La primera vez que la monarquía española llevó esclavos negros a América del norte fue en 1518. Muchos de ellos se resistieron, huyeron y fundaron pequeños Estados independientes en las zonas que los europeos blancos no ocuparon.
El comercio basado en la trata de esclavos era triangular. Comenzaba en el oeste de África y llegaba hasta Bahía (actual Brasil), Santo Domingo, Haití Cuba y Virginia. Luego los barcos regresaban cagados con el azúcar, el tabaco y el algodón que producían los esclavos en las plantaciones americanas. Tras descargar en Europa los barcos volvían a África cargados textiles y de quincalla.
Inicialmente dicho comercio estuvo dirigido por españoles y portugueses. Luego les sustituyeron ingleses, franceses y holandeses. Fue un elemento fundamental de la acumulación originaria de capital que condujo a la industrialización en Europa.
A mediados del siglo XIX en los Estados del sur de Estados Unidos los esclavos producían el 75 por ciento del algodón, la mercancía de exportación esencial para el país y la materia prima fundamental para el desarrollo de la industria textil en Europa, que entonces era el motor del capitalismo.
En el siglo XVII los negros tenían la posibilidad de comprar su libertad por un determinado precio. Inicialmente sólo eran una minoría en una sociedad de blancos. Las mujeres negras eran especialmente codiciadas por su función en la reproducción del comercio. Se las obligaba a tener entre 10 y 20 hijos de manera que el negocio de la esclavitud creciera indefinidamente.
Las violaciones, tanto por los blancos como por los negros, eran moneda corriente porque las mujeres negras evitaban quedarse embarazadas. No querían tener hijos para impedir verles sometidos a la esclavitud, golpeados, explotados y maltratados. En muchas ocasiones mataban a sus hijos recién nacidos, perjudicando así el negocio de los esclavistas.
Como la descendencia no era suficiente para sostener la avaricia de los esclavistas, los españoles pensaron abrir para la esclavitud un mercado de blancos. Necesitaban más fuerza de trabajo. Algunos blancos se convirtieron en esclavos a tiempo parcial que trabajaban un promedio de 7 años en las plantaciones en condiciones parecidas a los negros. Según una ley de 1640, cualquier mujer blanca que trabajara al servicio de un patrón y le desobedeciera podían convertirse en esclava.
Pero la esclavitud de los blancos no se impuso, por lo que la esclavitud no sólo fue un negocio y una condición laboral sino un sistema de dominación político e ideológico, el racismo, que se propagó a partir del siglo XIX. Las leyes regulaban minuciosamente la condición civil de los negros, saturada de prohibiciones: no podían casarse con blancos, no podían comprar tierras, no podían votar, no podían acudir a la escuela, no podían reunirse, no podían organizarse, no podían ocupar cargos cualificados…
En las sociedades que compartían con los blancos, los negros fueron relegados al último escalón. A su vez esa situación se justificaba por la supremacía de los blancos: los negros estaban al final porque su raza era inferior a la de los blancos, un escalón intermedio en la evolución biológica antes de descender al mundo animal.
La condición esclava no sólo estaba ligada al color de la piel sino a un determinado sector de la producción: la agricultura. En el sur de Estados Unidos el 90 por ciento de los negros trabajaba en el campo a mediados del siglo XIX. El aprendizaje estaba estrechamente ligado a la sumisión y su herramienta más significativa era el látigo, una variante de la tortura.
A finales del siglo XVIII el 40 por ciento de la población del sur de Estados Unidos eran esclavos de origen africano, un porcentaje que en el norte sólo suponía un 10 por ciento. En 1830 eran 3.777 las personas que poseían esclavos en los Estados del sur. En 1860 una tercera parte de la población blanca, 1.733 familias, tenían al menos un centenar de esclavos.
A finales del siglo XVIII, la independencia de Estados Unidos en 1775-1783 no supuso ningún progreso. Los negros no aparecían en la nueva Constitución. Las declaraciones de derechos no tenían nada que ver con ellos, ni con la esclavitud, que no se prohibió en el mundo hasta 1807. Para entonces habían sido brutalmente asesinados unos 30 millones de negros.
La prohibición del comercio de esclavos fue -más que nada- simbólica. Los negros aún deberían conquistar sus derechos más básicos y no serían los blancos quienes se los regalarían generosamente. Necesitarían de la lucha, del esfuerzo y de la sangre.
Una película que a mi me pareció que reflejaba muy bien esto es "Queimada!" de Gillo Pontecorvo (sus películas me parecen obras de arte). En el guión original la isla en torno a la que gira la película, estaba colonizada por los españoles, pero lo modificaron y finalmente lo dejaron en que fueran portugueses para evitar la censura franquista (no se podía dejar en mal lugar el gran imperio español).
Se puede ver en YouTube.
youtu.be/JBrg5tcWMk4