Nunca ha habido ‘guerras por el agua’, ni las habrá tampoco en el futuro

Nunca ha habido “guerras por el agua”, ni en la época moderna ni en la antigua. A lo largo de la historia, la humanidad siempre se ha establecido allá donde había un acceso fácil al agua. Algunas de las pinturas rupestres que se conservan en las cavernas muestran a los zahoríes, con su varita, buscando agua, que han logrado hallar incluso en los desiertos más áridos.

La humanidad siempre se movió hacia el agua y, cada vez con mayor frecuencia por el desarrollo de las fuerzas productivas, ocurre al revés: el agua se lleva a los mayores centros urbanos. Algunas de las ruinas arqueológicas más antiguas y emblemáticas de la humanidad son obras hidráulicas, como el Acueducto de Segovia. Lo mismo ocurre con instituciones, como el Tribunal de Aguas de Valencia, que es la institución judicial más antigua de Europa. Tiene su origen en la época musulmana y subsiste hasta la actualidad para regular el riego sin recurrir a la guerra.

Tradicionalmente en Palestina, la población de Gaza ha sido aislada por completo por Israel, excepto en el suministro de agua, que se ha mantenido siempre fuera de las sucesivas guerras. Hasta el 7 de octubre Israel suministró a Gaza 25.000 metros cúbicos de agua cada día. Luego cortaron el suministro y lo tuvieron que reanudar tres días después.

En el futuro, si hay guerras, el agua no será la causa. Con absoluta seguridad. La llamada “crisis del agua” o “estrés hídrico” es una distopía, una de las más aberrantes y apocalípticas profecías de las corrientes seudoecologistas.

La subcultura moderna ha cambiado una perspectiva ideológica ancestral sobre el agua que, históricamente, se consideró como un medio para lograr un fin, el desarrollo de la agricultura y la ganadería que alimentan a la población. Muy a menudo los humedales se secaban deliberadamente para ampliar la superficie roturada. Por el contrario, ahora el agua es un fin en sí mismo. Un humedal, como Doñana, está declarado Patrimonio de la Humanidad, pero un campo de árboles frutales que da de comer a esa misma humanidad no tiene esa misma consideración. ¿Por qué es menos importante el frutal que el humedal?

Con motivo de la supuesta sequía a comienzos de este año en Catalunya, ciertos medios seudocientíficos, como SINC, difundieron mensajes, como el siguiente: “Si las demandas de agua continúan excediendo los recursos existentes, en las sucesivas sequías aumentará la conflictividad socio-territorial por los recursos hídricos que ya venimos observando en los últimos meses: protestas de agricultores, pozos ilegales o zonas con restricciones en los abastecimientos” (1).

Una ideología reduccionista

Al hablar del agua, la mayor parte de las manipulaciones seudocientíficas son reduccionistas y, por lo tanto, simplistas. La más importante es que sólo se refieren al agua en estado líquido porque es la único que se aprovecha y, por lo tanto, tiene un mayor interés económico para la humanidad. Nunca aluden al hielo o al vapor de agua atmosférico. Sin embargo, la mayor parte del agua que hay en el planeta está congelada.

Desde el punto de vista ecológico interesan los tres estados del agua porque están interrelacionados. A diferencia de lo que sostienen los seudoecologistas, el volumen de agua líquida en el planeta ha aumentado desde hace 10.000 años, cuando acabó la última glaciación. Lo mismo cabe concluir de la tesis del calentamiento, porque el aumento de las temperaturas debería conducir al deshielo. Si esa tesis es cierta, como dicen, entonces cada vez habrá más agua en estado líquido y vapor de agua (humedad), que es justamente la conclusión opuesta a la que pretenden llegar las corrientes seudoecologistas.

Por lo tanto, en el futuro no debería haber carestía de agua líquida.

