Las noticias en torno a los coches eléctricos no son buenas. Algunas compañías inglesas de seguros no quieren asegurarlos. Las empresas de alquiler de coches no los quieren en sus flotas. Los transbordadores noruegos no los admiten a bordo…
Tesla ha dejado de fabricarlos en su planta de Alemania y Volvo también acaba de suspender la producción en su fábrica de Gante, en Bélgica.
Esta vez el motivo no es el nuevo motor sino la tensión en el Mar Rojo, que se suma a la interrupción de la logística internacional desde la pandemia.
El comercio mundial funciona igual que el minorista de cualquier rincón de mundo. Se han acabado los almacenes y las empresas quieren suministros “sobre la marcha”, en cuanto los piden.
Desde la pandemia eso ya no es posible. La entrega de piezas y recambios se retrasa. La situación en el Mar Rojo ha dado la puntilla a la cadena de suministros, alargando los plazos de entrega hasta tres semanas más y encareciendo los precios.
El número de mercantes que transitan por el Canal de Suez ha caído un 30 por cien y el número de petroleros un 19 por cien. Al mismo tiempo, el comercio marítimo que transita por el Cabo de Buena Esperanza casi se ha duplicado, el número de buques comerciales ha aumentado un 66 por cien y el número de petroleros un 65 por cien.
En la dirección de China hacia África, Medio Oriente y Europa, los precios han aumentado hasta un 60 por cien, alcanzando el punto más alto el año pasado, con un costo adicional de 1.000 a 2.000 dólares por cada contenedor que transita hacia Europa, acelerando el proceso inflacionario mundial.
El ritmo de producción de los fabricantes finales también ha quedado muy afectado. La gigantesca planta de Tesla en Berlín ha tenido que parar durante dos semanas por falta de componentes.
Lo mismo le ha ocurrido a la planta que la multinacional sueca Volvo tiene en Gante, donde fabrica sus últimas modelos, como el XC40, el C40 o incluso el futuro EX30. Según un portavoz, las entregas de coches eléctricos y las tasas de producción en su otra sede europea, en Gotemburgo, en Suecia, no se verán afectadas por la paralización de la producción en Bélgica.