El Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos ha desclasificado una nueva colección de documentos sobre el programa Mkultra de la CIA (1). Junto con Bluebird y Artichoke, el programa es la prehistoria de las posteriores torturas (“interrogatorios reforzados”) que la CIA pondría en marcha a partir de 2001 en las cárceles clandestinas que tenía repartidas por varios países del mundo, algunas de ellas en la Unión Europea.
La nueva colección reúne más de 1.200 documentos sobre experimentos con drogas, hipnosis, aislamiento, privación sensorial y otras técnicas extremas en seres humanos, a menudo ciudadanos estadounidenses, que generalmente desconocían lo que se les estaba haciendo o que participaban en una prueba de la CIA.
Las referencias al programa Mkultra fueron calificadas de “conspiranoicas” hasta que hace 50 años Seymour Hersh las publicó en el New York Times. También han transcurrido 70 años desde que en 1954 el gigante farmacéutico estadounidense Eli Lilly fabricara por primera vez LSD por procedimientos industriales, convirtiéndose así en el principal vendedor de drogas de la CIA.
Entre los documentos más relevantes de la nueva colección se encuentra un plan aprobado en 1950 por el director para crear de “equipos de interrogatorio” que “utilizarían el polígrafo, las drogas y la hipnosis para lograr los mejores resultados posibles en las técnicas de interrogatorio”.
Un memorando de 1951 documenta una reunión entre la CIA y funcionarios de inteligencia extranjeros sobre la investigación del control mental y su interés compartido en el concepto de control mental individual, es decir, que a lo largo de la Guerra Fría los aliados y socios de Estados Unidos estuvieron al corriente de las técnicas de tortura de la CIA.
Una entrada de 1952 expone el diario de George Hunter White, un policía antidrogas que dirigía una “casa de seguridad”, antecedente de las actuales cárceles secretas, donde la CIA experimentaba drogas como el LSD y realizaba otros ensayos con estadounidenses sin su conocimiento.
White fue contratado por Sidney Gottlieb, director del programa Mkultra, para dirigir las primeras cárceles secretas de la CIA en Nueva York y San Francisco, donde administraban LSD, entre otras sustancias, a personas inconscientes, para registrar después los efectos sobre su comportamiento.
Un informe de 1952 habla sobre el uso exitoso de los métodos de interrogatorio Artichoke, que combinaban “narcosis” e “hipnosis” para inducir regresión y posterior amnesia en “supuestos agentes dobles rusos”.
Aparece un informe de 1956 en el que Gottlieb aprueba un proyecto para “evaluar los efectos de grandes dosis de LSD-25 en “voluntarios humanos normales” entre los presos de una cárcel de Atlanta.
En la nueva colección consta un informe de 1963 del Inspector General de la CIA, que llevó a la dirección de la central a reexaminar el uso involuntario en su programa secreto de pruebas de drogas, siempre que fueran de estadounidenses.
También está la declaración de 1983 de Sidney Gottlieb, director del programa Mkultra, en un litigio civil interpuesto por Velma “Val” Orlikow, víctima de proyectos patrocinados por la CIA y dirigidos por Ewen Cameron en el Instituto Allan Memorial de Montreal.
Como Jefe de Operaciones de la Dirección de Planes de la CIA (1952-1962), Subdirector de Planes (1962-1965), Subdirector de la CIA (1965-1966) y Director (1966-1973), Richard Helms mostró un gran interés en el desarrollo de técnicas para el uso de drogas en operaciones encubiertas de inteligencia. Como director de la CIA, en 1973 ordenó la destrucción de los archivos que hicieran referencia al programa Mkultra.
Se trata de otro de los encubrimientos más infames en la historia de la CIA, que ha tenido impunidad total no sólo por las torturas practicadas a los detenidos, sino también en tratamientos médicos rutinarios, en hospitales penitenciarios, cuarteles del ejército, clínicas de rehabilitación de drogas y centros de detención juvenil.
La mayoría de los documentos proceden de los archivos recopilados por John Marks, antiguo funcionario del Departamento de Estado que presentó las primeras solicitudes de desclasificación de los archivos Mkultra. En 1979 escribió el libro sobre el “Candidato manchú” al que hemos aludido varias veces aquí desde 1916.
Posteriormente, Marks donó sus documentos al Archivo de Seguridad Nacional. Muchos de los pasajes censurados de los documentos fueron eliminados con el tiempo, a medida que las investigaciones oficiales, las declaraciones civiles y los relatos detallados arrojaron luz sobre algunos de estos episodios.
Las primeras cárceles secretas de la CIA
Los programas de investigación de control del comportamiento de la CIA contribuyeron decisivamente al desarrollo de técnicas utilizadas por estadounidenses y sus aliados en centros de detención de Vietnam, Latinoamérica, Afganistán, Irak, la Bahía de Guantánamo y prisiones secretas de la CIA en el mundo.
Las técnicas de Mkultra se citan en el manual de interrogatorio Kubark de la CIA de 1963, que sirvió de base para los interrogatorios de prisioneros en Vietnam y, posteriormente, en dictaduras anticomunistas de Latinoamérica.
Si bien muchos proyectos de Mkultra se llevaron a cabo en hospitales, reformatorios, laboratorios e instituciones púbicas, otros se llevaron a cabo en las primeras cárceles secretas de la CIA, donde las cobayas humanas no estaban atendidas por médicos sino por policías antidrogas, como White.
Bajo la dirección de Gottlieb, el policía se camuflaba como un artista bohemio para atraer a víctimas desprevenidas a su guarida, donde experimentaban en secreto con las drogas y grababan su comportamiento.
Antiguo miembro de la OSS que había trabajado en el desarrollo de una “droga de la verdad” para el ejército durante la Segunda Guerra Mundial, White administraba en secreto LSD a muchas de sus víctimas. Gottlieb, su adjunto Robert Lashbrook y el sicólogo de la CIA John Gittinger se encontraban entre los verdugos de la CIA que visitaban con frecuencia las carceles secretas de White.
Otro científico siniestro, Cameron realizó experimentos aterradores con pacientes siquiátricos y otras personas para el programa Mkultra. Era presidente del departamento de siquiatría de la Universidad McGill y director del Instituto Allan Memorial en Montreal, Canadá, donde llevaron a cabo experimentos de “desesquematización”.
Los métodos de Cameron combinaban el sueño inducido, el electrochoque y la “conducción psíquica”. Las cobayas eran drogadas y después torturadas sicológicamente durante semanas o meses para intentar reprogramar sus intelectos.
La misteriosa muerte de Frank Olson
La misteriosa muerte de Frank Olson en 1953 resulta particularmente interesante. Olson era químico del Ejército y especialista en aerosoles de la División de Operaciones Especiales (SOD) del Cuerpo Químico del Ejército, socio militar de la CIA en la investigación del control del comportamiento.
Oficialmente declarada un suicidio, la muerte de Olson tras caer desde un décimo piso en Nueva York, ocurrió 10 días después de que Gottlieb y sus compinches adulteraran su cóctel en una reunión de la CIA. Posteriormente se determinó que la ingesta de drogas contribuyó a su muerte, pero muchos, incluidos familiares, cuestionaron la conclusión de que Olson, que compartía habitación con Lashbrook esa noche, se hubiera arrojado por una ventana.
En el centro del asesinato estaba Gottlieb, “el jefe de los envenenadores de la CIA”, según tituló en 2019 Stephen Kinzer en su libro (3). Es el ejemplo perfecto del científico de nuevo tipo, sicario de las peores políticas de Estado. Durante décadas Gottlieb dirigió los esfuerzos de la CIA para encontrar drogas, hipnosis y otros métodos extremos para controlar el comportamiento humano, con la esperanza de transformarlos en herramientas utilizables por sus siniestros planes.
Los relatos de la participación de la CIA en los fallidos intentos de asesinato del primer ministro congoleño Patrice Lumumba y del dirigente cubano Fidel Castro, entre otros, se encuentran entre los casos más legendarios, si no los más exitosos, de los esfuerzos de la CIA para implementar las herramientas desarrollados por la unidad de Gottlieb.
Unos cientificos fuera de todo control
Menos conocido es su papel en experimentos con drogas y programas de “interrogatorios especiales” que dejaron a cientos de personas con trauma psicológico y a otras con “deterioro permanente”.
Aunque Mkultra fue aprobado al más alto nivel, operó prácticamente sin supervisión. Fue un cheque en blanco. La autorización presupuestaria inicial de Mkultra eximió al programa de los controles financieros habituales de la CIA y permitió al equipo científico de Gottlieb iniciar proyectos de investigación sin firmar ningún contrato.
