“¡Por fin!”, están pensando en las asociaciones de memoria histórica. Alguno dirá: “¡hemos ganado esta batalla!”, “¡Por fin se hace justicia en España!”. Nada más lejos de la realidad.
El Ejecutivo más progresista de la Historia ha lanzado una partida presupuestaria de 11 millones de euros para la recuperación de los restos de más de 20.000 personas que, 80 años después, siguen yaciendo en cunetas y fosas comunes. Sin duda, es el plan más ambicioso que ha habido en materia de Memoria Histórica en nuestro país. Éso no quiere decir que coincida con los intereses de las familias, la lucha de sus padres y abuelos, la dignificación de la lucha antifascista o lo que es, propiamente, la Recuperación de la Memoria Histórica.
El Gobierno se ha planteado recuperar 20.000 personas de un recuento de 114.226 asesinados en fosas comunes. Un recuento de lo más superficial, sin actualizar y carente de cualquier investigación de campo. Uno se puede dirigir a cualquier pueblo de la geografía española y preguntar. Es muy posible que ningún vecino diga nada, pero sí que dirán (a veces, por morbo) si hay algún asesinado en el pueblo y dónde está enterrado. Desde donde se escriben estas líneas (en la provincia de Guadalajara), en un radio de 10km a la redonda existen, al menos, tres fosas comunes donde están enterrados: dos milicianos del XIV Cuerpo Guerrillero y un brigadista suizo perteneciente a la guerrilla republicana. Ninguno de los tres figura en dicho listado. Figuran otros de otros lugares. Pero éstos no. Lo que significa que ningún investigador se ha acercado a este punto y ha contabilizado esos muertos. Es decir, no hay ninguna investigación de campo. Nadie ha pisado la fosa común de estos compañeros.
Pero esta situación no es única de la provincia de Guadalajara, se puede extrapolar a cualquier punto del país. No existe un recuento actualizado de las fosas comunes, de los asesinados del franquismo, etc. Con lo cual, el recuento de 114.226 víctimas es rotundamente falso. Se trata de una cifra mucho mayor: el doble, el triple de los contabilizados… Pero, sin ninguna duda, ésa cifra no es real. Basados en una cifra que no se corresponde con la realidad, el Gobierno se ha lanzado a una campaña para recuperar la cuarta parte de los asesinados. ¿Por qué la cuarta parte?
Agárrense, que vienen curvas… El Ejecutivo más progresista de los que hemos tenido argumenta que, debido al estado de conservación de los fusilados, no va a ser posible la total recuperación de sus restos. Por lo que se hace un estudio para recuperar los que presenten mejores condiciones… Desde este portal nos vienen un montón de preguntas a la cabeza, como por ejemplo: ¿Por qué se pueden recuperar huesos de dinosaurios de hace millones de años pero los de hace ochenta no se pueden recuperar? Evidentemente, los dinosaurios no cuestionaron la esencia fascista del estado y no se levantaron en armas contra él, enfrentándose a los fascistas españoles apoyados por dos potencias militares. Nuestros milicianos sí cuestionaron toda la estructura caduca y fascista de nuestro país: por éso no se les va a exhumar.
Y las preguntas no paran de bombardearnos. Si el Estado se ha lanzado a ese “ambicioso plan”, imaginamos que se contratarán científicos profesionales de equipos multidisciplinares (antropólogos, biólogos, etc.) para la exhumación de dichos restos. O, ¿quién se va a encargar de la exhumación?, ¿las asociaciones memorialistas que carecen de la infraestructura que tiene un estado?, ¿o se encargarán las universidades que contratarán becarios malpagados?…
Estamos hablando de cientos de miles de personas… Se dice pronto. Cientos de miles que arriesgaron su vida y dieron sus huesos con un paredón de fusilamiento por defender los ideales de justicia social que hoy propugnamos. ¿El proceso de recuperación de su memoria? Totalmente en bragas. Su recuperación se plantea como una cuestión arqueológica, como quien va a desenterrar una tumba visigoda o participa en la excavación de un castro celtibérico.
Las exhumaciones, lejos de ser un acto de denuncia de los crímenes fascistas, se convierte en un acto únicamente de reencuentro de los familiares con sus queridos, que también lo debe ser, pero no puede limitarse a ello en un país donde los torturadores siguen muriendo en la cama, donde tenemos monarcas elegidos por el mismo que firmaba las sentencias de muerte, donde las estructuras policiales y judiciales son las de los hijos de los jueces y policías del franquismo, etc.
¿Cuál ha sido la respuesta de los ámbitos memorialistas? Como indicábamos al principio del artículo: “¡Victoria!”. Pero ni Pirro en su famosa batalla se atrevería a tachar de victoria este escenario… Que el Estado responda con migajas para los familiares de víctimas del franquismo no es ninguna victoria, es otra derrota más. Si hace 15 años las asociaciones memorialistas pedían sentar en el banquillo a todos los jerarcas del fascismo y sus herederos: ahora, las mismas asociaciones se limitan a recuperar los restos de sus familiares y coexistir con los herederos del fascismo.
Como familiar de un caído combatiendo el fascismo en el frente de Extremadura que no sé si podrá ser recuperado “por el estado en que se encuentre”, y nieto de una combatiente del Socorro Rojo Internacional, no puedo más que sentirme con un total desánimo y en disgusto con estas medidas y la aceptación, sin rechistar, por parte del ámbito memorialista. Pasen los años que pasen, los nuestros siguen en cunetas y los suyos enterrados en mausoleos, instalados en la Judicatura y la Policía, en las Administraciones Públicas, etc. Quien tache ésto de “victoria” colabora con enterrar a los nuestros en lo más hondo de nuestro planeta.