En el pequeño y superpoblado enclave de Gaza millones de palestinos son el objetivo mortal de más de 65.000 bombas, así como de disparos de ininterrumpidos de tanques y francotiradores.
Los israelíes han destruido edificios de apartamentos, mercados, campos de refugiados, hospitales, clínicas, ambulancias, panaderías, escuelas, mezquitas, iglesias, carreteras, redes eléctricas, tuberías… casi todo.
La maquinaria de guerra israelí equipada por Estados Unidos incluso arrasó los cultivos agrícolas, incluidos miles de olivos en una granja, derribó numerosos cementerios y bombardeó a civiles que huían por órdenes israelíes, al tiempo que bloqueó los pocos camiones que transportaban ayuda humanitaria desde Egipto.
Casi sin atención médica, sin más medicamentos y con enfermedades infecciosas propagándose particularmente entre bebés, niños, enfermos y ancianos, ¿podemos creer que el número de muertos acaba de superar las 30.000? Con cinco mil bebés nacidos cada mes entre los escombros, sus madres heridas y sin alimentos, atención médica, medicinas ni agua potable para ninguno de sus hijos, está justificado un severo escepticismo ante el recuento oficial.
El Ministerio de Salud dice que su recuento proviene únicamente de informes de muertes nombradas por hospitales y morgues. Pero a medida que las semanas se han convertido en meses, los hospitales y morgues destruidos y discapacitados ya no pueden seguir el ritmo de los cadáveres, ni contar a los que han muerto tirados en las carreteras aliadas y bajo los escombros de los edificios.
El 29 de diciembre Devi Sridhar, catedrático de salud pública de la Universidad de Edimburgo, predijo medio millón de muertes para este año en un artículo publicado en The Guardian (*).
En los últimos días, la situación se ha vuelto más grave. El 2 de marzo el Washington Post escribió: “La mayoría de los más de dos millones de residentes de Gaza enfrentan la perspectiva de una hambruna, una situación que representa el deterioro más rápido del estado nutricional de una población nunca registrado en el mundo, según los trabajadores humanitarios. Los niños mueren de hambre a un ritmo sin precedentes jamás visto en el mundo. Los grupos humanitarios han señalado la restricción por parte de Israel del flujo de ayuda al territorio como un factor clave de la crisis. Algunos destacados funcionarios israelíes abogan abiertamente por impedir estas transferencias de ayuda”.
El director del Consejo Noruego para los Refugiados, Jan Egeland, dice: “Debemos ser claros: los civiles en Gaza están enfermando de hambre y sed debido a las restricciones de entrada impuestas por Israel. Se están bloqueando intencionalmente suministros vitales y las mujeres y los niños están pagando el precio”.
Martin Griffiths, el principal funcionario humanitario de la ONU, dice que “la vida se escapa de Gaza a una velocidad aterradora”. Según el Washington Post, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, advirtió sobre “un número desconocido de personas –estimadas en decenas de miles– que yacen bajo los escombros de edificios destruidos por los ataques israelíes”.
Volker Turk, alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, dice que todos los residentes de Gaza corren un riesgo inminente de sufrir hambruna. Casi todo el mundo bebe agua salada y contaminada. La atención sanitaria en todo el país apenas funciona. Imagínese lo que esto significa para los heridos y quienes sufren brotes de enfermedades infecciosas. Ya pensamos que muchos se están muriendo de hambre. UNICEF, el Comité Internacional de Rescate, la Media Luna Roja Palestina y Médicos Sin Fronteras dicen que las mismas condiciones catastróficas están empeorando rápidamente.
El número de víctimas real es tres, cuatro, cinco, seis veces mayor que las cifras del Ministerio de Salud de Gaza.
(*) https://www.theguardian.com/commentisfree/2023/dec/29/health-organisations-disease-gaza-population-outbreaks-conflict