Prescindiendo de la historia antigua de las tribus hebreas y judías y del pueblo palestino, aclaremos, antes que nada, algo obvio como es que no todo judío es sionista al igual que un musulmán puede no ser árabe caso de, por ejemplo, los pakistaníes o los turcos o los iraníes. Ser antisionista no equivale a ser antisemita justamente porque los dos pueblos -el judío y el árabe-son semitas.
En el siglo XIX la diáspora judía es planetaria. Aparecen dos tendencias: una, integradora y universal sin renunciar a la fe judaica en el país que los acoge siendo la Revolución francesa el máximo exponente de integración judía en Occidente y otra, la situación de ghetto, sobre todo en las condiciones de opresión en los países de Europa oriental que propicia el que pudiera llamarse «nacionalismo judío» que mira a Palestina como patria irredenta.
Se considera a Theodoro Herzl (1860-1904) como el fundador del sionismo. Periodista húngaro trasladado a Viena donde se doctoró en leyes, fue vivamente impresionado por el «caso Dreyfuss» estallado en París en 1894, militar judío acusado de colaborar con el enemigo (alemán) aunque cargando las tintas más en el hecho de ser judío que militar. En 1896 Herzl escribió «Der Juden-staat» (El Estado judío). El primer Congreso Sionista se celebró en Basilea en 1897 (curiosamente el lugar de reunión debía ser Munich, pero la comunidad judía bávara se opuso afirmando que eran alemanes y querían seguir siéndolo). En el segundo Congreso de 1898 se acordó la creación de una banca que financiase la organización aunque Rothschild o el barón de Hirsch, por ejemplo, retiraron su apoyo a la vista de la presencia de nuevos judíos comunistas, anarquistas y socialitas -de procedencia rusa y polaca- en los Congresos.
Oleada de judíos de Rusia
Entre 1905 y 1906 se suceden pogroms en Rusia que originarán una oleada de judíos hacia Palestina. Entre ellos iba un joven llamado David Ben Gurion. En 1905 tuvo lugar el VII Congreso Sionista en el que hubo una escisión: los «territorialistas» que lo mismo les daba como patria cualquier lugar del mundo (Argentina, Angola o Kenia, como pensó Herzl) liderados por el escritor inglés I. Zangrvill y, frente a estos, los «sionistas de Sión» entre los que destacaría el eminente químico Chaim Weizmann.
Estallada la I Guerra Mundial, y en paralelo a ella, se alza el renacimiento del mundo árabe y cobra impulso creciente el movimiento sionista a la par de los afanes independentistas palestinos. Un hecho objetivo les unía a todos: la ocupación turca. Es la época de Lawrence de Arabia tan mitificado en Occidente a través del celuloide. En diciembre de 1917 el general inglés Allenby entra en Jerusalén acabando con cuatro siglos de dominación turca. Un año antes la City inglesa ya pensó en crear un Estado-tapón judío en Palestina. Los magnates sionistas ofrecen todo su peso financiero e influencia política en pos de la creación de un Mandato británico en
Palestina que defendiera el «Hogar Nacional» judío allí (Weizmann, por ejemplo, era jefe de los laboratorios militares británicos y la banca judía apoyó el esfuerzo bélico aliado).
Esto se produjo en la célebre «Declaración Balfour» (Nov. de 1917), ministro británico de Asuntos Exteriores, dirigida a Lord Rothschild y que, puede decirse, abrió la espita de todo el conflicto árabe-israelí que llega hasta nuestros días. Entre tanto, las oleadas («aliyas») de judíos a Palestina no cesan y los árabes comienzan a tomarse en serio el asunto Balfour. Ya en abril de 1921 estallan las primeras manifestaciones y sangrientos enfrentamientos con los judíos. En julio de 1922, la Sociedad de Naciones (antecesora de la ONU) otorga oficialmente a Gran Bretaña el Mandato de Palestina, en cuyo preámbulo se incluía la Declaración Balfour. El imperio británico se debatía en sus contradicciones de contentar a las dos comunidades, judía y árabe: el petróleo comenzaba a surgir en todos los desiertos árabes y los ingleses trataban de no enemistarse con ellos. Comienzan las cortapisas británicas a los judíos y nacen los «Libros Blancos» como el de W. Churchill de 1922 que limitaba la emigración judía.
