Rusia impone las reglas del juego en Europa por una razón bien simple: ha ganado la guerra, y por eso el lunes Putin abrió la puerta para que los europeos puedan participar en las negociaciones de paz. En otras palabras: si los europeos se sientan en la mesa es porque el Kremlin se lo permite.
La correlación de fuerzas ha cambiado. El otoño pasado, dos días después de la victoria de Trump en las elecciones, Putin habló del comienzo de un nuevo orden mundial. Hace unos meses el New York Times sorprendía a los europeos cuando le daba la razón a Putin: ha llegado un nuevo orden mundial (1).
A Rusia no le han regalado nada y sale victoriosa en todos los frentes. La resolución de la crisis ucraniana tiene que tener en cuenta las exigencias de Moscú.
“Los europeos, pero también otros países, tienen el derecho y la oportunidad de participar en el proceso de solución del conflicto en Ucrania. Y respetamos eso”, dijo Putin en una entrevista televisada.
El presidente ruso explicó otra evidencia: fueron los países europeos quienes rompieron con Rusia hace tres años y desde entonces se han negado a mantener cualquier tipo de contacto diplomático.
Cada parte debería ser consciente de sus límites
Europa es un continente en el que priman las ideologías, las doctrinas, los prejuicios y las declaraciones solemnes. La realidad parece algo secundario. Pero en una balanza solo pesan los intereses y los hechos consumados. La victoria de Rusia en la Guerra de Ucrania es uno de ellos.
En la otra orilla del Atlántico no tienen ese vicio tan arraigado y por eso la Casa Blanca ha cambiado de retórica (2). Ahora la Guerra de Ucrania es un “conflicto” y Zelensky es un “dictador” que debe responder por haberlo desencadenado y prolongado. Las nuevas palabras expresan muchas cosas nuevas, entre ellas un cambio de estrategia.
El frente antirruso de Washington y sus secuaces europeos se ha roto. Putin tiene a sus enemigos divididos. Muchos en Europa empiezan a dudar incluso de que Estados Unidos mantenga sus tropas en el Viejo Continente (3).
Antes del inicio de la guerra hace tres años, Putin presentó a Estados Unidos y sus aliados europeos varias demandas. Sobre todo, exigió el fin de la expansión de la OTAN hacia sus fronteras orientales y, desde luego, que Ucrania quedara fuera de la Alianza transatlántica.
También exigió que Estados Unidos y sus secuaces europeos no desplegaran tropas y sistemas de armas en Europa central y oriental.
Los países occidentales rechazaron las exigencias del Kremlin y abrieron el camino a la guerra. Lo que no quisieron ceder por las buenas, deberán cederlo ahora por las malas.
Para poner fin a la guerra, ambas partes deben acordar un alto el fuego. Si no sientan en la mesa negociadora, es poco probable que Ucrania y sus partidarios europeos acepten el acuerdo que Trump pueda firmar con Putin, a pesar de las presiones que ejerza Washington sobre ellos.
La gran baza son las divisiones internas. Trump y Putin van a activar a quienes en Europa se oponen a la políticas dominantes de Von der Layen, Kaja Kallas, Macron, Merz y demás compinches. Ahora es a ellos a quien más les interesa agitar el fantasma de la “extrema derecha”… siempre que no sean títeres del estilo Meloni.
Bruselas no tenía un plan B
Bruselas nunca ha tenido una política propia, diferente de la de Estados Unidos y, desde luego, nunca se ha planteado la eventualidad de la derrota de Ucrania en la guerra, que es la suya propia. No tenía un plan B. Su política estaba fundamentada en algo imposible: la victoria de Ucrania.
Los europeos ni siquiera pensaron en un empate. La negativa a explorar soluciones diplomáticas desde el principio de la guerra, así como el rechazo del acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia, que se negoció en Estambul en 2022, han convertido a Europa en un actor de reparto.
La política europea también se ha fundamentado en otro postulado falso: el respaldo de Estados Unidos. Los caciques europeos se han enfadado porque creen que Trump no quiere seguir llevando a la Unión Europea de la mano. Pero no es que no quiera: no puede. Ese es el verdadero cambio que se ha producido en la correlación de fuerzas.
Lo que decimos de Europa lo podemos extender a Ucrania. En octubre de 2022 Zelensky firmó un decreto que es un monumento a la estupidez política: prohíbe explícitamente cualquier negociación con Putin. Hasta la fecha, el decreto sigue vigente.
Además, el mandato de Zelensky expiró en mayo del año pasado y legalmente no puede firmar ningún acuerdo de paz porque podría estar sujeto a futuras impugnaciones, o incluso ser anulado.
Reducir a la mitad los gastos militares
Putin también ha llamado a Estados Unidos y China a reducir los gastos militares a la mitad. “Podríamos llegar a un acuerdo con los Estados Unidos: Estados Unidos reduciría en un 50 por cien y nosotros en otro 50 por cien. China entonces se uniría a nosotros si así lo deseara. Creemos que esta propuesta es buena y estamos abiertos a discutir sobre ella”, dijo.
A mediados de febrero Trump sugirió que las tres potencias más grandes del mundo podrían recortar el gasto militar a la mitad, y que lo discutiría con Moscú y Pekín, una vez que se resolvieran las guerras en Ucrania y Oriente Medio.
Rusia ha aumentado considerablemente su gasto militar para sostener su guerra en Ucrania, inciada hace tres años. La explosión de gastos ha apoyado el crecimiento económico ruso, pero también ha alimentado la inflación. El año pasado el presupuesto de defensa de Rusia ascendió a cerca del 8,7 por cien del PIB, según Putin, el más elevado de Rusia desde la caída de la URSS en 1991.
(1) https://www.nytimes.com/2025/02/24/world/europe/putin-trump-russia-ukraine-war.html
(2) https://bidenwhitehouse.archives.gov/briefing-room/speeches-remarks/2022/12/21/remarks-by-president-biden-and-president-zelenskyy-of-ukraine-in-joint-press-conference/
(3) https://www.nytimes.com/2025/02/16/us/politics/trump-europe-alliance-crisis.html