Actualmente Canadá tiene 900 soldados de tierra, mar y aire en apoyo de la provocación de la OTAN en Ucrania. Es una provocación sobre otra de una país que no es otra cosa que un triste comparsa de Estados Unidos.
900 soldados no aportan absolutamente nada, lo mismo que las declaraciones de los ministros del gobierno, como la encargada de Defensa, Anita Anand, que llegó a suelo ucraniano el 30 de enero y, tras reunirse con los mandos de la operación canadiense Unify, dijo en una rueda de prensa: “La información que utilizamos coincide con la de nuestros aliados de la OTAN en que -y es bien sabido- hay una agresión rusa en la frontera ucraniana en Bielorrusia”.
“Nuestras fuerzas armadas se han desplazado al oeste del río Dnieper, y seguiremos tomando todas las precauciones necesarias para garantizar su seguridad”. Es una declaración de guerra innecesaria y puramente retórica, destinada a la galería y a las primeras planas.
La agresividad verbal tiene, sin embargo, una pequeña explicación, que debe empezar por presentar al Primer Ministro, Justin Trudeau, que es uno de esos políticos posmodernos que sólo sirven de figurín para las cámaras de televisión y las listas electorales.
¿Quién corta el bacalao en el gobierno canadiense?
Quien corta el bacalao en el gobierno es la vicepresidenta, Chrystia Freeland, portavoz de un poderoso grupo de presión de petroleros y nazis ucranianos. Procede de una familia de ucranianos refugiados en Canadá al finalizar la Segunda Guerra Mundial por su complicidad con el III Reich (1).
En los años ochenta Freeland estudió en Ucrania, cayendo bajo el radar del KGB desde su llegada (2). Era algo más que una agitadora nazi. Organizaba manifestaciones y concentraciones para atraer el apoyo occidental. Entregó dinero en efectivo, equipos de grabación de vídeo y audio, e incluso un ordenador personal a sus contactos sobre el terreno.
También comenzó su carrera periodística en Kiev como corresponsal del Financial Times, el Washington Post y The Economist. De 1999 a 2001 fue subdirectora del Globe and Mail de Toronto. Pasó de ser una furibunda antisoviética a un furibunda antirrusa y así comenzó su carrera política.
De noviembre de 2015 a enero de 2017, ocupó el cargo de ministra de Comercio Internacional, supervisando las negociaciones del acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Desde enero de 2017 hasta noviembre de 2019, fue ministra de Asuntos Exteriores y dirigió la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Canadá, México y Estados Unidos.
En noviembre de 2019 fue nombrada viceprimera ministra de Canadá y ministra de Asuntos Intergubernamentales, encargándose durante la pandemia de dirigir las histéricas restricciones sanitarias. En 2018 gestionó el encarcelamiento de Meng Wanzhou, la subdirectora de la empresa china Huawei, a petición de Estados Unidos. Hizo todo lo que pudo para impedir cualquier acuerdo negociado con Huawei o con China.
El cabildo petrolero canadiense
Ahora Freeland está al mando de las operaciones militares de Canadá en Ucrania. Desde 2014 el gobierno de Ottawa ha entregado 700 millones de dólares canadienses en ayuda militar al gobierno de Kiev y acaba de aprobar otros 120 millones porque Ucrania es un pozo sin fondo.
Es posible que Canadá tenga la mayor comunidad ucraniana fuera de Ucrania, pero eso no lo explica todo. Detrás está el cabildo petrolero. Lo mismo que Estados Unidos, Canadá quiere abrir el mercado europeo al gas licuado. Ya existe un proyecto, la Iniciativa de los Tres Mares, para mejorar las infraestructuras para acoger el gas natural licuado estadounidense en doce países de Europa del este.
Para el cabildo petrolero canadiense, el gas ruso es la competencia. El proyecto Quebec LNG de exportación de gas natural de Alberta, licuado en Saguenay, a 200 kilómetros al norte de Quebec, tenía como mercado a Alemania. Se ha firmado un acuerdo no vinculante con la empresa belga Fluxys, un holding de infraestructuras de transporte de gas natural con sede en Bruselas, para construir una terminal en Hamburgo.
El proyecto se archivó por el bajo precio del gas natural, pero ahora está subiendo y el abandono del Nord Stream II podría crear las condiciones idóneas para su reactivación.
Además, Canadá ha firmado una asociación energética con Alemania para el transporte de gas a través de un nuevo gasoducto que pasará por Quebec hasta una planta de licuefacción en Nueva Escocia. El proyecto Goldboro LNG, de 13.000 millones de dólares canadienses, desarrollado por Pieridae Energy, es comparable al proyecto Saguenay LNG, ya que ambos transportan una cantidad similar de gas natural.
Ambos proyectos forman parte de un plan de transición ecológica para evitar que Alemania y otros países europeos recurran a la energía nuclear.
El abuelo nazi de Freeland
El abuelo materno de Freeland, Mijailo Chomiak, fue un colaborador de los nazis desde el principio de la invasión de la URSS en 1941. El ejército alemán le dio un cargo, dinero, vivienda y un vehículo en Cracovia, entonces capital de la administración alemana de la región de Galicia. Su principal trabajo era el de redactor jefe de “Krakivsti Visti”, el periódico más importante en lengua ucraniana bajo la ocupación. Su imprenta había sido robada a un editor judío, que fue asesinado en el campo de concentración de Belzec.
El periódico fue robado por la Wehrmacht y supervisado por la inteligencia militar. Chomiak fue contratado por un oficial alemán llamado Emil Gassner, responsable de prensa en la región. La publicación de Chomiak tenía carácter oficial en la administración alemana en Galicia.
Tras la contraofensiva del Ejército Rojo, Gassner se trasladó de Cracovia a Viena y se llevó a Chomiak con él para seguir difundiendo propaganda nazi, al tiempo que informaba a los alemanes sobre otros ucranianos, entre ellos Stepan Bandera.
Justo antes de que Viena cayera en manos del Ejército Rojo en marzo de 1945, Chomiak fue evacuado con el ejército alemán a Alemania, terminando cerca de Munich, en Bad Worishofen. El 2 de septiembre de 1946 nació la madre de Freeland en un balneario en el que se habían refugiado los últimos combatientes de la Wehrmacht. El ejército estadounidense controlaba entonces esa parte de Alemania.
La inteligencia militar creó una unidad de adiestramiento en Bad Worishofen, para reclutar a europeos del este, incluyendo lituanos, ucranianos, polacos y otros que habían estado luchando contra el Ejército Rojo en las filas nazis, entre ellos Chomiak, a cambio de permitirle la entrada en Canadá en 1948. Eran las primeras fases de la Operación Paperclip.
Si Ucrania celebra la presencia de Freeland en el gobierno de Canadá, no ocurre lo mismo con Polonia, que ha abierto una investigación sobre Chomiak, que no sólo apoyó las matanzas de los judíos gallegos, sino también las de los polacos de Cracovia. Para tener todos los datos sería necesario que Estados Unidos abriera los expedientes confidenciales sobre el reclutamiento de los nazis para la Guerra Fría.
En una ocasión a Trudeau le correspondió visitar Polonia en compañía de Freeland y, cumpliendo los deberes rituales de su cargo, tuvo que viajar al campo de concentración de Auschwitz. Las fotos le muestran emocionado y llorando. Pero estaba solo. No aparece Freeland. Quizá no se desplazó hasta allá, o no lloró. Su abuelo había trabajado apenas a 80 kilómetros del campo, aplaudiendo y jaleando a los asesinos.
Ucrania es un gobierno de nazis que a los nazis les gusta visitar. Así cierra la historia su circunferencia. Cuando algunos creían que aquello no volvería a suceder, los herederos de los nazis se pasean por sus viejos dominios con nuevos ropajes y nuevas palabras sobre democracia y derechos humanos… y vuelta a la guerra contra Rusia.
(1) http://johnhelmer.org/victim-or-aggressor-chrystia-freelands-family-record-for-nazi-war-profiteering-and-murder-of-the-cracow-jews/
(2) http://www.theglobeandmail.com/world/article-kgb-archives-show-how-chrystia-freeland-drew-the-ire-and-respect-of/
En mi opinión, el bloqueo de las importaciones de productos rusos, iría mucho más allá de los intereses gasísticos norteamericanos.
Cuando el cuerpo sufre hipotermia, se ralentiza la circulación de la sangre y se paralizan las extremidades. Esto es adaptativo: la poca energía que hay disponible, se centra en mantener el calor y el funcionamiento de los órganos más vitales, corazón, pulmón y cerebro. En la economía, no es sangre lo que circula, sino bienes, pero es un fenómeno similar. Esto tiene no poca miga desde el punto de vista de la dialéctica, pues la sangre que circula no hace sino facilitar la transformación del oxígeno y alimentos en sus pares opuestos, CO2 y residuos. De la misma manera que los bienes se están transformando en su forma dineraria constantemente, y vuelta a empezar.
Da la total impresión de que EEUU está restringiendo el comercio exterior de la «zona dólar» bajo su control, para poder mantener con respiración asistida a su economía. Si en el caso de la hipotermia, el problema radica en que se pierde más calor del que el cuerpo puede producir, en el caso de la economía capitalista de la zona dólar, el problema radica en que se importa más de lo que se puede exportar.
Toda esta payasada propagandística demuestra que primero decidieron restringir las importaciones, y luego buscaron un por qué. Por supuesto que Rusia no va a invadir Ucrania, entre otras cosas porque Rusia hoy no sólo es heredera del armamento soviético, fundamentado en una industria militar propia, tecnológicamente independiente, sino que también lo es de la estrategia soviética, que era defensiva: estar armados hasta los dientes, porque es la única forma de pararle los pies a los capitalistas. En el caso de Ucrania, su burguesía decidió ahorrar costes y dejar el ejército reducido a la sombra de lo que fue, por lo que se ven abocados a ser una provincia agrícola de EEUU, incapaz de hacer una sola transacción sin salirse de las normas que los EEUU imponen.