La segunda reducción es que del agua líquida solo se tiene en cuenta el agua superficial, también por motivos económicos: es la más fácil de utilizar y, en consecuecia, la más barata. Sin embargo, conduce a un error importante porque el agua subterránea es mucho más abundante que la superficial. Por lo demás, ambas interaccionan, como los Ojos del Guadiana, que son tramos sucesivos de aguas subterráneas y superficiales.

La manipulación ideológica extiende el tópico a ambas, es decir, tanto a las aguas superficiales como a las subterráneas. Por ejemplo, la NASA respalda un conocido tópico: que los acuíferos se están secando a un ritmo cada vez más rápido.

La tercera es que el agua de mar se mantiene al margen. Las guerras del futuro que pronostican no serán por el agua salobre. Por lo demás, ambas están también interrelacionadas. El agua marina puede infiltrar los acuíferos de agua dulce y al revés. El agua subterránea acaba en los mares en mayor cantidad que el agua de los ríos.

En los años sesenta del siglo pasado los geólogos descubrieron acuíferos bajo los mares del planeta, a unos 50 kilómetros de las costas. En 2011 la investigación se amplió: no son un fenómeno marginal sino que existen en la mayoría de las plataformas continentales y acumulan vastas reservas de agua que se calculan en medio millón de kilómetros cúbicos. Es tres veces el volumen de aguas superficiales (lagos, ríos, embalses) y equivale a todo el consumo humano (riego, usos industriales, agua potable) durante más de un siglo (2).

Las explicaciones simplistas, como la “crisis del agua”, forman tópicos falsos, puras construccciones ideológicas que carecen de fundamento. Asocian el calor con la sequía o el desierto con la falta de agua. Habitualmente se asocian las altas temperaturas con la falta de lluvias y éstas, a su vez, con la sequía. Pero en las regiones tropicales es donde más llueve, con precipitaciones torrenciales. Al mismo tiempo, bajo la arena de los desiertos hay grandes masas de agua.

El gran mito de la escasez

La propaganda seudoecologista ha impuesto un desplazamiento característico del lenguaje del terreno económico al ecológico. Por ejemplo, hablan de la “demanda” o del “consumo” de agua, expresiones que, aparte de falsas, no son ecológicas sino económicas. Desde el punto de vista ecológico el agua no es “irremplazable”, como pretende la Ley de Aguas de 1985. No se consume sino que circula.

En consecuencia, el agua no se puede “ahorrar”. Tampoco se puede desperdiciar. Es imposible. Sin embargo, es curioso constatar que si en 1900 se consideraba un desperdicio que las aguas de los ríos acabaran en el mar, sin poder ser aprovechadas, ahora el concepto de “ahorro” es el contrario: hay que dejar que el agua siga su curso, evitar cualquier aprovechamiento.

Sin embargo, la ideología burguesa vincula la economía con la escasez. En España la Ley de Aguas define el agua como un recurso escaso y, a su vez, la escasez se vincula con la competencia, la lucha por la supervivencia al más puro estilo de Hobbes y Darwin. Cuando llueve poco, el lenguaje se dramatiza aun más para hablar de millones de “refugiados climáticos” y del comienzo de una “guerra de todos contra todos”. La escasez domina el pensamiento seudoecologista por completo y, en referencia al agua, se concreta con expresiones como “sequía” y “sobreexplotación”, un término aún más confuso.

En cualquier caso, las tormentas, los diluvios, las crecidas, las riadas, los aguaceros y las inundaciones, es decir, la abundancia y el exceso de agua han desaparecido de las explicaciones ambientalistas. Hay frases acuñadas por los organismos internacionales, como la ONU, según las cuales en el mundo hay millones de personas, una de cada tres, que no tienen acceso al agua potable.

La búsqueda del término “doñana” en internet conduce a sistemáticamente al mismo callejón sin salida deprimente: sequía, contaminación, destrucción, desaparición… Los titulares, además de falsos, son sensacionalistas.

Al mismo tiempo, el discurso ideológico en torno al agua es contradictorio: aunque se centra en la escasez, las políticas ambientales europeas imponen la destrucción de los embalses de agua, una polémica que recorrió España el año pasado.

