El gobierno de Varsovia se opone a la prohibición de los vehículos de combustión interna por la Unión Europea a partir de 2035. En julio presentó una denuncia ante el Tribunal de Justicia Europeo para intentar salvar su industria automovilística y sus minas de carbón.
Polonia es el principal taller de la Unión Europea para la producción de componentes de automóviles, que luego los principales fabricantes ensamblan en sus plantas de montaje. El coche eléctrico representa una grave amenaza para la industria manufacturera polaca. Un motor eléctrico es infinitamente más simple que un motor de combustión interna y requiere menos mano de obra para producirlo. Además, los vehículos eléctricos no necesitan caja de cambios ni embrague, e incluso frenar es más sencillo, porque el freno motor es potente. Es comprensible que los polacos se opongan firmemente a la obligación de no poder vender vehículos con motor de combustión interna a partir de 2035, ya que esto arrojaría a la calle a miles de trabajadores que tienen empleo en el sector de la automoción.
Durante un tiempo, Alemania se unió a Italia y Polonia para oponerse a esta extraña decisión. Luego, el vicepresidente primero de la Comisión Europea, el holandés Frans Timmermans, sacó de su sombrero de mago verde una solución para convencer a Alemania: “No os preocupéis, vamos a autorizar los vehículos de combustión interna que funcionen con combustibles electrónicos”. Pero tal cosa no existe y, en todo caso, deben fabricarse a partir de hidrógeno producido a partir de energía eólica y fotovoltaica.
De momento, la energía eólica sólo produce el 2,2 por cien de la energía primaria consumida en la Unión Europea, pero se promete que en el futuro será suficiente para producir electricidad 100 por cien verde y, además, combustibles sintéticos. El alquimista verde ha conseguido convencer a Berlín. Abandonadas a su suerte, Italia y Polonia no pudieron oponerse a la destrucción del sector del automóvil en Europa.
Desde que se unió a la Unión Europea, Polonia ha rondado el 5 por cien de crecimiento económico, casi el doble que la de la Unión Europea. En el sector del automóvil, Polonia optó por convertirse en subcontratista de grandes empresas del oeste de la Unión Europea. Ha logrado organizarse para que sus trabajadores especializados produzcan las piezas que las empresas alemanas, italianas y francesas montan en sus propios países o en otros lugares. Según la PZPM (la asociación polaca de la industria automovilística), en 2019 trabajaban en este sector 153.900 personas. Pero la presión de la Unión Europea sobre el sector automovilístico ha reducido esa cifra a 141.400 trabajadores. Del mismo modo, en 2019 Polonia produjo 434.700 motores, pero solo 255.100 en 2022. Estas caídas del 41 por cien en la producción de motores y del 8 por cien en el empleo son preocupantes.
No sólo el sector automovilístico de Polonia es crucial, sino que lo es aún más su sector del carbón y, por tanto, su sector minero, ya que el país genera alrededor del 70 por cien de su electricidad a partir del carbón, que produce principalmente en Silesia.