El Congreso Sionista de 1929 fue particularmente explosivo. Un ala exigía, bajo la la dirección de Jabotinsky, una mayoría judía en Palestina y convertirse en Estado. Otra corriente encabezada por Weizmann y el grupo laborista sostenía que de nada servía apresurarse. En realidad, ambos estaban de acuerdo en el fondo sólo que Weizmann, más hábil, no veía ventaja en gritarlo a los cuatro vientos. La estrategia común era fortalecer las colonias y granjas judías. Entre 1930-35 la inmigación va creciendo y la comunidad judía tendrá 400. 000 miembros en 1939 frente a 950. 000 árabes. A esto ayudó la subida de Hitler al poder en Alemania.
La partición
Los británicos siguen -como siempre- con sus dudas. Sometidos a obligaciones dobles para con judíos y palestinos, el asunto les quema las manos. La única salida que proponen es la partición de Palestina. El Congreso Mundial de los países árabes se opuso: si hay partición, se volverán con el petróleo y el Canal de Suez junto a las potencias del Eje, con la Alemania nazi.
En 1939 aparece el tercer «Libro Blanco», pero llega tarde. Los judíos, a pesar de las persecuciones nazis, contaban ya con sus propias fuerzas político-financieras. Los sionistas moderados como Weizmann, partidarios de un crecimiento armonioso, son relegados. Cobra fuerza la creación inmediata de un Estado que permita la inmigración masiva. Entre estos partidarios está Ben Gurion. La guerra mundial y los pogroms contra los judíos dieron oportunidad al sionismo oficial y ortodoxo para promocionar su Estado. Ben Gurion, ya alto cargo, viaja a Estados Unidos con un plan para recabar apoyo: oposición a la política del «Libro Blanco», fomación de un ejército judío y conversión de Palestina en una comuniad judía después de acabar la guerra. Todo lo conseguiría. El líder sionista del «Mapai» (brazo político de la Histadruth -central sindical obrera judía- que daría origen a los laboristas israelíes de Shimon Peres) se separa de Weizmann tomando partido por la solución «estatista» con el apoyo decidido de los EE.UU. La inmigración clandestina, no obstante las restricciones británicas, continuó.
Con el final de la II Guerra Mundial los países árabes accedían a su total independencia. El sionismo también quiere ser independiente. Comienza la actividad armada judía tanto contra árabes como británicos. A principios de 1944 surgen la organización paramilitar «Irgun» (ultraderechista sionista donde militaba el polaco Menahem Begin), «Stern» (de filiación izquierdista con Isaac Shamir), «Palmach» y la famosa «Haganah» tan popularizada por Leon Uris en su novela «Éxodo» llevada al cine protagonizada por un rubio de ojos azules – Paul Newman- (uno no se imagina a un semita así) y donde militaban Ariel Sharon y Haim Herzog, que fuera con el tiempo presidente del Estado de Israel. Coincidiendo también con el final de la conflagración mundial, se crea en 1945 la Liga de Estados Árabes. Por esta época aparece un documento político -el Protocolo de Alejandría- redactado por los países árabes donde se puede leer: «No puede haber mayor injusticia que resolver el problema de los judíos, tan injustamente tratados en Europa, mediante otra injusticia causada a los árabes de Palestina». Los Estados árabes parecen dispuestos a negociar el futuro de Palestina sobre las bases del «Libro Blanco» de 1939. Pero las decisiones ya no están sólo en manos de Inglaterra.
