Las multinacionales destruyen la producción lechera africana

En 2009 el gobierno nigeriano entregó préstamos monetarios y mil hectáreas de tierra por cabeza a agricultores blancos de Zimbabwe para montar granjas lecheras en Shonga, un importante sector agrícola a 400 km de la capital, Lagos. Esto, con la esperanza de que a partir de la instalación de granjas “ultra modernas” con vacas Jersey importadas desde Sudáfrica, se lograra reducir el enorme gasto en importación de lácteos del país.

“Acá vi una oportunidad, y puedo decirte que, sin dudas, me quedo por un buen tiempo”, decía David Higgins, un sudafricano contratado para dirigir una planta de operaciones lecheras y que distribuye leche fresca para la Corporación Holandesa FrieslandCampina, la cual ha dominado el mercado nigeriano de leche por décadas.

Sin embargo, menos de diez años después, el proyecto está a punto de derrumbarse. La mayoría de los granjeros zimbabwenses se han ido y, tal como afirma un investigador nigeriano, aquellos que se quedaron están “pensando su plan de escape”.

Y es que importar granjeros blancos “modernos” y vacas de raza Jersey no solucionó los problemas de importación de lácteos en Nigeria. El problema, como bien saben todos los pastores nigerianos, es competir con la leche en polvo barata que, compañías como FrieslandCampina, importan al país. Al igual que los pastores locales, los granjeros zimbawenses y sus modernos métodos se mostraron indefensos frente a ello.

Alrededor del 98 por cien de los productos lácteos consumidos en Nigeria son importados, con un costo promedio anual de 1.300 millones de dólares. Nigeria es el mayor importador mundial de leche en polvo reconstituida con grasa vegetal desde Europa —un sucedáneo barato de leche que se hace a partir de mezclar leche en polvo con aceite de palma. A su vez, FrieslandCampina, compañía que importa enormes cantidades de leche en polvo producidas en plantas europeas con subsidios estatales, controla un 75 por cien del mercado lácteo en Nigeria, que está controlado en un 99 por cien por tan sólo cinco grandes compañías.

Sin embargo, Nigeria cuenta con uno de los hatos de ganado bovino de mayor tamaño a nivel mundial, y una producción local de lácteos de larga tradición. A partir de esto, uno podría pensar que en Nigeria las cosas debieran ser similares al caso keniano, donde los pequeños pastores y agricultores, con vacas de razas locales, suministran el 90 por cien del consumo total de leche en el país a través de una red de comerciantes a pequeña escala. La diferencia radica en que en Kenia existe una extensa protección a la producción local de lácteos a través de impuestos a las importaciones, mientras que en 1980 Nigeria abrió su mercado lechero como parte de los programas de ajuste estructural, no existiendo desde entonces ningún esfuerzo real por parte del gobierno por controlar las importaciones. FrieslandCampina culpa de esta situación a lo “precario de la cadena local de abastecimiento lechero”, y cada vez que el escenario político se caldea, promete invertir en el “desarrollo” del sector lechero. Esta corporación instaló su primera granja lechera a gran escala en Nigeria (bajo el nombre Lecherías Integradas) en Vom, Estado de Plateau, en 1984, que fue vendida una década más tarde a un político nigeriano.

Más recientemente, con financiamiento del gobierno holandés, y en conjunto con el gobierno nigeriano, la corporación lanzó el Programa de Desarrollo Lechero en el que se compromete (a través de una “integración retrospectiva o ascendente o” que va compactando los encadenamientos productivos y las empresas que los abastecen) a obtener el 10 por cien de su abastecimiento a partir de productores locales. A pesar de esto, y tras cinco años de lanzado el programa (2011-2016), las importaciones nigerianas de leche en polvo se han mantenido intactas, y la FrieslandCampina se abastece apenas en un 3 por cien de leche local.

En 2016, con los precios del petróleo desplomándose y las reservas de divisas mermadas, el gobierno nigeriano se propuso implementar restricciones a la importación de ciertos productos, entre los cuales se encontraba la leche, con el fin de fomentar la producción local. Sin embargo, tras una serie de reuniones con FrieslandCampina, en las que la compañía se comprometió a aumentar su abastecimiento a partir de leche local, el gobierno retrocedió en las medidas de protección.

Tres años después, con las importaciones lecheras en máximos históricos, y acusando a las corporaciones de tratar la “aspiración nacional [de aumentar el suministro local de leche] con desprecio imperial”, finalmente el gobierno incorporó la leche en la lista de productos con restricciones a las importaciones. Frente a estas medidas las corporaciones contraatacaron con fuerza, por lo que el gobierno, una vez más, retrocedió en sus medidas protectoras, concediéndole en febrero del 2020 a FrieslandCampina y a otras cinco corporaciones una excepción, bajo el argumento de que estaban comprometidas con la “integración ascendente”.

Este último episodio de asociación público-privada está estrechamente relacionado con una controvertida prohibición del libre pastoreo acordada por 17 gobernadores estatales de todo el sur de Nigeria en mayo de 2021, y la cual fue calificada de “satánica” por parte de los representantes de los pastores locales. Con el mismo fin, le fueron entregadas 10.000 hectáreas a FrieslandCampina y otras 4.000 hectáreas a Coca-Cola, al interior de la reserva Bobi Grazing en el Estado de Niger, para que monten granjas lecheras, y radiquen a pastores del pueblo fulani mediante producción bajo contrato. Caso similar es el de la asociación entre la multinacional lechera danesa Arla y el estado de Kaduna para construir granjas lecheras en terrenos agrícolas entregados por el gobierno, con la intención de radicar a mil pastores nómadas y contratar su producción. Estos proyectos cuentan con el financiamiento de los gobiernos holandés y danés, que además proporcionan a los pastores ganado “mejorado” y les capacitan en la producción lechera al estilo europeo. Por su parte la Fundación Bill y Melinda Gates también entrega financiamiento a través de un programa llamado Promoción Del Desarrollo Lechero Local en Nigeria.

El programa financiado por la Fundación Gates es un proyecto en cooperación con seis empresas lácteas en Nigeria y es coordinado por Sahel Consulting (anteriormente Sahel Capital). Una de las compañías, L&Z Integrated Farms Limited, es propiedad de un fondo de inversiones privado con sede en la República de Mauricio y que gestiona Sahel Consulting, y cuenta con fondos entregados por los bancos de desarrollo de Alemania, Holanda y Reino Unido, como también del fondo soberano de Nigeria. Otra de las empresas involucradas es Arla, y el resto son empresas lácteas nigerianas, en su mayoría propiedad de políticos locales o de sus familias.

Sahel afirma que están aplicando un enfoque de mercado liderado por el sector privado con el fin de resolver los problemas estructurales del sector lechero, pero ignorando por completo el verdadero problema: las importaciones de leche en polvo barata y subvencionadas. Por tanto, el esfuerzo por trasladar a los pastores a costosas granjas lecheras al estilo europeo está condenado al fracaso, tal como le sucedió los agricultores zimbabwenses en Shonga y tal como pasó con todos los esfuerzos anteriores por “modernizar” el sector lácteo de Nigeria. Después de todo, ésta es la razón principal por la que los pastores de Nigeria y de los países vecinos, que no han tenido problemas para satisfacer el consumo galopante de carne de vacuno de Nigeria durante las últimas décadas, han sido excluidos del mercado lácteo.

La mafia de la (mala) leche

Escenarios similares se multiplican por toda África. Y no es de extrañar. Con su rápido crecimiento, las poblaciones urbanas representan una mina de oro para las empresas lácteas. En 2019 FrieslandCampina obtuvo la extraordinaria suma de 48 millones de dólares en ganancias de sus operaciones en Nigeria. Ahora, expandiéndose a otros países como Costa de Marfil, donde su planta láctea recién adquirida depende exclusivamente de las importaciones, busca duplicar sus ingresos en África. Cuando se le preguntó sobre la falta de abastecimiento local, el director para África Occidental de FrieslandCampina, Roger Adou, afirmó que la compañía estaba en proceso de construir un “ecosistema” de productores locales de leche capacitados en métodos agrícolas holandeses. “No se puede culpar a las corporaciones multinacionales por la mala organización de las cadenas de suministro locales”, sentenció. Otro gran actor en el continente africano es el gigante francés Danone, quien unió fuerzas con el Grupo Abraaj, empresa de capital privado con sede en Dubai, para hacerse cargo de la empresa láctea ghanesa Fan Milk. En 2019, tras la quiebra de Abraaj, Danone tomó el control de toda la empresa, convirtiéndola en su base de expansión por el África Occidental, incluida Nigeria, en donde tiene un proyecto de “integración ascendente” en el estado de Ogun.

Todos estas operaciones llevadas a cabo por corporaciones extranjeras deben ser interpretadas como meras fachadas, proyectos diseñados para disimular las enormes cantidades de dinero que extraen de África por sus ventas de leche en polvo barata. Este sistema descansa sobre una sobreproducción fuertemente subvencionada en Europa, América del Norte, Australia y Nueva Zelanda, sobreproducción que luego es “derramada” sobre África principalmente en forma de leche en polvo con grasa vegetal añadida, que es procesada y vendida en sectores urbanos a precios tan bajos que destruyen la producción local de leche saludable. En 2019 África importó 100.000 toneladas de productos lácteos por un valor de unos 5.300 millones de dólares, frente al millón 460.000 toneladas de 2009, por un valor de 3.600 millones de dólares.

