De las nuevas vacunas contra el coronavirus sabemos dos cosas fundamentales. La primera es que se trata de una técnica nueva que convertirá a la vacuna en un experimento masivo sobre la población cuyas consecuencias se desconocen. La segunda es que a las empresas que las fabrican las han eximido de cualquier responsabilidad.
Hasta el inicio de la pandemia, la empresa de cabecera en esta nueva técnica era la empresa Moderna, aunque a partir de la declaración de la OMS todas las demás se han lanzado a la misma carrera.
Ya hemos expuesto en otras entradas que Moderna es una empresa financiada por el Pentágono y que sus vacunas, y las demás, son un asunto militar, exactamente igual que cualquier tipo de armamento, como el nuclear sin ir más lejos.
En la carrera por la nueva técnica la multinacional Pfizer ha entrado de la mano de Biontech, una pequeña empresa con sede en Maguncia, Alemania, dirigida por un matrimonio turco, Uğur Şahin y Özlem Türeci, que hasta enero de este año se dedicaba a la investigación del tratamiento del cáncer basado en el ARNm, es decir, la misma que ahora quieren trasladar al coronavirus.
El acuerdo de Pfizer con Biontech se firmó en febrero del año pasado para desarrollar vacunas basadas en ARNm para la prevención de la gripe. Pero Biontech tiene muchos vínculos con otros monopolios farmacéuticos y de biotecnología, como Bayer, Genentech, Sanofi, Genmab, Eli Lilly, Roche…
Lo mismo que Moderna, una parte del capital de Biontech procede de la Fundación de Bill Gates, según el diario alemán Handelsblatt: “La Fundación Gates ha invertido unos 50 millones de euros en la empresa biotecnológica Biontech, con sede en Mainz. El dinero se utilizará para la investigación de vacunas contra el VIH y la tuberculosis”, decía el periódico en septiembre del año pasado (*).
Todos los dirigentes de Biontech proceden de grandes multinacionial del mercado farmacéutico. El director general de Biontech es Sean Marett, que trabajó anteriormente en el departamento comercial de GlaxoSmithKline en Estados Unidos y de Pfizer en Europa, así como en Evotec y Lorantis. El doctor Sierk Poetting, director financiero de la empresa, se unió a Biontech en 2014 procedente de Novartis. El director de estrategia, Ryan Richardson, fue director del equipo de inversión en salud del banco J.P.Morgan en Londres, donde asesoraba a empresas de biotecnología en fusiones y adquisiciones.
El interés de las multinacionales por las vacunas se disparó hacia 2005, cuando se produjo una ola de adquisiciones de pequeños y medianos laboratorios, tanto farmacéuticos como biotecnológicos. La competencia entre los principales monopolios se intensificó y el mercado de vacunas fue visto como una apuesta segura.
A finales de 2006 Pfizer compró la empresa británica PowderMed. En el comunicado oficial la multinacional decía que “la tecnología única de vacunas de ADN de PowderMed es particularmente prometedora” y que “su gama de vacunas candidatas para la gripe y las enfermedades virales crónicas podría tener un gran potencial”. Novartis entró en el negocio de las vacunas al adquirir el 56 por ciento de Chiron, mientras que GlaxoSmithKline amplió su base de vacunas al adquirir la empresa canadiense ID Biomedical.
Sólo faltaba una pandemia para rentabilizar aquellas inversiones y multiplicar los beneficios con la venta masiva de vacunas.
(*) https://www.handelsblatt.com/technik/medizin/hiv-und-tuberkulose-impfstoffe-bill-und-melinda-gates-investieren-in-deutsche-biotechfirma-biontech/24978960.html
Más información:
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