El sionismo se ha hecho fuerte en EE. UU. que también quiere hacer oír su voz en Oriente Medio. Tras algunas vacilaciones, el gobierno británico decide no ceder ante las presiones sionistas. Comienza la actividad terrorista de las organizaciones ya citadas entre 1945-47. Relevante es la voladura del hotel «Rey David» por el «Irgun» en julio de 1946 que causó 91 muertos entre árabes, británicos y mismos judíos. El 9 de abril de 1948 el «Irgun» ataca la aldea de Deir Yassin matando a 254 hombres, mujeres y niños. El terrorismo todavía no era de Estado.
El gobierno inglés decide poner el asunto -cuando está totalmente podrido- en manos de las Naciones Unidas. Antes de que la ONU se pronunciara, la Agencia judía dio a conocer un plan de división de Palestina con el que Truman estaba de acuerdo. La votación de la ONU tuvo lugar en septiembre de 1947. La solución de división se adoptó por 33 votos a favor y 13 en contra más 10 abstenciones (entre ellas Gran Bretaña). La Liga Árabe se manifestó contraria a la partición; la comunidad judía lógicamente a favor y Gran Bretaña anuncia su propósito de que el 15 de mayo de 1948 terminaría su Mandato. La Haganah se prepara militarmente llegando a sumar a 25.000 hombres. Tienen lugar otros «Deir Yassin». Por cada acción árabe los judíos responden al ciento por uno. La lucha estaba centrada sobre todo en el contol de Jerusalén, que quedó en la Resolución 181 de la ONU con un estatuto internacional.
Guerra árabe-israelí
El 15 de mayo de 1948 finalizó el Mandato británico. Ese día, a las cuatro de la tarde, en el Museo Tel Aviv, se realizó la Declaración de Independencia por los allí reunidos: miembros del Consejo Nacional Judío, representantes de la Organización Sionista Mundial, líderes políticos, rabinos, militares, economistas, artistas, literatos y periodistas. En total 200 personas que proclamaban unilateralmente algo cuyo nombre no había sido mencionado hasta entonces: el Estado de Israel. En la Resolución 181 se hablaba de «Estado judío», no de «Israel», y, además, con unos territorios definidos, «fronteras» que Ben Gurion no quiso insertar en la «Declaración de Independencia». Lo que para los «israelíes» era independencia, suponía guerra de liberación para los árabes. Ahora sí comenzó el terrorismo de Estado (israelí). También ese día -el 15 de mayo- empezó la primera guerra árabe-israelí. Fue en el transcurso de esa pequeña guerra -pero de grandes consecuencias- que nació, por decirlo así, una tercera «nación»: la de los refugiados palestinos. La opinión pública internacional, por entonces, simpatiza con los israelíes a quienes ven como un nuevo David luchando contra Goliath.
Los árabes eran superiores en hombres y armamento. Israel no tenía ni un solo avión, barco o tanque. Egipcios y jordanos llevaron el peso de la guerra pero de manera muy descoordinada. Aún así, cuando parecían imponerse las tropas árabes, llega «oportunamente» la primera tregua impuesta por la ONU el 11 de junio. Termina la lucha sin vencedores ni vencidos. No duró mucho (la tregua) puesto que un mes después se reanudan las hostilidades (Israel aprovechó la primera tregua para rearmarse) ocupando los israelíes el oeste de Galilea.
El 18 de julio llega el segundo alto el fuego seguido de un mediador de la ONU: el conde Bernadotte. Folke Bernadotte es asesinado por miembros del grupo «Stern» siendo Israel responsable de su seguridad. Israel viola la tregua sin querer saber nada de negociaciones. Ataca Egipto penetrando en el Sinaí y extendiendo en casi 3. 000 kilómetros cuadrados su territorio respecto al que la ONU le había concedido. El 18 de enero de 1949 se acepta el alto el fuego solicitado por Egipto y el 24 de febrero se firman armisticios entre los Estados árabes (excepto Irak) e Israel. La victoria militar fue para Israel aunque el balance final fue penoso para ambos
contendientes.
