¿Quién ha dicho que los terroristas no pueden triunfar? Hekmatyar se presenta a las elecciones en Afganistán

El afgano Gulbuddin Hekmatyar se postula como candidato a las elecciones presidenciales previstas para el próximo mes de julio. Tiene un dilatado currículum que ha conocido toda clase de vaivenes: señor de la guerra, traficante de heroína, agente de la CIA, del ISI pakistaní, fundador de Al-Qaeda… Es un retrato vivo de la reciente historia de Afganistán, un yihadista cuando aún nadie utilizaba esa palabra.

Como estuvo luchando contra la OTAN, hasta 2016 Washington y sus socios le tenían incluído en la lista de terroristas, que tan pronto es negra como blanca. Todo depende de dónde se encuentre la URSS/Rusia, de la dirección por donde sople el viento…

Aliado de los talibanes, en la época en la que los soviéticos estuvieron en Afganistán, Hekmatyar dirigió el MAK (Maktab al-Khadamat) que gestionaba las armas y el dinero que llegaban procedentes de Washington, Riad e Islamabad.

No eran los talibanes pero casi; tampoco era Al-Qaeda pero no andaban lejos…

Tras la retirada soviética, pasó de la clandestinidad a convertirse en Primer Ministro dos veces. Entonces desalojó al comandante Massud, alias el león de Panshir, de Kabul, destruyó un tercio de la ciudad y mató a decenas de miles de personas.

Dirigía el partido Hesb-i-Islami. Durante la guerra entre los talibanes y la Alianza del Norte, las fuerzas de Hekmatyar, atrapadas entre dos fuegos, se replegaron hacia la frontera con Pakistán, aunque gran parte de sus fuerzas se unieron al nuevo movimiento talibán.

Viejos amigos, nuevos enemigos. En octubre de 2001 la invasión estadounidense sacó a los talibanes del gobierno de Kabul y Hekmatyar hizo un llamamiento a la guerra santa contra la OTAN. Ahora el aliado dejaba de serlo; ya no le entregaban armas: disparaban contra él.

Entonces declaró primero su lealtad a Al-Qaeda; pero de repente dio un vuelco y se acercó a los talibanes. En realidad, Hekmatyar hacía la guera por su cuenta, hasta que en 2016 le concedieron una amnistía y le permitieron volver a Kabul.

El viejo terrorista volvía a ser un político respetable con una tarea de intermediario: debía convencer a los talibanes para que depusieran las armas y negociaran aunque, por su parte, los talibanes sólo ponían una condición para negociar: justamente la de no deponer las armas.

La otra era impensable para los amos del juego, Estados Unidos. Los talibanes están empeñados en sacar del país a todas las fuerzas militares extranjeras antes de emprender ninguna clase de negociaciones políticas.

En fin, Hekmetyar ya no es un terrorista sino un respetable candidato electoral. Son las consecuencias de un desastre político y militar iniciado por Estados Unidos en 2001 y que se prolonga desde hace 18 años. “Si no puedes vencer a tu enemigo, hazte su aliado”, deben pensar en Washington, que ha gastado billones de dólares en sostener uno de sus más estrepitosos fracasos.

¿Quién ha dicho que los terroristas no pueden triunfar? Ahí tienen a Hekmatyar.

Más información:

– La CIA y Arabia saudí en la historia inconfesable de Al-Qaeda (1)
– Al-Qaeda empezó siendo una base de datos de la CIA
– La ocupación soviética de Afganistán (1)

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