En el mundo no hay escasez de agua. En caso contrario, los manantiales llevarían un tapón incorporado. El 70 por ciento de la superficie del planeta está cubierto por el agua. El gas más abundante de la atmósfera, tras el nitrógeno y el oxígeno, es el vapor de agua. Las plantas, los animales y la humanidad consumen agua desde su mismo origen y, lo mismo que el aire, no se ha agotado. El volumen total de agua acumulada bajo tierra en el planeta se estima en 23 millones de kilómetros cúbicos. Podría cubrir toda la superficie de la Tierra con una capa de 180 metros de profundidad. “África descansa sobre enormes balsas de agua subterránea”, titulaba el diario El Mundo en 2012 (3). El volumen total de agua subterránea del Continente asciende a medio millón de kilómetros cúbicos, una cantidad que equivale a veinte veces el agua procedente de las precipitaciones anuales en todo África. Por su parte, el acuífero Alter do Chao, bajo el Amazonas, contiene 162.000 kilómetros cúbicos de agua (150 cuatrillones de litros) que podrían abastecer a toda la población del planeta durante 250 años.

El agua es una molécula con una fórmula química de las más conocidas, H2O, que es estable. Romperla requiere mucha energía. Es una sustancia que cambia de estado, al tiempo que su composición permanece idéntica a sí misma. Pasa del estado líquido, al vapor y al sólido (hielo) permanentemente. El gigantesco acuífero que hay bajo el desierto de Liba, por ejemplo, es “agua fósil”. Se formó hace más de 10.000 años, cuando acabó la última glaciación. El hielo se convirtió en agua líquida masivamente y se almacenó bajo la tierra.

Como cualquier otro fenómeno ecológico, el agua describe un ciclo. Ni se crea ni se destruye, sólo se transforma, cambia de estado. Los romanos recogían el agua de lluvia para sus hogares con el “impluvium”, una pequeña piscina en el centro del patio interior de la vivienda. De esa manera la recuperaban para el uso doméstico. Es un ejemplo de la circularidad y de que la cantidad de agua es siempre la misma. El agua viene de un sitio y va a parar a otro, en una forma o en otra.

En Kazajistán algunos colectivos se oponen a la construcción de la primera central nuclear junto al lago Baljach, el más grande del país. Según ellos, el lago está a punto de desaparecer y la central agravaría el problema al utilizar el agua del lago para refrigerar el reactor. Sin embargo, sólo tienen en cuenta una parte del ciclo porque, después de capturar el agua del lago, la central la devuelve al sitio de procedencia.

Todo el agua que hay en el planeta es reciclada y se seguirá reciclando indefinidamente. Se evapora, viaja a la atmósfera y vuelve a caer en forma de lluvia o de nieve. Una parte se filtra formando grandes masas subterráneas. A ella se suman las aguas residuales, que también se filtran al subsuelo.

No obstante, a diferencia de los embalses superficiales, los acuíferos no siempre se rellenan con el agua procedente de las precipitaciones recientes, sino que sus reservas son de “agua fósil”: proceden del final de la última glaciación, es decir, de hace miles, o incluso millones, de años.

En Islandia, por ejemplo, una isla donde el clima es frío la mayor parte del año, hay 39 corrientes subterráneas de aguas termales y géyseres que corren cerca de la lava volcánica. Mediante tuberías el agua caliente se conduce por debajo de las calles de Reikiavik, la capital, para derretir el hielo y llevar la calefacción a las viviendas. A pesar de ser una isla, a la población nunca le ha faltado agua en cantidad, ni tampoco calor. No necesitan poner un tapón a las cañerías, ni restringir su uso.

