La sombra de la proliferación de armas nucleares regresa a Europa

El 26 y 27 de junio se reunieron en Bruselas los ministros de Defensa de la OTAN para aprobar nuevas medidas de disuasión contra Rusia, acusada de violar el Tratado de reducción de armas nucleares de alcance intermedio (entre 500 y 5.500 kilómetros) en Europa.

Es complicado de digerir la validez de un Tratado que involucraba a Estados Unidos, que se retiró del mismo el 2 de agosto unilateralmente, salvo que los europeos acepten la ley del embudo: una parte debe cumplir aunque la otra no lo haga.

Pero la cosa es aún más fea: en la ONU la Unión Europea rechazó la propuesta rusa de mantener el Tratado sobre las fuerzas nucleares de alcance intermedio y 21 de los 27 miembros de la Unión Europea forman parte de la OTAN, al igual que Gran Bretaña, que tiene un pie dentro y otro fuera.

En otras palabras, incluida nuestra ministra Margarita Robles, los europeos tienen la cara más dura que el cemento.

Estados Unidos pretende desplegar misiles nucleares de alcance intermedio en una base terrestre en Europa, similar a la de los años ochenta (Pershing II y crucero) que fueron eliminados (con el SS-20 soviético) por el Tratado firmado en 1987 por Gorbachov y Reagan.

Las principales potencias europeas están cada vez más divididas dentro de la Unión Europea y su posición dentro de la OTAN es cada vez más vidriosa, lo mismo que su vínculo militar con Estados Unidos.

El último documento estratégico de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, Operaciones Nucleares, fechado el 11 de junio y redactado bajo la dirección del Jefe del Estado Mayor Conjunto, asegura que la posibilidad de que algún día lleguemos al uso de armas nucleares aumenta. Lo que no dice -naturalmente- es que aumenta porque así lo quieren quienes han redactado dicho documento.

“Las fuerzas nucleares proporcionan a Estados Unidos la capacidad de perseguir sus propios objetivos nacionales”, dice el documento, subrayando que deben ser “diversificadas, flexibles y adaptables” a una “amplia gama de adversarios, amenazas y contextos”.

Mientras Rusia advierte que incluso el uso de una sola arma nuclear de baja potencia iniciaría una reacción en cadena que podría conducir a un conflicto nuclear a gran escala, la doctrina estadounidense se está moviendo hacia un peligroso concepto de “flexibilidad”.

El objetivo que persigue Estados Unidos con las armas nucleares es el mantenimiento de la hegemonía, lo que el documento explica de la siguiente manera: “el uso de un arma nuclear cambiará fundamentalmente el contexto de una batalla al crear las condiciones que permitan a los comandantes prevalecer en el conflicto”.

Las armas nucleares también permiten a Estados Unidos “tranquilizar a sus aliados y socios” que, apoyándose en ellas, “renuncian a la posesión de sus propias armas nucleares, contribuyendo así a los objetivos de no proliferación de Estados Unidos”.

No todos entendemos el principio de “no proliferación” de armas nucleares de la misma manera que Estados Unidos. Para ellos se trata de que sean los demás los que no tengan dichas armas. Es siempre la ley del embudo: unos tienen los derechos y los demás las obligaciones.

Son situaciones que ya vivimos en Europa durante la Guerra Fría, con la diferencia de que entonces había un movimiento verde que luchaba por la paz y el desarme, que ahora se entretiene con otros asuntos.

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