La OMS y el Imperial College de Londres guardan un bola de cristal en los despachos, que consultan de vez en cuando para “demostrar” que en en tal o cual lugar del mundo va a estallar un brote que contagiará a equis millones de personas, colapsando los hospitales…
Recientemente un reportaje periodístico narraba una expedición en barco de la Cruz Roja por el Amazonas peruano para vacunar a una remota tribu que vive aislada. Cuando llegaron, los nativos no habían oído hablar nada sobre “covid”, virus, pandemias, ni contagios. Pero había que vacunarles, por lo civil o por lo militar, como dice Revilla.
La memoria es muy corta y pocos recuerdan las previsiones de los “expertos” para países como Afganistán, donde habían pronosticado que, en medio de la guerra, los “brotes” causarían estragos. No ha ocurrido nada de eso, a pesar de que nadie lleva mascarillas.
Lo que está diferenciado a esta pandemia de otras es que los experimentos los están llevando a cabo en los países del centro: Estados Unidos, Australia, Europa y poco más. En África todas las previsiones de millones de muertes y desastres sin nombre sólo han estado en la bola de cristal de la OMS. Sólo ha habido pandemia donde hay un sistema sanitario mínimo, es decir, médicos, sanitarios, equipos, fármacos… Los demás se han librado de ella porque es una creación sacada de las cabezas de los “expertos” y promocionada a través de las revistas “científicas”.
Al principio de la pandemia, como la mayor parte de los hospitales no tenían PCR ni siquiera en los paises más avanzados, los “contagios” y “casos positivos” se detectaban mediante radiografías de tórax y algún síntoma, normalmente una neumonía o una infección bronquial. Lo mismo que con las mascarillas, para detectar más “brotes” hubo que instalar PCR y enseñar su manejo a algún sanitario con un breve manual que le enviaron por correo electrónico.
Lo llamaron “rastreo de contactos”, que es una especie de lotería. Cuantos más décimos compras, más posibilidades tienes de que te toque. Si hacían muchas pruebas, aparecía una “ola” y si hacían pocos, la pandemia estaba remitiendo.
En África no ha habido “olas”. Ninguna. Durante meses los informes oficiales de la OMS han descrito al Continente Negro como “una de las regiones menos afectadas del mundo” por la pandemia. Es normal. Las muertes en África representan sólo el 3 por ciento del total mundial, según la OMS. En Nigeria, el país más poblado de África, el gobierno ha registrado hasta ahora casi 3.000 muertes entre sus 200 millones de habitantes. En Estados Unidos se registra un número similar de muertes cada dos o tres días.
En los países del Tercer Mundo no hay infraesructra sanitaria para detectar ni rastrear nada, así que los “casos positivos” se diagnostican a ojo de buen cubero. Para que haya “brotes” hay que llevar a una ONG benéfica que empiece a realizar pruebas y siempre encuentran algún resultado favorable. También se puede recurrir a países relativamente avanzados, como Sudáfrica o Egipto, donde los sistemas sanitarios aún son capaces de hacer ese tipo de diagnósticos.
A los países del centro, las mascarillas llegaron tarde pero a los periféricos no llegaron nunca, así que los “expertos” pronosticaron que los muertos se contarían por millones. Pero no ha ocurrido nada de eso, por lo que los “expertos” buscan explicaciones pintorescas, como que la población es joven, vive al aire libre…
A los países del Tercer Mundo les interesa que haya muchas epidemias y brotes de lo que sea, porque es un reclamo para recibir “ayuda”. Si los gobiernos no ordenan el confinamiento, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial les cierran el grifo. No hay dinero, no hay regalos, ni ONG, ni centros de salud costeados por fundaciones caritativas.
No han conseguido de ninguna de las maneras inflar las cifras de “brotes”, a pesar de que la población nunca ha llevado mascarillas, ni se ha confinado porque es materialmente imposible. No hay ERTE para dar de comer a los que se quedan en sus casas.
El viernes hubo una reunión de la Sociedad Americana de Medicina Tropical e Higiene en la que se pudieron escuchar toda clase de absurdos en boca de los “expertos”. Devi Sridhar, catedrático de salud pública mundial de la Universidad de Edimburgo, dijo que no se ha dado a los dirigentes africanos el crédito que merecen por haber actuado con rapidez, y citó la decisión de Malí de cerrar sus fronteras incluso antes de la llegada de la pandemia.
A causa del yihadismo, las fronteras de Mali llevan cerradas 10 años, pero no se le pueden poner puertas al campo, y menos al desierto, donde los nómadas viajan de un lado a otro sin que nadie se lo pueda impedir.
Los “expertos” no dicen más que bobadas porque no pueden decir otra cosa.
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«Los “expertos” no dicen más que bobadas porque no pueden decir otra cosa»…
No: a los expertos les pagan para decir las «bobadas» que necesita
el ‘Nuevo Orden Mundial’, el ‘Great Reset’, este Capitalismo del Desastre,
esa Doctrina del Shock que esta ‘shockando’ y ‘reseteando’ a los pueblos del mundo
para que la acumulación de riquezas en pocas manos vaya subiendo como la espuma.
Asi de fácil.
Asi de sencillo es este dictatorial Asalto
Para saberlo no hay que tener títulos universitarios
ni investigar en archivos sagrados
La cuestión es hasta cuándo…
Hasta cuándo las gentes van a aguantar
sin saltar por los aires todo lo que nos esta ahogando…