La refundación fascista del PSOE

A comienzos del los años setenta el PSOE no eran más que cuatro letras, apenas un recuerdo lejano de los viejos tiempos de la República. Desde luego que era absolutamente incapaz de intervenir en ninguna movilización de las muchas que los antifascistas tenían entabladas contra el Estado.

La insignificancia del PSOE, que inicialmente fue durante décadas una bendición para el franquismo, se convirtió entonces en un problema porque para el futuro dejaba claro que todo dependía de los comunistas y, en definitiva, que en España los comunistas eran la columna vertebral de la resistencia antifascista. Por lo tanto, el futuro también dependía de ellos. Por débil que fuera el movimiento comunista en España, ideológica y organizativamente, la debilidad del franquismo hacía que pareciera otra cosa.

La experiencia de la Revolución de los Claveles en Portugal, en abril de 1974, fue decisiva para el franquismo. Necesitaban una socialdemocracia fuerte. Si el PSOE no existía había que inventarlo y el SECED, el espionaje militar franquista, se hizo cargo de la tarea, a la que denominó con el nombre en clave de “Operación Primavera”.

Desde hacía un tiempo que el franquismo venía apoyando a grupos capaces de balancear la fuerza de los comunistas, agrupando a diversas camarillas tanto en el terreno sindical como político, para lo cual utilizaron los tentáculos de los que disponían, como los grupos católicos o los trotskistas.

La CIA tuvo que ir a buscar a los socialistas portugueses a su exilio dorado en Francia y con los españoles ocurrió lo mismo, aunque se encontraron con el problema de que su máximo dirigente Rodolfo Llopis, se negaba a trasladar la dirección al interior de España.

En el Congreso celebrado en agosto de 1972 en Toulouse, Francia, cuando Llopis se niega a convocar el siguiente Congreso, la camarilla del interior (Rubial, Redondo, Múgica, González, Castellanos y Guerra) prepara la escisión.

En setiembre del siguiente año aquella camarilla se reunió al margen de la dirección, consumándose la escisión. El PSOE “histórico” va por un lado y el PSOE “renovado” por otro. Los militares golpistas habían organizado un golpe de Estado, de manera que un golpe dentro de un partido les resultó mucho más sencillo.

La reunión se celebró en Gipuzkoa, en la misma frontera con Francia, porque entonces la policía no le entregaba un pasaporte a cualquiera, por lo que los militantes del interior no podían pasar al otro lado. Por el contrario, resultaba más fácil la entrada a los que residían en Francia.

En el verano de 1974 todo se acelera. Además de la Revolución portuguesa, Franco cae enfermo y se constituye la Junta Democrática, cuyo integrante principal es el PCE.

En agosto el PSOE “renovado” se reúne en el Parador de Jaizkibel, en Fuenterrabía, para elaborar un documento contra la Junta Democrática, que no era otra cosa que un apoyo al régimen fascista decrépito.

En este encuentro de Jaizkibel se decide de manera precipitada convocar otro Congreso, que se celebrará el 14 de octubre cerca de París, en Suresnes.

Este Congreso cambia la dirección. Se elimina la secretaría colegiada para imponer a un único Primer Secretario: Felipe González. A través suyo y del nuevo equipo dirigente, el espionaje fascista se aseguró la fidelidad de un partido destinado a vestir el continuismo franquista con aires remozados.

El viaje a Suresnes estuvo bien organizado, a la manera militar, es decir, meticulosamente. Pero el SECED no sólo facilitó el viaje a París de la nueva dirección sino que les entregó los pasaportes y les escoltó hasta las puertas del teatro de Suresnes donde se iba celebrar el Congreso.

El militar que acompañó a Felipe González en el viaje fue José Faura, que veinte años después, en 1994, fue ascendido a Jefe del Estado Mayor del Ejército por su antiguo protegido Felipe González, siendo éste presidente del gobierno.

El entonces capitán del SECED, Manuel Fernández Monzón, lo ha relatado de la forma siguiente:

“En un restaurante de la calle madrileña de Santa Engracia hablamos con González, en presencia de Enrique Múgica, para garantizarle su viaje a Suresnes. Otros compañeros se entrevistaron con Nicolás Redondo, y él entendió enseguida que debía ceder el puesto a un secretario general más joven y con otras características. Cuando Felipe González volvió de Francia, después de haber sido elegido, un comisario de Sevilla le detuvo, creyendo que había dado un pelotazo. Se llevó una bronca tremenda y tuvo que soltarle enseguida, claro”.

Los contactos de los militares franquistas con los militantes socialistas continuaron tras el Congreso. Una vez creada la nueva dirección, había que seguir promocionando a aquella banda de arribistas para hacer de la socialdemocracia una alternativa política creíble y capaz.

