El fabricante chino de vehículos eléctricos Zeekr Intelligent Technology ha saltado a lo grande a Wall Street, con una oferta pública de venta de acciones (OPI) en el nivel más alto de su cotización en bolsa, lo que debería permitirle recaudar más de 400 millones de dólares.
Eso supone una valoración de la empresa en unos 5.100 millones de dólares en un contexto de guerra de precios en el mercado de vehículos eléctricos, que está empujando a los capitales a intensificar su expansión fuera del país para aumentar las exportaciones.
La cotización es la mayor de una empresa china en Estados Unidos desde 2021, cuando LianBio cotizó sus acciones en la bolsa de Nueva York.
A causa del bloqueo económico, el número de empresas chinas que cotizan en Wall Street ha tendido a disminuir en los últimos años, desde que el gigante chino de transporte privado Didi Global se vio obligado a retirar sus acciones a petición del gobierno de Pekín.
Las empresas chinas tienen una enorme ventaja sobre la mayoría de los fabricantes europeos y americanos de coches eléctricos e híbridos. Las exportaciones de coches chinos alcanzaron un máximo en abril, mientras que las de la competencia cayeron un 5,8 por cien interanual.
Estados Unidos cuadriplica los aranceles a los vehículos eléctricos chinos
Las presiones de las potencias occidentales contra China crecen a causa de la inundación de los mercados, que a su vez es consecuencia de la superproducción china, que alcanza a todo el mercado mundial.
China ha devorado el mercado mundial y sigue ganando cuotas en América del Sur y Australia, así como en el sudeste asiático, en los países de la ASEAN.
Ante la situación, los países occidentales han reaccionado, tratando de obligar al gobierno de Pekín a restringir por las buenas las exportaciones y, en última instancia, cerrando los mercados con diversos pretextos. Uno de esos pretextos es que China reduce los precios con subvenciones públicas a las exportaciones. Pero
los demás hacen lo mismo: subvencionar los coches eléctricos.
Más que competencia, es una guerra comercial. Para blindar su mercado interno Estados Unidos va a cuadriplicar los aranceles a los vehículos eléctricos chinos. En particular se quieren cebar en las baterías.
Trump impuso aranceles de unos 300.000 millones de dólares a las mercancías procedentes de China y se espera que el aumento afecte también a las materias primas estratégicas y los productos derivados de las nuevas energías “verdes”.
Los aranceles sobre vehículos eléctricos deberían aumentar del 25 al 100 por cien. El mes pasado Biden, al tiempo que negaba la existencia de una guerra comercial, pidió triplicar los aranceles sobre el acero y el aluminio chinos.
La Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, viajó a Pekín para advertir que la superproducción corre el riesgo de provocar una avalancha de mercancías de bajo costo en los mercados mundiales, lo que podría arruinar a una industria estadounidenses en crisis, como muestra el caso de Boeing.
La saturación de mercancías chinas en los mercados mundiales se traduce en un importante superávit comercial manufacturero y un superávit de balanza de pagos de alrededor del 2 por ciento del PIB.
A pesar de ello, los rumores de una devaluación del yuan son cada vez mayores. La devaluación de la divisa china sería a la respuesta de Pekín a la subida de los aranceles.
Al estilo occidental, lo llaman “política monetaria flexible”, es decir, con tipos de interés cercanos a cero y crecimiento de la liquidez.
China está sumida en una perpetua carrera hacia adelante porque sólo el crecimiento económico le salva de la crisis. Este año esperaban un crecimiento económico del 5 por cien pero sólo en los primeros cuatro meses del año ha alcanzado un 5,3 por cien.
Es un país que sólo se puede comparar consigo mismo.
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