
Hechas estas pequeñas precisiones corresponde entrar de lleno en el fondo del asunto.
El viaje del San Juan empezaba en la base de Ushuaia, la capital de la provincia de Tierra del Fuego, en el extremo sur de Argentina ya cerca de la Antártida, y sobre todo en una zona muy fría. El destino era la base naval de Mar del Plata, a 2.600 kilómetros al norte, en la provincia de Buenos Aires. El sumergible viajaba en inmersión a 460 kilómetros de la costa, y al parecer al borde de la plataforma submarina, que es una porción del territorio argentino bajo el mar, que va de los cero metros hasta los 200 metros de profundidad, y que tiene una superficie de un millón doscientos mil kilómetros cuadrados, y que está dentro de la zona económica exclusiva de la Argentina.
El San Juan es un submarino diésel eléctrico, construido en Alemania en 1983, con un casco simple que significa que su estructura no se corresponde con estándares modernos de los sumergibles que llevan doble casco, y por lo tanto son más seguros. Dicho submarino había pasado la revisión de media vida que pasan todos los buques, y este tenía ya más de cuarenta años, lo cual es demasiado para un sumergible, que está sujeto a grandes presiones cuando está en inmersión. Este submarino fue comprado de segunda mano a Alemania, y esto es un dato clave para saber que no era seguro. Tiene dos motores diésel, que sirven solo cuando navega en superficie, ya que en sumersión los gases de la
combustión del diésel no podrían ser expulsados, y sobre todo sirven esos motores para cargar las baterías que lo propulsan cuando navega en inmersión. Estos submarinos deben salir a la superficie con cierta regularidad para llenarse de aire, o bien deben asomar la torreta para eso mismo, es decir que el tiempo que pueden estar inmersos es muy limitado.
Según dijo uno de los tripulantes antes del malogrado viaje, las baterías no estaban en buen estado, a pesar de lo cual y sabiéndolo, la autoridad naval ordenó ese viaje.
Pero hay algo fundamental en todo esto, y es de índole política, y me explicaré.
En 1946 asume la presidencia de la República Argentina el General Perón, que aplica una política proteccionista y pone en práctica una planificación a veces imperativa y otra indicativa, aprobando un primer plan quinquenal, que implicaba entre otras cosas muy importantes la renovación total de la flota de guerra en diez años, fabricando todos los buques en astilleros nacionales, con la orden imperativa de no utilizar medios importados siempre que esos medios se puedan fabricar en el país.
Las vidas de los 44 tripulantes se perdieron por una política criminal que no respeta esas vidas y las pone en peligro. Los gobiernos posteriores a 1955 siguieron una política criminal exponiendo a los marinos a peligros evitables. La marina de guerra argentina estaba muy ocupada haciendo desaparecer a miles de militantes populares en la tétrica ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) en vez de defender el patrimonio nacional y las vidas de sus marinos. La tragedia humana del San Juan es un crimen más de un Estado que persigue solo saquear sus propias arcas en beneficio de unos pocos que hacen buenos negocios a costa de lo que sea, llevando el llanto y el luto a las familias de los náufragos.
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