La crema

En África, la producción de lácteos tiene ribetes políticos, con intereses directos que se extienden hasta los niveles más altos de gobierno. Un ejemplo de esto es Kenia, donde la familia del presidente Uhuru Kenyatta es propietaria de Brookside Dairy, la procesadora de lácteos más grande de África Oriental. Brookside ha atraído a varios socios extranjeros, incluyendo el Grupo Abraaj de Dubai que tenía una participación del 10 por cien a través de un fondo de inversión propiedad de la Fundación Bill y Melinda Gates antes de su colapso en 2018, y el gigante lácteo francés Danone, que actualmente posee un 40 por cien de las acciones.

A partir de la adquisición de otras compañías lácteas con conexiones políticas en países vecinos, Brookside ha logrado expandirse más allá de sus fronteras. En 2016 Brookside se hizo cargo de la principal empresa de procesamiento de alimentos de Ruanda, Inyange, la cual está vinculada con el partido del presidente Paul Kagame. Además, el año anterior a esto, la compañía compró la antigua Ugandan Dairy Corporation, que había sido privatizada y adquirida por una familia cercana al presidente Yoweri Musevenila a través de un escandaloso y corrupto proceso de licitación, y de quien se rumorea que es uno de los principales proveedores de leche de Brookside.

Los donantes insisten en afirmar que la dependencia de África de las importaciones puede resolverse “modernizando” las granjas y las cadenas de suministro. En esta línea, la Fundación Gates respalda una serie de iniciativas para potenciar la producción local de leche en granjas a partir de reemplazar razas locales con razas de alto rendimiento e introduciendo piensos y forrajes comerciales y productos farmacéuticos, como es el caso del Proyecto de Desarrollo Lechero de África Oriental en Kenia, Ruanda y Uganda. El mismo tipo de programas es apoyado por los gobiernos de Holanda, Francia y Dinamarca los países donde se ubican las mayores empresas exportadoras de lácteos a África.

Mientras tanto, y siguiendo con el modelo descrito anteriormente, la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental ha lanzado una “ofensiva láctea” a cinco años ¡mientras sus estados miembros avanzan en acuerdos comerciales con Europa para reducir los aranceles sobre la leche en polvo de un insignificante 5 por cien a cero!

Los fondos privados de inversión también se están asentando masivamente en África, y gran parte de sus fondos provienen de bancos de desarrollo y fundaciones convencidas de que es posible ganar dinero a partir de esta estrategia modernizadora. Sin embargo, de las múltiples inversiones en producción local de lácteos realizadas por éstos, pocas están teniendo éxito. Un ejemplo de esto es Midcom, con sede en Dubai, quien en 2013 intentó invertir en la industria láctea de Uganda con el respaldo de la Corporación Financiera Internacional del Banco Mundial y The Rise Fund (un fondo privado de inversión con sede en EUA y administrado por TPG). Su subsidiaria, Pearl Dairies, afirmó que no sólo se convertiría en un actor importante en el mercado nacional, sino que además crearía un negocio de exportación a los países africanos vecinos. No obstante, una disputa comercial con Kenia, país donde la industria láctea local está controlada por la familia del presidente, terminó por hundir a la compañía. Como consecuencia de esto, en marzo de 2021, Pearl Dairies anunció que cerraría su planta de productos lácteos en Uganda, girando hacia la producción de miel orgánica para exportar a Europa.

Los bancos de desarrollo, los donantes y los gobiernos están desperdiciando dinero y recursos tratando de industrializar la producción local de lácteos en África, cuando existe un enorme potencial sin explotar en los sistemas tradicionales, pero que no ha podido desarrollarse plenamente debido a las importaciones. Los pastores de Burkina Faso, por ejemplo, alguna vez abastecieron de leche fresca a toda la nación. Pero las importaciones de leche barata con grasa vegetal adicionada de Europa han destruido prácticamente su producción durante la última década. “Intenté vender mi leche, pero la mayoría de las veces se vence y termina siendo botada”, dice Hamidou Bandé, presidente de la Unión Nacional de Pastores de Burkina Faso. Hamidou tiene 300 vacas, pero ahora sólo vende su carne porque no puede encontrar un mercado para su leche. “Duele. La leche que tiramos pudo haber sido para los terneros o para nuestros hijos”.

