Aprovechando una conferencia de seguridad que se ha celebrado en El Cairo, los máximos responsables de los servicios secretos de Siria y Arabia Saudí se han reunido de una manera muy discreta.
El director del espionaje saudí, Khalid Al-Humaydan, “sugirió” a su homólogo sirio algunos “cambios”, que son otras tantas amenazas de prolongar el purgatorio en el que se encuentra Siria.
Los “cambios” son recurrentes dentro de la pugna entre el Consejo de Cooperación del Golfo, que Washington intenta hacer pasar por una alianza suní, e Irán. Consisten en desprenderse de dos de sus principales aliados: retirada a los asesores militares iraníes y ruptura de los vínculos con Hezbolah.
La posicion de Estados Unidos es un poco diferente a la saudí. También quiere sacar a Rusia e Irán de Oriente Medio.
Por su parte, los sirios no se apean de su postura y no lo harán ni siquiera con el canto de sirena del dinero sadí que promete llegar a raudales para la reconstrucción de las infraestructuras del país. Tampoco con el fin de las sanciones.
Frente al chantaje, el argumento del gobierno de Damasco no puede ser más alocuente: no quieren llegar a un escenario similar al de Irak.
La semana pasada Bashar Al-Assad se reunió en Damasco con el jefe de la diplomacia de Emiratos Árabes Unidos, el jeque Abdullah Ben Zayed Al-Nahyane. A Al-Assad se le olvidó llevar un cuchillo entre los dientes.
En 10 años de guerra Emiratos Árabes Unidos gastó decenas de miles de millones de dólares para acabar con el gobierno de Al-Assad, por lo que la reunión escenificó el reconocimiento de la victoria de Siria sobre el imperialismo y sus secuaces, entre ellos mercenarios de 20 paises distintos y otros 95.000 vestidos con las banderas del yihadismo.
Emiratos Árabes Unido reabrió su embajada en Damasco en 2018 y Siria vuelve a la Liga Árabe, una de esas organizaciones regionales parasitarias, casi tanto como la OEA, que se limita a refrendar las decisiones del Consejo de Cooperación del Golfo. Pero hay que otorgar a los símbolos la importancia que tienen, incuso en medio de parásitos.
El gobierno de Damasco quiere oir a quien lleve la bolsa del dinero y no ponga condiciones imposibles. No se trata sólo de reconstrucción, ni de explorar nuevas áreas de inversión muy rentables. Es algo más político. Los países como Arabia saudí y Emiratos Árabes Unidos tienen en Siria la posibilidad de de arrinconar a Irán y extender su influencia, con el telón de fondo de la quiebra de Líbano y una crisis sin precedentes en Israel.