El agua es un recurso local

Lo mismo que el clima, el volumen de agua líquida también es una variable local. El problema del agua, pues, no es si hay suficiente sino en saber dónde está embalsada. Lo mismo ocurre con las sequías, que también son fenómenos acotados geográficamente. Por lo tanto, cuando se alude a la “escasez de agua” hay que localizar la región en la que se produce. Cuando en un lugar se produce una sequía, es absurdo “ahorrar” agua en otra distinta. Sin embargo, con el desarrollo de las fuerzas productivas se han podido conseguir ciertos logros que, una vez más, se deberían calificar de “económicos” más que “ecológicos”.

La consecuencia de ello es que si antes la humanidad corría detrás del agua, ahora ocurre al revés. Hoy el agua emigra más que el hombre. La humanidad se establece en cualquier lugar y pretende disponer de agua líquida en cualquier circunstancia. Por ejemplo, ha convertido campos de secano en regadíos o en verdes campos de golf.

Lo mismo que los glaciares, tampoco se conocen los acuíferos que hay en el mundo. Las informaciones se refieren casi exclusvamente a su desaparición, ocultando que también se descubren nuevos ríos subterráneos, como el que apareció en 2011 en Namibia, uno de los países más secos del África subsahariana. Tiene 10.000 años de antigüedad, es decir, que el agua también procede de la última glaciación. Su capacidad es suficiente para abastecer a la población de la zona durante 400 años (4).

En 2012 apareció una gran masa de agua dulce cerca Perpiñán, que podría contener la mayor reserva del sur de Francia y posiblemente de Europa (5).

El año pasado descubrieron un mar de agua dulce bajo el suelo de Sicilia de 17,5 kilómetros cúbicos. También es “agua fósil”: tiene más de seis millones de años de antigüedad y se encuentra entre 700 y 2.500 metros bajo tierra (6).

Los gigantescos acuíferos que hay bajo los mares tampoco son muy conocidos pero, en efecto, también hay agua dulce bajo el agua salada, aunque no es totalmente dulce, sino ligeramente salobre, pero mucho menos que la de los mares: un gramo por litro contra 18 gramos por litro en el Mediterráneo. Estas reservas podrían abastecer a las plantas desaladoras de manera más ventajosa que el agua de mar. Es lo que hacen desde 1998 en Cape May, Nueva Jersey, que obtiene parte de su suministro de agua potable de un acuífero de este tipo.

En 2019 un equipo de geólogos de la Universidad de Columbia, en Nueva York, descubrió 3.000 kilómetros cúbicos de agua dulce atrapada en sedimentos porosos bajo el agua salada del mar en la costa noreste de Estados Unidos.

Los geólogos aseguraron entonces que es el acuífero más grande que se ha encontrado hasta el momento. Lo califican de “gigantesco”. El depósito recorre desde la costa del estado de Massachusetts hasta Nueva Jersey y abarca unos 350 kilómetros de la costa del Atlántico en esa región de Estados Unidos. Si la reserva estuviera en la superficie, formaría un lago de cerca de 40.000 kilómetros cuadrados.

En la literatura científica se ha abierto camino la convicción de que este tipo de depósitos de agua dulce son abundantes, pero aún se sabe muy poco sobre sus volúmenes y su distribución a lo largo del planeta.

(1) https://www.agenciasinc.es/Entrevistas/Nos-enfrentamos-a-la-actual-sequia-con-aguas-subterraneas-en-peor-estado-que-en-otras-ocasiones
(2) https://www.lemonde.fr/planete/article/2013/12/06/de-vastes-reserves-d-eau-douce-sous-les-mers_3526469_3244.html
(3) https://www.elmundo.es/elmundo/2012/04/20/natura/1334919992.html
(4) https://www.agenciasinc.es/Visual/Fotografias/El-agua-del-gran-acuifero-descubierto-en-Namibia-tiene-10.000-anos-de-antigueedad-y-es-apta-para-el-consumo
(5) https://www.midilibre.fr/2012/01/06/la-plus-grande-reserve-d-eau-douce-d-europe,440296.php
(6) https://doi.org/10.1038/s43247-023-01077-w

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies

Descubre más desde mpr21

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo