Con el tiempo Zbigniew Brzezinski ha llegado a ser muy conocido por varias razones. Fue Asesor de Seguridad Nacional durante el gobierno de Jimmy Carter y cofundó la Comisión Trilateral con David Rockefeller. Como académico, en 1997 escribió una obra cásica “El gran tablero mundial” sobre la importancia de Asia occidental para el imperialismo (1).
Es menos conocido como autor otro ensayo de 1970, “Entre Dos Eras”, en el que anticipa el papel de la nuevas tecnologías en los mecanismos sociales de dominación (2). Según Brzezinski entonces la humanidad se encontraba en una transición, pasando de la era industrial a una nueva era que él llama “tecnotrónica” que se distingue por el creciente poder de la tecnología digital, los medios de comunicación, las redes informáticas y, fundamentalmente, la cibernética.
En 1970 Brzezinski ya hablaba de una sociedad hiperconectada, estructurada en torno al flujo constante de información digital, donde el individuo es a la vez consumidor y producto, sujeto activo y objeto pasivo.
Los individuos se convertirían en “objetos manipulables”, inmersos en un océano de información filtrada, seleccionada y dirigida por sistemas tecnocráticos opacos. El condicionamiento de masas implica una sobreabundancia de información. Pero no para informar, sino para saturar, desdibujar los puntos de referencia y ahogar el significado en el flujo informe del entretenimiento.
Esta sutil manipulación, este filtrado de realidades y este arte de la distracción constituyen precisamente lo que hoy se llama “ingeniería social”, una técnica avanzada que, como decía Arthur C. Clarke, es indistinguible de la magia.
Según Brzezinski, la tecnotrónica permite una vigilancia masiva tan sofisticada que se vuelve casi invisible. Es una “transparencia forzosa” capaz de archivar y analizar la información más personal de los individuos en tiempo real. Los límites entre la vida privada y la pública, entre la realidad física y la virtual, se difuminan, lo que constituye una transformación radical de las relaciones sociales y políticas.
Lo que en realidad está ocurriendo es una transferencia de la soberanía popular a estructuras burocráticas, financieras y tecnológicas que escapan a los controles democráticos tradicionales. El poder político se desplaza hacia instituciones internacionales y tecnocráticas capaces de ejercer funciones de gobierno supranacional basadas en una racionalidad tecnológica supuestamente neutral, libre de aparentes restricciones ideológicas.
Las nuevas técnicas se asocian a las estrategias sicológicas para inducir estados alterados de conciencia, adhesión inconsciente, una forma de fascinación colectiva que facilita la domesticación de las masas. El control social tecnológico entra así en una dimensión que roza lo psicológico, explotando profundos mecanismos cognitivos y emocionales para mejorar el dominio sobre las sociedades.
Los seres humanos son una red interconectada de datos, un recurso cognitivo que se canaliza, extrae y dirige según las necesidades del capital. Este fenómeno encaja con la actual guerra cognitiva, una guerra librada contra los pueblos, ya no mediante la fuerza bruta de las armas tradicionales, sino mediante la captura sutil y constante de la atención, las emociones y los deseos. Es una guerra contra su capacidad de desear cosas distintas a las que el capitalismo puede satisfacer y rentabiliizar.
En 1970 Brzezinski ya comprendió que la cibernética, nacida en los laboratorios militares, no era una simple ciencia de la información, sino una doctrina para controlar sociedades complejas. El ciclo de retroalimentación entre la información sensorial, el procesamiento cognitivo y la producción conductual se convierte en un nuevo campo de la ingeniería. El deseo es la variable a disciplinar.
En su libro, Brzezinski cita a Gordon J.F. McDonald, miembro de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, quien contribuyó a la obra colectiva “Hacia el año 2018”, publicada por la Asociación de Política Exterior: “La tecnología permitirá a los dirigentes de los principales países del mundo librar una guerra secreta de la que solo una pequeña fracción de los miembros de las fuerzas de seguridad estará al tanto” (3).
Lo que antes era una especulación prospectiva ahora se está verificando ante nuestros ojos en los múltiples dispositivos de vigilancia masiva, algoritmos predictivos, campañas virales cuidadosamente orquestadas y operaciones psicológicas digitales destinadas a influir en las percepciones y los comportamientos colectivos. La guerra ya está en marcha. No es una hipótesis paranoica: es un hecho observable. Es una guerra por saturación, por hipnosis, por fragmentación. No se declara, se infiltra. No explota, implosiona.
Nadie oculta nada. Todo está a plena luz del día, que es la estrategia de encubrimiento más efectiva de todas. El encubrimiento mediante la obviedad, que es el tema central del cuento de Edgar Allan Poe, “La carta robada”. Es lo que también explican Marshall McLuhan y Barrington Nevitt: “Solo los secretos más insignificantes merecen protección. Los grandes descubrimientos están protegidos por la incredulidad pública” (4).
Las nuevas tecnologías permiten hoy cumplir con la utopía de control cognitivo de Brzezinski, que es preocupante porque permanece invisible en gran medida, rodeado por la saturación de información y la ilusión de autonomía que ofrecen las terminales digitales.
(1) https://archive.org/details/el-gran-tablero-mundial-zbigniew-brzezinski
(2) https://archive.org/details/pdfy-z5FBdAnrFME2m1U4
(3) https://archive.org/details/towardyear201800fore/page/n5/mode/2up
(4) https://archive.org/details/taketodayexecuti00mars
Descubre más desde mpr21
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.