Rusia está en medio de los planes europeos de ‘transición ecológica’

Desde hace bastantes años los planes estratégicos de suministro de energía fracturan la Unión Europea entre Alemania y Francia. El plan del primero consistía en eliminar la energía nuclear para este año y traer gas ruso. El del segundo era explotar una central nuclear alemana, asociada a una empresa pública rusa: Rosatom.

Francia tiene tecnología nuclear propia para construir centrales nucleares de tecnología punta, independiente de la rusa, pero la materia prima, el uranio, procede de Rusia, de tal manera que algunas explotaciones nucleares, como la alemana, son conjuntas.

Al final, el plan de Bruselas ha sido salomónico: tanto el gas como las nucleares han recibido la etiqueta verde, por lo que ambos subsectores pueden beneficiarse del dinero fácil.

El dilema es interno a Alemania, que no sabe si debe hacer un excepción con la empresa nuclear franco-rusa. ¿Por que cerrar las centrales nucleares alemanas y permitir una extranjera?

Como se ve, el capital no es tan “multinacional” como muchos suponen. También tiene pasaporte, lo que complica las retóricas de los partidos políticos. ¿Somos más bien verdes o más bien nacionalistas?

La empresa nuclear francesa Framatome es propiedad de la empresa pública EDF en un 75 por cien, fabrica combustible para centrales nucleares en Francia y en el extranjero. Tiene una filial en Alemania, Advanced Nuclear Fuels (ANF). Su planta de Lingen, en el noroeste del país, produce combustible principalmente para las centrales eléctricas de Europa occidental. La central debe seguir funcionando después de 2022, a pesar de que Alemania ha decidido cerrar definitivamente todos sus reactores y abandonar la energía nuclear.

En abril, los alemanes se sorprendieron al descubrir que, para mantener la planta en funcionamiento, Framatome planeaba asociarse con una filial de la empresa nuclear estatal rusa Rosatom, llamada Tvel. No obstante, el plan tiene que ser aprobado por el Ministerio de Economía alemán.

La cuestión se complica porque, aunque cierren las centrales alemanas, sigue suministrando combustible a centrales extranjeras, incluidas las dos belgas de Doel y Tihange, que llevan más de cuarenta años en funcionamiento. ¿Hasta dónde alcanza el cierre de los reactores en Alemania? Aunque no tengamos centrales en Alemania, ¿podemos vender uranio a las que están fuera del país?

El Ministerio de Economía (socialdemocracia) dice una cosa y el de Medio Ambiente (verdes) dice otra. Naturalamente, nadie habla de los intereses de los belgas, ni tampoco de los de las empresas propetarias de Lingen y Gronau, que son de capital británico y holandés. Rusia está en medio.

Desde 2015 la central de Lingen funciona a menos de la mitad de su capacidad. Con Rosatom, podría tener más pedidos, ya que Rusia dispone de la tecnología necesaria para producir combustible para los reactores rusos de los países del este de Europa (que también forman parte de la Unión Europea).

Es un negocio que no puede fallar. Rosatom ampliaría el mercado para la central belga, que podría funcionar a pleno rendimiento. Además, consolidaría su mercado en el este de Europa y adquiriría otros nuevos en el oeste con la etiqueta “Made in Germany”, o sea, con la posibilidad de acceder a los fondos verdes europeos. Por fin, el plan elevaría la indemnización que el Estado tiene que pagar para cerrarla.

Si la colaboración nuclear entre Francia y Rusia sigue adelante, resolvería el nudo principal de la energía nuclear, al menos formalmente: los residuos nucleares, que podrían almacenarse en Sibería.

En 2019 el monopolio francés Orano, sucesor de Areva, firmó un contrato con una filial de Rosatom para construir una planta de uranio empobrecido, situada en el emplazamiento de Zelenogorsk, al norte de San Petersburgo, en el Golfo de Finlandia. Ese mismo año, Rosatom anunció la firma de un contrato con Framatome y la empresa alemana Siemens para el suministro de sistemas de control para una planta en Hungría. En abril de 2020, EDF también consiguió un contrato para suministrar el sistema de protección de los reactores de la central nuclear Kursk II, en Rusia.

En occidente los medios de comunicación sólo hablan del gas, pero Rusia también estaba ganando influencia en el sector nuclear europeo y les va a resultar muy complicado que las sanciones consigan frenar ese desarrollo. No hay forma de sancionar a una empresa rusa sin sancionar a las propias empresas europeas.

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