Comparemos esta situación con la de Uganda, donde un arancel del 60 por cien protege a los pequeños productores de leche de las importaciones de productos lácteos. Hoy en día, los pequeños productores de leche (ganaderos, pastores, vendedores y procesadores de lácteos de pequeña escala), suministran 80 por cien de la leche que se consume en Uganda. Con aranceles regionales que no permiten la entrada de importaciones de leche en polvo a África Oriental, estos pequeños productores de lácteos han podido suplir de manera efectiva un aumento en la demanda durante las últimas dos décadas, y lo han hecho con las razas de ganado autóctonas y sus prácticas agrícolas tradicionales. Si bien las pocas compañías de lácteos en el país han intentado en varias ocasiones utilizar sus conexiones políticas para conseguir la aprobación de leyes que debiliten lo que ellos llaman “sector informal”, los agricultores y los pequeños vendedores se han aliado y han logrado detenerlos. Tanto en 2007 como en 2014 protestas de agricultores y vendedores a nivel nacional obligaron al gobierno a echar marcha atrás a la prohibición de venta de leche cruda.

La rica diversidad ganadera de África

De los 222 millones de cabezas de ganado africano que dotan de productos lácteos y carne a su población, la mayoría está en manos de pequeños agricultores y pastores. Esta población ganadera es muy diversa. Se han identificado al menos 150 razas de ganado autóctonas en el continente africano, y muchas otras permanecen sin clasificar. En diversos países el pastoreo del ganado es realizado por tribus específicas, como los banyankole en Uganda, los masaai en Kenia y Tanzania, y los fulani en todo el Sahel y África occidental. Cada uno tiene sus propias razas locales, como el famoso ganado Ankole de cuernos largos que se encuentra en Uganda y sus alrededores o el ganado jorobado cebú que crían los pastores fulani, de los cuales existen una multiplicidad de variedades según las condiciones geográficas locales en donde pastan.

Muchas de estas tribus pastoras son nómadas, y se desplazan largas distancias y por periodos de tiempo prolongados en busca de alimento y agua para sus animales. Es por esto que sus razas de ganado se adaptan a las condiciones locales, como altas temperaturas, sequía, largas distancias entre fuentes de pasto y agua, diversas enfermedades endémicas, así como también a las necesidades y costumbres de quienes dependen de ellas.

Durante los últimos años los agricultores, e incluso los pastores, se han visto obligados a adoptar vacas de “alto rendimiento”, las cuáles por lo general son el resultado de cruces entre vacas utilizadas en las granjas lecheras industriales en Europa y las razas locales. Estas nuevas razas son ofrecidas a mujeres, particularmente a las viudas y madres solteras en las áreas rurales de los países donde operan organizaciones como Send A Cow y Heifer International. Debido a su naturaleza, estas razas extranjeras son costosas y vienen con costosas instrucciones de cuidado, salud y reproducción, por lo que los pastores tienen que endeudarse para financiar carísimos productos veterinarios, procesos de inseminación artificial y construcción de refugios.

A pesar de que las vacas dominan el sector lácteo en África, las ovejas, los camellos y las cabras también son importantes para su producción lechera, especialmente en determinadas zonas del continente. Es difícil obtener cifras exactas, pero se estima que África alberga el 27 por cien de las ovejas y el 32 por cien de la población mundial de cabras, y un 20 por cien del ganado bovino a nivel mundial.

Muchos pastores y agricultores en África prefieren los pequeños rumiantes ya que tienden a implicar menores costos y a ser más fáciles de manejar que las vacas. Esto es especialmente cierto con las cabras, conocidas como la “vaca de los pobres”, y que han sido criadas durante mucho tiempo en el continente africano.

La leche como elemento central de la independencia alimentaria

No existe justificación para los miles de millones de dólares que salen de África cada año debido a las importaciones de productos lácteos. Los productos lácteos pueden y deben producirse de manera local. Siguiendo el caso de Uganda y Kenia, existe una medida simple y efectiva y que puede ser tomada de manera inmediata: detener las importaciones de leche en polvo.

Si existiese voluntad política por parte de los gobiernos africanos, varias serían las medidas que de inmediato se podrían tomar para frenar las importaciones de leche en polvo. Lamentablemente, muchos gobiernos africanos van en la dirección opuesta. Por ejemplo, negociando con Europa acuerdos de asociación económica e incluso un Tratado de Libre Comercio Continental (AfCFTA), los cuales eliminan las posibilidades de los países para proteger su producción local de lácteos. Los gobiernos de países productores de leche de Europa, América del Norte, Australia y Nueva Zelanda presionan de manera incesante a los gobiernos africanos para que estos acepten una mayor cantidad de productos lácteos de sus corporaciones, incluso aunque esto sumerja a los productores locales en una crisis.

—https://grain.org/e/6778

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