En el discurso de Putin a la Duma hubo un inciso que ha pasado desapercibido: dijo que las armas estratégicas de Estados Unidos ya han pasado su fecha de caducidad. En efecto, en lo que respecta a las armas nucleares, el arsenal de Washington se encuentra en un estado lamentable.
Estados Unidos no tiene ninguna fábrica de armas nucleares. Sólo hay alguna actividad a pequeña escala en un puñado de laboratorios que tienen -más bien- un carácter científico.
La falta total de plantas de armas nucleares significa que Estados Unidos no tiene forma de producir plutonio nuevo. Nunca ha desarrollado la capacidad de enriquecer uranio con fines militares, la única otra opción para fabricar artefactos nucleares que exploten, por lo que sólo tiene su viejo plutonio.
La mayoría de las bombas nucleares de Estados Unidos tienen décadas, lo mismo que las rampas de lanzamiento. Pero el plutonio se degrada con el tiempo. Acumula isótopos que hacen que una bomba explote durante el montaje o no explote en absoluto y sólo ocasione un desastre. No hay forma conocida de separar los isótopos del plutonio.
Para satisfacer las necesidades de enriquecimiento de uranio de sus numerosas y viejas centrales nucleares, Estados Unidos depende del monopolio nuclear estatal ruso Rosatom, sometidos a las sanciones y, en menor medida, de los franceses, que a su vez también dependen de Rosatom.
Entre los demás países de la OTAN, los británicos dependen de Estados Unidos para sus misiles balísticos Trident II y los franceses no han probado un arma nuclear desde 1996. Pero Estados Unidos no sólo planea mantener sus bombas, sino también desarrollar otras nuevas. Dadas sus numerosas limitaciones y la naturaleza casera de sus esfuerzos en materia de armas nucleares, se trataría de minibombas.
Tiene unos 400 misiles Minuteman III y, en una serie de pruebas infructuosas, sólo uno de ellos salió lanzado. El misil fue seleccionado al azar, según dicen, transportado a unas instalaciones y preparado para la prueba. Los acondicionaron para estar seguros y fue disparado en una dirección aleatoria. Las noticias mostraron una estela en el cielo, pero no sabe si dio realmente en algún blanco. No mostraron imágenes de soldados uniformados midiendo la distancia entre los cráteres de la bomba (supuestamente tres) y el objetivo.
Se trata de misiles balísticos, lo que significa que, una vez finalizada la propulsión, siguen una trayectoria que puede calcularse a partir de su trayectoria inicial. Esto hace que los misiles balísticos sean fáciles de interceptar.
También hay una serie de misiles Trident II lanzados desde submarinos, compartidos con los británicos, aunque no se sabe su número. También son misiles balísticos.
Por último, están los bombarderos estratégicos y los misiles de crucero. La mayoría de estos últimos son Tomahawks, que vuelan a 900 kilómetros por hora. Un avión Boeing 777 lleno de turistas viaja más rápido. En la Guerra de Siria fueron muchos los que cayeron al mar. También son fáciles de interceptar, incluso con los sistemas de defensa antiaérea relativamente antiguos de la era soviética, por no hablar de los nuevos. La mayoría de los bombarderos estratégicos son viejos B-52 que no superan los 850 kilómetros por hora, y un puñado de B-1B Lancers que son supersónicos pero están a punto de ser retirados.
Putin declaró ante la Duma que las defensas estratégicas rusas son nuevas en un 93 por cien, por lo que la conclusión es que Estados Unidos no tiene ningún arma que los rusos no puedan interceptar, mientras que Rusia tiene varias armas que los estadounidenses no pueden interceptar en absoluto. Eso significa que, en un enfrentamiento nuclear, los rusos repelerán la mayoría de los ataques. Unas pocas ojivas podrían caer en zonas periféricas, bien porque estuvieran fuera de rumbo o porque el objetivo estuviera simplemente demasiado lejos como para preocuparse de él.
No es nada seguro que esas ojivas vayan a explotar según lo previsto. El resto harían pequeños agujeros en el suelo o provocarían una catástrofe nuclear. En tal caso, Rusia tendría a Estados Unidos a su merced. El escenario opuesto, en el que Rusia lanza un primer ataque, es contrario a la doctrina nuclear rusa.