La semana pasada Bélgica quedó marcada por numerosas huelgas, que culminaron el viernes con un parón masivo de todos los transportes públicos. Sin embargo, las protestas no merecieron ni una sola línea de cobertura periodística en los dos principales diarios francófonos: Le Soir y La Libre Belgique.
El gobierno belga está entre la espada y la pared por dos motivos. El primero es que los confinamientos vaciaron las arcas públicas y no hay posibilidad de pedir más dinero prestado con los tipos de interés por las nubes. El segundo es que el apoyo militar a Ucrania es otra ruina.
Bélgica ya estaba muy endeudada mucho antes de la pandemia, al igual que Francia, Italia, Grecia y otros países de la Unión Europea y no le queda dinero en los bolsillos para aumentar los salarios de los trabajadores del sector público.
Entre la guerra de Ucrania y sus propios trabajadores, el gobierno belga no ha vacilado: lo primero es enviar tanques a Ucrania. Hace tiempo que en Europa los trajadores se han dado cuenta y por eso en las calles las dos consignas del momento son para las mejoras salariales y contra la ayuda militar a Ucrania.
En otras palabras, para que los salarios puedan subir hay que enfrentarse a la OTAN y cambiar la política exterior y militar de los países miembros de la Unión Europea.
En Francia ocurre lo mismo: para defender las pensiones también hay que abandonar la política belicista de la OTAN y la carrera de armamentos. Hay que dejar de armar a Ucrania y luchar por el alto el fuego y las negociaciones de paz, así como por el levantamiento de las sanciones a Rusia.
Algunos sindicatos europeos ya han comenzado a darse cuenta, por fin, de que una cosa (los aumentos salariales) y la otra (la lucha por la paz) están estrechamente ligados entre sí.