Cuando aquel 1 de febrero de 1991 nos reunimos unos pocos compañeros en la Seccional Kilómetro 1 del Roca, no sabíamos que comenzábamos a escribir una de las heroicas y memorables páginas de la historia del movimiento obrero ferroviario.
Allí estábamos el anfitrión Kilo 1 (Plaza Constitución), Remedios de Escalada, Temperley, en mi caso por Tolosa, todos del Roca; Haedo y Castelar del Sarmiento, San Martín Vapor del Mitre, y compañeros de algunas seccionales más, todos de La Fraternidad.
El clima era una rara mezcla de bronca y euforia. La bronca estaba motivada por los bajos salarios, las luchas malogradas y traicionadas por la Comisión Directiva del gremio.
Desde hacía catorce meses veníamos luchando por el salario con paros arrancados desde la base, pero dirigidos por los burócratas que los convertían en día de descanso y no les daban continuidad. Dilataban las negociaciones con el gobierno a pesar de la permanente movilización y presión de los compañeros. Siempre había una excusa para no profundizar las medidas, primero la inminente convocatoria a la Asamblea General de Delegados, luego mientras esta transcurría, la cuasi prohibición de realizar medidas de fuerza por la reciente puesta en vigencia del decreto del reglamento del derecho de huelga.
El 5 de febrero fue el primer peldaño de la escalera que tendría su cima tras 45 días de huelga, votada, convocada, sostenida y dirigida por los compañeros de base.
El Plan de Lucha comenzaba con un paro de 24 horas el 5 de febrero.
Las seccionales de La Fraternidad producto del recambio generacional tenían en su mayoría direcciones ejecutivas jóvenes. Nuestra experiencia era escasa en el tiempo, pero rica en lo que generamos en los últimos años. Muchos de nosotros teníamos militancia política y éramos la generación que la dictadura postergó, maniató nuestros ideales y desapareció. El comienzo del Plan de Lucha, aquel 5 de febrero, superó nuestras expectativas: 17 seccionales de La Fraternidad, 2 de Señaleros. El Roca y el Sarmiento se paralizaron y el paro fue parcial en el Mitre.
El 11 de febrero nos volvimos a reunir en Plenario, nuevamente en Kilo 1. Esta vez éramos muchos más dispuestos a la lucha. Contentos con el balance de la primera jornada y con mandatos de asambleas de profundizar las medidas. Se vota paro por 48 horas para el 13 y 14 de febrero, si hay despidos el paro será por tiempo indeterminado.
El miércoles 13 de febrero comienza el paro de 48 horas. Ahora son 27 seccionales de La Fraternidad, 4 de Señaleros y 2 de la Unión Ferroviaria incluyendo la poderosa Rosario. Se producen los primeros 32 despidos y proclamamos el paro por tiempo indeterminado hasta la reincorporación de los de los compañeros.
El jueves 14 ya éramos treinta y nueve las seccionales en lucha y se suman dos seccionales de la Unión Ferroviaria: Rosario y Victoria del Mitre.
Ante estas circunstancias había que organizarse, en todas las seccionales se constituyeron comisiones de fondo de huelga, alimentos, salud, prensa, fiestas, de mujeres, limpieza y mantenimiento del local, piquetes de convencimiento y visitas a compañeros, y de cada necesidad que surgía.
Todas estas actividades demandaban dedicación y sacrificios, el local se había convertido para muchos de nosotros literalmente en nuestra casa. Allí comíamos, dormíamos y prácticamente vivíamos.
Esta organización y la solidaridad que nos rodeó nos permitió sostenernos dignamente durante 45 días.
El gobierno con la complicidad de la directiva nacional de La Fraternidad nos quería quebrar a cualquier precio, no nos pagaron los sueldos, nos perseguían con patotas, apelaron a servicios y a la represión policial deteniendo a algunos compañeros cuando iban a hacer tareas para la huelga.
Nuestro ejemplo de lucha no podía cundir, todo era válido para acabarnos, nos llamaban rebeldes y llevamos con orgullo esta condición. Cuando vieron que no éramos fáciles de vencer, Menem decidió cerrar los ramales. Esto provocó sumar un nuevo punto a nuestro reclamo. La defensa inclaudicable de los ferrocarriles al servicio del pueblo.
El paro se fue extendiendo hasta alcanzar al 80 por ciento de los afiliados a La Fraternidad; a varias seccionales del gremio de señaleros y también algunas de la Unión Ferroviaria. Cuatro de las cinco líneas ferroviarias estaban paradas.
Necesitábamos darnos formas democráticas de funcionamiento. Todas las decisiones eran discutidas y votadas en asambleas seccionales de base, no había ninguna restricción, una persona un voto. De allí surgían los mandatos a los delegados a un plenario de seccionales, este organismo estaba compuesto por delegados de cada una de las secciónales en lucha, se discutía y votaba democráticamente las medidas que conducirían la huelga.
El plenario de seccionales estaba presidido por un órgano colegiado denominado Mesa de Enlace, que lo componían representantes de las distintas líneas ferroviarias y de los tres gremios en lucha, la mayoría pertenecía a La Fraternidad.
Estas herramientas de funcionamiento que nos dimos y las formas rigurosamente democráticas jugaron un papel fundamental, porque los compañeros sentían que la consigna que titulaba nuestros boletines de huelga era una realidad, “Esta vez no habrá traición, esta vez dirigen las bases”.
La fuerza de la lucha pudo con todo obstáculo, ni la ley fue un impedimento para llevarla adelante. El Ministerio de Trabajo decía que no podía negociar con nosotros porque no teníamos la representación legal, que debían hacerlo con la Directiva Nacional del gremio, obviamente que jamás aceptaríamos que los burócratas carneros y traidores, por todos repudiados asuman nuestra representación, así que ante la contundencia de la huelga al Gobierno no le quedó más remedio que sentarnos en la mesa de negociación.
Por esos días un grupo numeroso de compañeros realizaba una huelga de hambre en Plaza de Mayo y era rodeada de la solidaridad del pueblo, una de las primeras noches la policía federal intentó reprimir y desalojar, rápidamente se acercaron diputados y personalidades del campo popular y lo impidieron.
Un grupo de personalidades notables (Augusto Comte; Ernesto Sábato; Federico Storani; Simón Lázara; Carlos Raimundi y Ricardo Alfonsín que estuvo representado por Raúl Alconada Sempé), ofició de testigos garantes de la oferta gubernamental: reconocimiento de la mesa de enlace; reincorporación de todos los despedidos; aumento de sueldos de aproximadamente el 100 por ciento; y reapertura de los ramales. ¡Un triunfazo de los trabajadores!
Esa gran huelga fue invisibilizada por los grandes medios y principalmente por la burocracia sindical, que siempre la ha ocultado y callado porque los trabajadores en su conjunto nunca deben saber que son poseedores de un poder que arrasará con la anquilosada burocracia y sus negociados.
Los trabajadores ferroviarios escribimos estas páginas / días en la historia del movimiento obrero, para que otros no tengan que empezar de cero hoy es nuestro deber, dar a conocer esa gesta y sus enseñanzas, mantener viva la memoria de una lucha que conmovió los cimientos de un neoliberalismo que daba sus primeros pasos y que posteriormente, ya recompuesto, arrasaría con la Patria.