La situación en el Sahel preocupa a la OTAN

El 8 de abril, con motivo de una reunión entre la OTAN y sus “socios del sur“, la situación en el Sahel fue una novedad en el orden del día. En la reunión se constató una “creciente inestabilidad en el Sahel”.

En la jerga de la OTAN los “socios del sur” son los del “Diálogo Mediterráneo” (Israel, Egipto, Jordania, Mauritania, Marruecos, Argelia y Túnez), más la Iniciativa de Estambul (Bahrein, Kuwatt, Qatar y Emiratos Árabes Unidos).

El interés de la Alianza por la región va en aumento, aunque con el tiempo ha ido tejiendo su red con paciencia, primero reforzando su asociación con la Unión Africana en 2016 y luego, en 2017, creando su Polo del Sur, con sede en Nápoles.

En 2019 un informe instó a los aliados a desempeñar un papel más importante en África y, dos años después, Jens Stoltenberg, entonces secretario general de la Organización, anunció abiertamente que “estaban estudiando las posibilidades de ampliar sus asociaciones a los países de la región del Sahel” (*).

Ese mismo año reforzó su cooperación con Mauritania con programas importantes, como el desarrollo de las fuerzas especiales, la seguridad marítima o incluso el gobierno militar. En mayo de 2022 la OTAN presionaba a sus peones para firmar una asociación con la Cedeao para cooperar en varios sectores: la lucha contra el terrorismo y la piratería en el Golfo de Guinea.

El aquel momento Mali, Burkina Faso y Níger aún formaban parte de la organización subregional.

A partir de 2022 la Guerra de Ucrania resultó tan absorbente para la OTAN que paralizó los trabajos políticos en África, hasta que volvieron a reaparecer como una prioridad. En enero una treintena de soldados checos desembarcaron en suelo mauritano con la misión de entrenar soldados durante un año.

Para ocultar la intervención de la OTAN, se dijo oficialmente que se trataba de una asociación bilateral entre Praga y Nuakchot aunque, en realidad, la misión forma parte de “los esfuerzos de la Alianza para fortalecer la estabilidad en la región del Sahel”.

La tapadera oficial es consecuencia de las numerosas críticas, la primera de las cuales es la desastrosa intervención en Libia en 2011, que ningún saheliano ha olvidado. A ello se suma el delicado tema de la injerencia occidental en África en un momento en que la sensibilidad está a flor de piel. Una intervención directa de la OTAN seguramente sería violentamente rechazada por la mayoría de la población.

También se necesitaría el acuerdo unánime de los estados miembros de la Alianza, algo que es poco probable que tenga éxito en el contexto actual de disputas internas. La OTAN ha empezado a privilegiar las estrategias indirectas, a través de programas de entrenamiento, donaciones de equipamiento y ejercicios conjuntos. De esa manera garantizan la lealtad de las dirigentes militares de la región.

Tras su fracaso en la Guerra de Ucrania, la OTAN necesita justificar su existencia y las guerra contra los yihadistas ofrecen buenos pretextos, porque son enfrentamientos de baja intensidad que no requieren grandes capacidades industriales. Los diferentes movimientos que están operativos en África no tienen superioridad aérea ni armamento sofisticado.

Este tipo de guerras asimétricas se corresponden bien con la escasez actual de medios de la OTAN.

(*) https://www.nato.int/cps/en/natohq/news_187613.htm


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