumentadas a terceros países, a menudo sin un vínculo directo con su nacionalidad. Ghana presenta este acuerdo como el resultado de meses de negociaciones diplomáticas, enfatizando la necesidad de mantener relaciones constructivas con Washington.

Obviamente, la flexibilización de las restricciones de visado es una recompensa por la cooperación de Ghana en las deportaciones. Esta dinámica abre la puerta a más complicidades porque los lacayos africanos se van a animar a seguir el ejemplo de Accra.

Desde su regreso a la Casa Blanca en enero, Trump ha desatado una caza implacable de emigrantes, especialmente trabajadores. Ha aumentado el número de deportaciones, incluso a países donde las personas afectadas a menudo carecen de cualquier clase de arraigo. Ciudadanos de Centroamérica y el Caribe, por ejemplo, han sido devueltos a México o Guatemala a pesar de no ser originarios de esos países. En África, varias personas en Estados Unidos han sido redirigidas a países como Ghana, Sierra Leona y Ruanda, seleccionados por su servilismo hacia Washington.

Esta política se basa en una interpretación expansiva de los acuerdos bilaterales o en la presión diplomática. Las expulsiones masivas también involucran a personas cuyas solicitudes de asilo han sido rechazadas o que ingresaron legalmente pero cuyo visado ha expirado.

El levantamiento de las restricciones de visado para Ghana demuestra cómo Washington está alineando la política migratoria con la diplomacia bilateral. El peligros es que puede alentar a otros países a negociar acuerdos similares para obtener visados ​​o recompensas económicas.


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