La nación arabe
Tras la guerra y los armisticios Israel se consolidó rápidamente como Estado. Sin duda, en la guerra de 1948 fue Egipto la más perjudicada. Los militares más jóvenes tenían en 1952 todo dispuesto para derrocar la monarquía del rey Faruk. Faltaba un militar de prestigio y lo encontraron en el general Naguib. El 26 de julio Faruk abandona Egipto. En marzo de 1954 emege la figura de Nasser que terminó con el conservadurismo de Naguib. Con él recobró fuerza el concepto de Nación Árabe. El 26 de julio de 1956 Nasser nacionaliza la Compañía Universal del Canal marítimo de Suez.
La conmoción en País y Londres fue enorme. Se pedía la intervención militar. Israel no podía pasar por el Canal. Esto lo decidió a iniciar la segunda guerra árabe-israelí, pero en este caso de carácter expansionista y no defensivo (como en la primera). La política franco-británica, decididamente intervencionista, concentraba efectivos militares en Chipre conn vistas al desembarco pero necesitaban el consenso norteamericano. El presidente Eisenhower dijo claramente que no apoyaría. Francia parecía la más resuelta a intervenir con el primer ministro «socialista» Guy Mollet a la cabeza. Israel imploraba armamento a EE.UU. para contrarrestar el que Egipto recibía de la URSS y Checoslovaquia. Estados Unidos y Gran Bretaña armaron a Israel pero no más que Francia. Fue Ben Gurion quien invocando la «solidaridad socialista» logró que Mollet equipara al Tzahal (Ejército judío) hasta convetirlo en uno de los mejores de Oriente Medio.
La campaña del Sinaí-Suez acabó con los judíos ocupando Gaza. Habían llegado demasiado lejos. La URSS tronaba en la ONU pero le replicaban con su intervención en Hungría. Sin embargo, el secretario general de la ONU, el sueco Dag Hammarskjöld, propuso la creación de una fuerza pacificadora conocida más tarde como los «cascos azules». El siguiente paso sería la retirada de las tropas israelíes, británicas y francesas del Sinaí y del Canal para ser relevadas por las de la ONU. Golda Meir, primera ministra judía, dijo que nunca abandonarían la zona si la ONU no garantizaba la libertad de paso de los barcos israelíes por el estrecho de Tirán. Se les
permitió el paso. Egipto, pese a la derrota, consolidaba su situación en el Canal y Nasser se convetiría en el «Rais» (Caudillo).
Aparece el Baas
Hacemos aquí una digresión para decir que en julio de 1958 la monarquía iraquí es derribada por el general Karin Kassen (Sadam Hussein arribaría al poder diez años después, en 1968). Surgió un nuevo socialismo árabe arraigado en Siria, Irak y Líbano. Aparece el BAAS (Partido Socialista del Resurgimiento Árabe). El BAAS nació en la Sorbona parisina fundado por un grupo de estudiantes sirios e irakíes. Su lema: «Libertad, Unidad y Socialismo». En líneas generales, coincide con el panarabismo nasserista. Para ellos sólo existe una patria árabe pues no hay verdaderos países, ya que éstos fueron creados por el imperialismo anglo-francés.
Los años que siguieron a la segunda guerra árabe-israelí fueron tiempos de concienciación y politización de los refugiados palestinos. Unos se integran (en Irak, Egipto, Argelia -ya independiente de Francia-, Arabia y Kuwait) y otros son apátridas que esperan el retorno. Después de la guerra del Sinaí-Suez, surge la identidad palestina. En esta posguerra nacen las primeras organizaciones. El primer partido palestino con identidad propia y gran fuerza es Al-Fatah (La Victoria), cuyo fundador, Yasir Arafat, se inspiraba en el nasserismo siendo su propósito el retorno a Palestina. Surgieron muchas otras organizaciones sin apenas relevancia hasta que se vio la necesidad de una dirección conjunta. Así, en abril de 1964, se reunía el I Congreso Nacional de los árabes en la ciudad vieja de Jerusalén. Allí nació y se fundó la Organización de Liberación de Palestina (OLP), financiada por la Liga Árabe. También surgirían los primeros grupos armados organizados.
