Los siguientes Congresos de la Internacional

150 años de la fundación de la Primera Internacional (8)

En el siguiente Congreso, celebrado en Lausana (Suiza), se planteó la cuestión de la participación de la «Liga de la paz y la libertad», una organización burguesa pacifista radicada en Ginebra de la que Bakunin formaba parte. Triunfaron los partidarios de la participación. Sólo en el siguiente Congreso, en Bruselas, triunfó el punto de vista del Consejo General y se propuso a la «Liga» que se adhiriera a la Internacional, y a sus miembros que se afiliaran a la sección de la Internacional de su país.

Marx tampoco participó en estos dos Congresos. El Congreso de Lausana no había terminado aún cuando apareció el primer tomo de «El Capital». El Congreso siguiente, celebrado en Bruselas en 1868, adoptó, a propuesta de la delegación alemana, una resolución que recomendaba a los obreros de todos los países el estudio de «El Capital». Esta resolución subrayaba el inmenso mérito de Marx: era «el primer economista que ha sometido al capital a un análisis detallado, reduciéndolo a sus elementos fundamentales».

En el congreso de Bruselas se examinó, entre otras, la cuestión de la influencia de las máquinas sobre la situación de la clase obrera, así como los temas de las huelgas y la propiedad agraria. Las resoluciones adoptadas representaban más o menos compromisos; pero, sin embargo, por vez primera, el punto de vista del socialismo o, como se decía entonces, del colectivismo, triunfó contra los franceses. Se reconoció la necesidad de socializar los medios de transporte y de comunicación, así como el suelo. Pero esta resolución no fue adoptada en su forma definitiva hasta el siguiente congreso, celebrado en Basilea en 1869.

La cuestión política capital que ocupó a la Internacional tras el congreso de Lausana fue la de la guerra y los medios a emplear para combatirla. La guerra de 1866, que se había terminado con la victoria de Prusia sobre Austria, había hecho nacer en Europa la opinión de que esta guerra debía conducir fatalmente, en un futuro próximo, a otra guerra entre Francia y Prusia. Un 1867, las relaciones entre ambos países comenzaron a ser cada vez más tensas. Las aventuras coloniales que había emprendido Napoleón III para realzar su prestigio habían debilitado grandemente su situación. Bajo la presión de los grandes financieros, Napoleón III había emprendido la expedición de México, que indispuso acremente a Estados Unidos. Estados Unidos eran categóricamente hostiles a toda tentativa de las potencias europeas de inmiscuirse en los asuntos del continente. El plan de Napoleón III fracasó estrepitosamente y tenía que reparar su desventura en Europa, pero aquí también la mala suerte le perseguía. Obligado a hacer concesiones en política interior, esperaba, a través de alguna anexión en Europa, incrementar los dominios de Francia y consolidar de este modo su situación. En 1867 estalló el asunto de Luxemburgo; tras todo tipo de tentativas infructuosas para obtener algún territorio en la orilla izquierda del Rhin, Napoleón III intentó comprar a Holanda el gran ducado de Luxemburgo, que hasta 1866 había pertenecido a la Confederación germánica, pero cuyo jefe supremo era el rey de Holanda. Había existido anteriormente en el ducado una guarnición prusiana que había debido retirarse. La noticia de un acuerdo entre Napoleón III y Holanda provocó la efervescencia entre los chovinistas alemanes. La guerra estaba a punto de estallar, pero Napoleón, que no se encontraba preparado, se batió en retirada. Con este motivo su prestigio sufrió considerablemente, viéndose obligado a realizar nuevas concesiones.

En el momento de celebrarse el Congreso de Bruselas, la situación revestía tal gravedad que se esperaba cada día el comienzo de la guerra. Todo el mundo estaba persuadido de que se iniciaría en el momento en que Francia y Prusia hubieran terminado sus preparativas y encontrado un pretexto favorable. Para el movimiento obrero, que se desarrollaba día a día, particularmente en el continente, surgía la cuestión alarmante de los medios a emplear para impedir esta guerra que, es fácil de comprender, supondría un golpe desastroso tanto para los obreros franceses como para los alemanes. Este es el motivo de que la Internacional, a partir de 1868, cuando ya representaba una fuerza considerable y se encontraba a la cabeza del movimiento obrero internacional, no pudiera dejar de ocuparse vivamente de este problema. Tras animados debates, el congreso de Bruselas, a lo largo del cual algunos delegados habían pedido organizar una huelga general en caso de guerra, y otros demostrado que sólo el socialismo podía poner fin a la guerra, adoptó una resolución de compromiso bastante confusa.

Fuente: censurada web Antorcha.org

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