Ya hemos informado anteriormente sobre la expulsión de Sylvain Itté, el embajador francés en Níger, una especie de virrey posmoderno que aconsejó a la población africana, a que dejaran de beber agua, que en realidad era agua “europea”.
Más tarde se disculpó públicamente, diciendo que “evidentemente” el agua de Níger pertenece a los nigerinos y que sus palabras habían sido tergiversadas. Lo que quiso decir, en realidad, es que los europeos trabajan con sus “socios” africanos al servicio de la población.
Tampoco era verdad. La gestión del agua potable de Níger estaba en manos de Veolia, un monopolio francés.
Ahora el gobierno de Níger ha roto aquel contrato y ha nacionalizado la gestión del agua potable. Nada más lógico en un país desértico que recuperar el control de un recurso vital.
Nigerien Waters, una empresa pública, se hará cargo ahora de la gestión del agua. Es un símbolo contundente de que el nuevo gobierno de Níger marcha camino de una segunda descolonización, que pasa por diversificar sus asociaciones estratégicas.
La nacionalización del agua forma parte de una serie de medidas que afirman la autonomía de Níger. El nuevo gobierno también ha anunciado el fin de dos misiones de seguridad y defensa con la Unión Europea: la misión civil europea EUCAP Sahel Niger y la misión de asociación militar EUMPM.
También ha derogado una ley que penalizaba el tráfico de migrantes, lo que ha desatado las iras dentro de la Unión Europea.
Los vínculos históricos de dependencia se están rompiendo. El gobierno de Níger parece decidido a definir su propio camino y su posición en el escenario internacional.