El SECED encarga a dos de sus agentes, Andrés Cassinello y José Faura, mantener las relaciones con Felipe González y Alfonso Guerra para que la propaganda entre España, algo que el PSOE nunca habían logrado por sí mismo hasta entonces.

El torturador Ballesteros lo contó así a la periodista Pilar Urbano: “Entre 1964 y 1975 estuve precisamente en la información del mundo universitario, muy estrechamente relacionado con la política entonces clandestina. Y lo que viví fue que, a partir de cierto momento, la dictadura propició el resurgir del PSOE, para ahogar al PCE. A los socialistas no se les detenía, a los comunistas, sí. Estando yo en la Brigada Social, esa era una indicación de los mandos. Más aún: la policía no sólo miraba para otro lado, haciendo la vista gorda, sino que a veces ayudaba a pasar la valija con la propaganda y los documentos internos del partido que los de Rodolfo Llopis [el PSOE del exterior] enviaban de allá para acá”.

Paralelamente el comandante Miguel Paredes, del SECED, y el inspector Emi Mateos, destinado en la Jefatura Superior de Policía de Bilbao, contactan con dirigentes del PSOE en Euskal Herria, especialmente Redondo y Múgica, para preparar determinados aspectos políticos de la transición. El comandante Paredes lo ha explicado así:

“En el SECED nos propusimos empezar a reunirnos con ellos para ver hasta dónde llegaba su izquierdismo, su ímpetu revolucionario, su afán izquierdista… y tratar de acercarlos hacia posiciones más templadas, menos radicales, más en la línea de la moderación pragmática que les recomendaba Willy Brandt.

“Los encuentros entre los agentes del SECED y los socialistas continúan, y a ellos se incorporan algunos militantes más.

“Después de cada encuentro redactábamos un informe para el Servicio. Nuestra impresión entonces era que el líder ideológico, el que pensaba más largo, más rápido y con más calado era Pablo Castellano. El mayor peso moral lo tenía Nicolás Redondo. Felipe González nos pareció un conversador ágil, brillante, con ‘charme’.

“Pero, de pronto, sacó un largo Cohiba, lo encendió con parsimonia y se lo fumó como un sibarita. A mí ese pequeño detalle me chocó, me extrañó. Era un trazo burgués que no encajaba con sus calzones vaqueros, ni con su camisa barata de cuadros, ni con su izquierdismo… En mi informe oficial no mencioné esa bobada del habano ni lo que me sugirió. Pero en mi agenda privada de notas sí que escribí: Felipe González, el sevillano, parece apasionado pero es frío. Hay en él algo falso, engañador. No me ha parecido un hombre de ideales, sino de ambiciones.

“El Ministerio de la Gobernación tenía entonces la facultad de conceder o denegar el pasaporte a un ciudadano. Ellos lo habían pedido muchas veces y siempre les habían dicho que no. Me dieron una lista en la que figuraban los nombres de Enrique Múgica, Eduardo López Albizu, Nicolás Redondo, Ramón Rubial, Alfonso Guerra, Pablo Castellano, Felipe González y otros dos militantes asturianos. El Gobierno lo dudó mucho, le dieron mil vueltas, que sí, que no… Al final se aceptó bajo la condición de que, al volver a España, devolvieran enseguida esos pasaportes. Y lo hicieron. Tardaron mucho pero los devolvieron. Aunque no todos: Felipe González se lo quedó. A Múgica, por el retraso, le hicimos pagar una ‘multa’ especial: invitarnos a comer a base de bien. Y lo hizo. En la Paniére Fleurie de Rentería”.

comentarios

  1. El mejor invento del sistema Atlantista. la jodida Socialdemocracia CentroEuropea. ahí nos jodieron a todos.

    La verdadera Socialdemocracia es la Chavista, por eso el "socialdemócrata" Felipe Gonzalez fue a desestabilizarla. El mejor ejemplo de que el PSOE es un pvto invento de los burócratas que manejaban el régimen de Franco.
    No hace falta buscar más pruebas.

  2. No sorprende sino que es muy lógico que, 8 años después, el expediente de la Zona Especial Norte, que incluía a los alegres muchachos del GAL, y que el último gobierno de UCD se negó a poner en marcha, fuera firmado a toda velocidad tras la victoria del PSOE el 28 de octubre.

  3. Pero el Plan ZEN no era solo el GAL. Incluía medios de información, figuras de los medios, campañas psicológicas, análisis y experimentación de nuevos métodos represivos… Ahí hay tema, vaya que si hay tema.

  4. La refundación fascista la hizo Carrero Blanco (auténtico fundador del PSOE actual para nada Pablo Iglesias Posse) a traves de su SECED.

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