El 15 de mayo de 1967, Israel celebraba el XIX aniversario de su autoproclamada independencia. . Los judíos realizaron el mayor desfile militar de su historia (¿?) y las soflamas poílticas fueron interpretadas por los árabes como un desafío. El 5 de junio de ese año, a las siete de la mañana, Israel daba comienzo a la que posteriormente sería conocida como «guerra de los seis días» (en realidad duró tres días, incluso tres horas). Fue una guerra expansionista que ganó Israel ocupando la península del Sinaí, los altos del Golán y Cisjordania. Meses después de la guerra, la ONU adoptó la Resolución 242 por la que el Consejo de Seguridad pedía la retirada de Israel de los territorios ocupados. La Resolución ni siquiera mencionaba al pueblo palestino.
Líbano Jordania
La imposibilidad de operar desde el interior de Israel -del Estado de Israel- hizo que los fedayines palestinos actuasen desde el Líbano y Jordania motivando represalias e incursiones israelíes en esos Estados con inusitada violencia. Esto provocó que los gobiernos jordano y sirio controlasen a los palestinos dentro de sus fronteras llegando al tristemente famoso «Septiembre Negro» de 1970 con choques armados entre ellos. A partir de aquí, los palestinos atacarían embajadas, consulados y oficinas comerciales judías en cualquier punto del globo.
Este «terrorismo» es el que no le perdonaron a Arafat, o sea, la internacionalización del conflicto. Hasta después de la «guerra de los seis días» no puede decirse que existiera una resistencia palestina. Los que operaban lo hacían bajo el mandato de los países árabes donde habitaban. Tras la derrota militar árabe, los palestinos quedaron como los únicos resistentes armados. Aparece también un vocablo que unificará y disgregará por igual: revolución. El término suscitaba recelos en algunos países árabes y ocasionará discusiones ideológicas en el seno palestino que harían que surjan desde 1967 hasta los años 80 casi treinta partidos políticos. En 1969, Arafat, representante de la línea nacionalista, fue elegido presidente de la OLP.
El crudo como arma
El Estado de Israel, después de lo conseguido en 1967, no quería más guerras y estimaba que los árabes no podían emprenderlas aunque quisieran. Pero el 6 de octubre de 1973 explotó la cuarta. Conocida como «guerra del Yom Kippur»(Fiesta del Perdón), no tiene apenas que ver con las anteriores. Era la primera vez que los Estados árabes tomaban la iniciativa con excelente dirección técnica y militar. La guerra se desarrolló en los frentes del Sinaí y en los altos del Golán.
La solidaridad árabe se volcó con Egipto y Siria militar y políticamente empleando el «arma política» de los crudos, es decir, subiendo su precio y amenazando a Occidente con un boicot a la venta si apoyaban a Israel. La guerra de 1973 tenía un objetivo muy concreto y de alcance limitado: dar aplicación a la Resolución 242 de la ONU (nov. de 1967) donde se pedía la retirada judía de los territorios ocupados. La guerra árabe era una guerra para la paz, no expansionista.
Fue una guerra justa. Pero perdieron (ahí andaban Moshe Dayan y «Arik» Sharon). Aunque, por primera vez, la CEE (la Unión Europea de entonces) presionaba a los israelíes para que se retiraran de los territorios ocupados urgidos, sin duda, por la guerra del petróleo. Era la época del «crecimiento cero». No tardó Arabia Saudí en ser el «esquirol» que bajara los precios del crudo dentro de la OPEP. Sadat, «rais» de Egipto, reconocerá el Estado de Israel en Camp David en el verano de 1975. El mundo árabe se divide dejando solos a los palestinos.
La diferencia es que, sobre todo después de las matanzas de los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila en Líbano en 1982, la opinión pública internacional se muestra favorable a la causa del pueblo palestino condenando el terrorismo del Estado de Israel. Hasta aquí la pequeña historia de la lucha entre una nación milenaria -Palestina- y un Estado artificial: Israel.
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