Mil mercenarios proturcos viajaron al Sahel el año pasado procedentes de Siria

Como cientos de mercenarios proturcos, Omar abandonó el norte de Siria para viajar a Níger, contratado por Sadat (International Defense Consulting Company) una empresa privada de seguridad. “Las difíciles condiciones en Siria me empujaron a irme” dice este hombre de 24 años de edad.

Fundada en 2012, Sadat es una pantalla de los servicios secretos turcos que ha sido acusada recurrentemente de reclutar mercenarios dentro de los grupos yihadistas sirios con base en Idlib para enviarlos a zonas de guerra en el norte de África, el Sahel y Oriente Medio.

En 2020 un informe del Departamento de Defensa estadounidense afirmó que la empresa turca había enviado equipos a Libia para entrenar a mercenarios del norte de Siria para apoyar al gobierno de Trípoli.

El Centro Sirio para la Justicia y la Responsabilidad también asegura que fue Sadat quien organizó el puente aéreo internacional de mercenarios a Libia y Azerbayán, en guerra con Armenia, a través de Turquía.

El cabecilla de Sadat desmintió al año siguiente que fueran una pantalla de las operaciones militares de Turquía en el norte de África y Oriente Medio. Es obvio. Lo mismo que Turquía, los yihadistas juegan con dos barajas. En Libia Sadat apoya al gobierno de Trípoli, mientras que la alianza de los tres Estados del Sahel se acerca a su rival, el mariscal Haftar.

Mientras unos yihadistas integran los grupos terroristas en la región de las Tres Fronteras, otros garantizan la estabilidad de los nuevos gobiernos.

Sobre Sadat recaen, además, sospechas de realizar actividades ocultas, como la búsqueda de opositores a Erdogán en el extranjero. Sus mercenarios han sido acusados ​​de numerosos abusos en los países donde están desplegados.

En la sede de la empresa, los mercenarios firman contratos de seis meses para proteger los intereses turcos, incluidas las minas, en Níger y otros países del Sahel. “Los agentes de Sadat entraron en la sala y firmamos el contrato con ellos” testificó Ahmed, que se prepara para viajar a Níger. “Ellos se encargan de todo, de las medidas de protección, de la organización del viaje”, añade el hombre de 30 años.

En las regiones del norte de Siria controladas por Turquía, el reclutamiento de mercenarios es la principal salida laboral. La documentación siria de los pistoleros ayuda a camuflar la intervención turca y, desde luego, de la OTAN.

En una zona devastada por años de guerra es fácil reclutar carne de cañón. En el norte de Siria un salario mensual no supera los 46 dólares, mientras que “aquí en Níger nos pagan 1.500 dólares”, refiere Omar, que envía el dinero a su madre y sus hermanos: “Espero poder dejar la lucha cuando regrese y abra un pequeño negocio”.

Un millar de combatientes sirios procedentes de regiones bajo control turco partieron hacia Níger durante un año para “proteger los intereses y proyectos turcos”, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Algunos no regresaron, según el Observatorio, que contabiliza al menos nueve muertos entre los mercenarios.

Omar formó parte de un grupo inicial de más de 200 mercenarios que abandonaron el norte de Siria a mediados de agosto hacia Turquía. El joven y otros dos mercenarios proturcos se ofrecieron como voluntarios para ir a Níger con la milicia Sultán Murad, la principal facción proturca del norte de Siria.

La presencia de mercenarios sirios es muy discreta

Desde Turquía un avión militar transportó a Omar y sus colegas a Burkina Faso, desde donde fueron transportados por carretera hasta Níger. Omar dice que primero le encargaron proteger una posición cerca de una mina, mientras que a otros de sus camaradas los enviaron a luchar contra Boko Haram o les asignaron una misión en Lomé, Togo. No quedó claro de dónde procedían las instrucciones que les dieron.

Actualmente, Omar ha cumplido su misión y se encuentra en un puesto cerca de la frontera con Burkina Faso, donde espera impaciente su repatriación. Su familia recibe su salario, del que la facción proturca de la que forma parte recibe 350 dólares al mes.

Ahmed indica, por su parte, que después de haber seguido una formación militar, su misión en Níger es participar en operaciones de custodia. Afirma que también podría participar en combates, aunque no sabe contra quién. Este padre de tres hijos, que porta armas desde 2014, dijo que ya había pasado seis meses en Libia, ganando más de 2.000 dólares al mes.

Turquía está incrementando su presencia en los países del Sahel y, en particular, en Níger, un país clave situado en la frontera sur de Libia, donde acusan a Ankara de enviar miles de mercenarios.

El nuevo gobierno de Níger, fruto de un golpe de Estado perpetrado el 26 de julio del año pasado, ha reorientado su política exterior, denunciando acuerdos de cooperación militar con Francia y Estados Unidos, mientras colabora con Rusia.

Por su parte, Turquía ha aumentado su influencia en Níger durante la última década a través de la ayuda humanitaria, el desarrollo y el comercio. La cadena pública turca abrió el año pasado una delegación dirigida a África. El componente de defensa de la relación entre Níger y Turquía ha cobrado mayor importancia con la firma de un acuerdo de cooperación militar en 2020 y la venta de drones.

El golpe del año pasado no afectó a las relaciones diplomáticas entre ambos países y el pasado mes de marzo se nombró al primer agregado militar turco en Níger. Niamey, que quiere romper con los países occidentales, cita a menudo a Turquía, Rusia y China como socios respetuosos de la soberanía de Níger.

Para el director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, Rami Abdel Rahmane, Turquía explota a los combatientes en las zonas bajo su control en el norte de Siria y el deterioro de sus condiciones de vida para reclutarlos como mercenarios.

Además del Observatorio, varias ONG denuncian que Turquía no siempre ha cumplido sus promesas de pagar a los mercenarios enviados al extranjero. Mohammad Abdallah, del Centro Sirio para la Justicia y la Responsabilidad, dice que su organización también ha documentado promesas de conceder la ciudadanía turca a mercenarios enviados a Azerbayán o Libia, que nunca se cumplieron.

Las misiones en el Sahel no están exentas de riesgos. En los próximos días esperan en el norte de Siria la llegada de unos cincuenta cadáveres de mercenarios muertos.

Abed, padre de cuatro hijos y miembro de otra milicia proturca del norte de Siria, se alistó sabiendo los riesgos. “Tengo miedo de morir”, dijo este hombre de 30 años, que vive con su familia en un campo de desplazados. “Pero me consuelo diciéndome que también puedo morir en Siria. Es mejor morir recibiendo 1.500 dólares al mes que 1.000 liras turcas”, 30 dólares, que es su salario en su país.

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