Cuenta Beeley que ha estado en Janano, la madriguera del Frente Al-Nosra, hablando con sus habitantes, que se muestran contentos de poder relatar, por fin, lo que ha sido su “encarcelamiento” de estos años. La mayor parte de ellos se sienten agradecidos al ejército sirio por la liberación, asegura Beeley. Los grupos terroristas recibían ayuda humanitaria, provisiones y medicamentos y los almacenaban para vendérselos a quien pidiera pagar su precio.
Los vecinos también recibían ayuda, pero en cantidades muy reducidas. Una mujer le contó a Beeley que su familia, compuesta por 12 personas, recibía 12 trozos de pan cada tres días. La periodista dice que ha visto a muchos niños hambrientos. Nada más llegar el ejército sirio y los soldados rusos se pusieron a repartir provisiones a los vecinos.
En la parte norte de la ciudad, el júbilo era indescriptible. El taxista que trasladaba a los reporteros lloraba de alegría. Decía que era un momento maravilloso. Tras la reunificación de las dos partes de la ciudad, pudo ver a su familia después de cinco años. Recorriendo las calles, Beeley no vio ni una sola ejecución, ni un solo detenido, ni un solo golpe… Absolutamente nada de lo cuentan los gacetilleros mercenarios de la prensa española.
En el barrio de Jibreen se ha abierto un registro para que quienes han vivido en los barrios ocupados por el Frente Al-Nosra se puedan inscribir. Luego salían acompañados de los soldados del ejército sirio, que les ayudaban a llevar sus maletas, les daban comida y bebida caliente porque en Alepo hacía frío.
La periodista visitó un hospital de campaña ruso, donde los médicos cuidaban a los heridos, con fracturas graves que no habían podido curar durante la ocupación yihadista. En Alepo no hay falta de hospitales, afirman los civiles a los que Beeley ha podido preguntar. “Mucha gente ha venido a mí enseñándome sus heridas de bala no curadas porque tenían miedo de pedir ayuda médica a los terroristas. Muchos me han dicho que los terroristas no les daban medicamentos”, comenta Beeley. Para ellos la población sólo les servía como escudos humanos, además de encarcelar y violar a las mujeres.
Un vecino le cuenta la historia de una mujer que vivía en Janano y tenía hambre. Suplicó a los yihadistas que le dieran algo para comer y éstos le dispararon un tiro en la boca.
La periodista preguntó a los vecinos por el trato que les dispensaban los soldados del ejército sirio y la miraban soprendidos, como si estuviera loca: “El ejército sirio nos ha liberado, nos han llevado en camiones a Jibreen de una manera segura, nos han dado comida, vestidos y todo tipo de ayuda para regresar a nuestras casas, o bien para albergarnos hasta que el gobierno nos conceda un nuevo alojamiento”.
Comenta Beeley que la mayor parte de los soldados del ejército sirio eran civiles antes de la guerra. Casi todas las familias de Siria han llevado a alguien al ejército para defender al país de la agresión imperialista. La mayor parte de ellos han vuelto a sus casas tras liberar la ciudad después de años de combates. ¿Por qué matar y violar a sus vecinos?
En los tres días que ha permanecido en Alepo, Beeley no ha podido utilizar en ningún momento wi-fi, ni 3G, ni correo electrónico, ni Skype. En muchos sitios ni siquiera había electricidad para recargar las baterías. ¿Cómo ha logrado la CNN realizar esas entrevistas a través de internet?, se pregunta la periodista. ¿Cómo envían esos vídeos supuestamente grabados por una “población” que no tiene ni para comer?