El Instituto Gamaleya figura como titular de la vacuna rusa Sputnik y, sin embargo, se las compra al por mayor a un proveedor misterioso, que cobra en dólares estadounidenses. El centro ha firmado unos 30 contratos con dicho proveedor para la producción de decenas de millones de dosis.
Las vacunas llevan la marca “Gamaleya” pero no las fabrica Gamaleya. El nombre del proveedor es un misterio porque no aparece en ninguna de las fuentes abiertas que ha podido consultar la agencia de noticias Regnum (1).
Con los datos del Tribunal de Cuentas, Regnum ha analizado los contratos del Instituto Gamaleya a partir del año pasado por una cuantía superior a un millón de rublos, relacionados con la fabricación de vacunas. Aparecen 30 contratos para la “ejecución de trabajos de producción del medicamento Gam-COVID-Vac” firmados por Gamaleya con el mismo proveedor.
Pero, además de comprador, el Instituto aparece como (re)vendedor de las mismas vacunas a varios organismos públicos regionales. Como en cualquier transacción comercial, el precio de (re)venta no sólo es superior al de compra, sino que es superior al precio establecido por el gobierno central.
Además del Instituto Gamaleya, hay otros seis centros que figuran oficialmente como fabricantes de Sputnik: JSC Binnopharm (Zelenograd), JSC Generium (Vladimir), JSC R-Pharm (región de Yaroslav), CJSC Biocad (San Petersburgo), CJSC Pharmaceutical Firm LEKKO (Vladimir), OJSC Pharmstandard-Ufa Vitamin Plant (Bashkiria).
Al menos tres de ellos están interconectados y conducen a un oligarca que figura de la Lista Forbes de grandes millonarios: Viktor Jaritonin, fundador de un holding de medicamentos: Pharmstandard.
El principal accionista de Pharmstandard es la empresa chipriota Augment Invesments Limited, en la que aparece Jaritonin. Para muchos oligarcas rusos, Chipre es una especie de paraíso fiscal a partir del cual mueven el dinero por los mercados mundiales.
Jaritonin es el hijastro del antiguo ministro ruso de Industria y Comercio y antiguo viceministro de Finanzas, Viktor Jristenko, que es el marido de Tatiana Golikova, viceprimera ministra del gobierno y jefa del equipo político de respuesta a la pandemia en Rusia.
El antiguo adjunto de Jristenko en el Ministerio de Industria y Comercio, Andrei Reus, junto con Jaritonin, es miembro del Consejo de Administración de OTCPharm de la división Pharmstandard. Junto con otros, Golikova, Jristenko y Reus son los promotores de una fundación que quiere rehabilitar un viejo monasterio ortodoxo en Staritsky.
Jristenko, es también el fundador y presidente de la empresa farmacéutica Nanolek, que tiene previsto producir la segunda vacuna rusa: KoviVac, aprobada por el gobierno central en febrero de este año. Quien figura como propietario de Nanolek LLC también es otra empresa chipriota, Nanolek Holding Limited, en la que también figura Reus.
La farmafia es igual en todas partes. El modelo de negocio de las vacunas es el mismo en Rusia que en cualquier otro país del mundo: empresas “off shore”, capital riesgo, fondos de inversión, conexiones políticas, subvenciones públicas… Los intereses comerciales son idénticos y cuantas más ventas, mejor para la cuenta de resultados.
¿De cuánto dinero estamos hablando?
Para calcular el coste de las vacunas para el presupuesto público del Rusia hay que remitirse a los datos del sitio web ruso Stop Coronavirus (2), según el cual Rusia ha vacunado a 51 millones personas en su totalidad. La parte del león de esas inyecciones corresponde a Sputnik y el precio oficial es de 850-870 rublos por cada dos dosis.
Bastaría, pues, con hacer una multiplicación para obtener una cifra por debajo de 44.000 millones. Pero no es así. A pesar de que en febrero el gobierno anunció una reducción de los precios de compra, un representante del Ministerio de Industria y Comercio declaró a Rossiyskaya Gazeta que las vacunas habían costado al presupuesto público casi 60.000 millones.
Una estimación más realista duplicaría esa cifra.
(1) https://regnum.ru/news/economy/3412179.html
(2) https://стопкоронавирус.рф/