Otro canalla de los equipos científicos de la CIA, el doctor Charles Geschickter, fue profesor de patología en la Universidad de Georgetown y director del Fondo Geschickter para la Investigación Médica, una fundación a través de la cual la central de espionaje financió diversas investigaciones y experimentos sobre control de drogas y comportamiento como parte de Mkultra y programas relacionados, como Bluebird y Artichoke.
Cuando Gottlieb llegó a la CIA en 1952, el Proyecto Bluebird, que exploraba la posibilidad de controlar a un individuo mediante la aplicación de técnicas especiales de interrogatorio, ya estaba en marcha. Dirigidos por Morse Allen, jefe de la Oficina de Seguridad, los primeros experimentos Bluebird fueron realizados por equipos de expertos en polígrafo y psicólogos con detenidos y confidentes en centros secretos de interrogatorio estadounidenses en Japón y Alemania.
El nombramiento de Allen Dulles como subdirector de la CIA en 1951 condujo a la expansión de los programas Bluebird bajo un nuevo nombre, Artichoke, y bajo la dirección de Gottlieb. El nuevo programa debía incluir, entre otros proyectos, el desarrollo de “pistolas de gas” y “venenos”, así como experimentos para comprobar si los “sonidos monótonos”, las “conmociones cerebrales”, las “descargas eléctricas” y el “sueño inducido” podían utilizarse como medios para lograr “control hipnótico sobre un individuo”.
En tiempos de Artichoke, la CIA comenzó a reclutar de forma sistemática a investigadores de primer nivel y a solicitar la colaboración de esas instituciones “prestigiosas” que trabajan sobre el control mental. Uno de los primeros en entrar fue el subdirector del Hospital Psiquiátrico de Boston, Robert Hyde, quien en 1949 se convirtió en el primer estadounidense en experimentar el efecto de LSD después de que el hospital adquiriera muestras de la droga del laboratorio Sandoz en Suiza.
En 1952 la CIA comenzó a financiar la investigación del hospital sobre LSD, en la que Hyde se utilizó a sí mismo, a sus colegas, a estudiantes voluntarios y a pacientes del hospital como cobayas. Hyde trabajó en cuatro subproyectos de Mkultra durante la década siguiente.
Ante la insistencia de Geschickter, la CIA proporcionó 375.000 dólares para la construcción de un nuevo centro médico en el Hospital Universitario de Georgetown. A cambio, Geschickter accedió a que la CIA utilizara una sexta parte del nuevo “Anexo Gorman” como “refugio hospitalario” y a proporcionar “pacientes y voluntarios humanos para fines experimentales”.
Poco después de asumir el cargo de director de la CIA en 1953, Dulles autorizó Mkultra, ampliando la investigación de la central sobre control del comportamiento y reorientándola hacia el desarrollo de la “capacidad para el uso encubierto de materiales biológicos y químicos” en “operaciones clandestinas presentes y futuras”.
Para sus crímenes la CIA necesita universidades
Muchos de los 149 subproyectos de Mkultra estuvieron encabezados por universidades sin escrúpulos de ningún tipo como Cornell, Georgetown, Rutgers, Illinois y Oklahoma. El doctor Carl Pfeiffer, director del Departamento de Farmacología de la Universidad Emory, dirigió cuatro subproyectos de Mkultra, todos ellos relacionados con el uso de drogas, en particular LSD, para inducir estados sicóticos.
Esta serie de experimentos dejó secuelas de por vida en muchos de sus participantes, incluyendo a los presos de la cárcel de Atlanta y el centro de detención juvenil de Bordentown, Nueva Jersey.
Otra fundación que servía de fachada de Mkultra, la Sociedad de Ecología Humana, estaba dirigida por el doctor Harold Wolff, neurólogo del Centro Médico Cornell, quien escribió uno de los primeros estudios sobre técnicas de lavado de cerebro para Allen Dulles y posteriormente colaboró con la CIA para desarrollar una combinación de fármacos y privación sensorial que podría utilizarse para borrar la memoria humana.
A través de la fachada que Wolff le proporcionaba, la CIA financiaba los experimentos de Cameron en Toronto.
La colección de documentos que acaba de aparecer vuelve a recordar -una y otra vez- que este tipo de experimentos con seres humanos ya habían sido condenados como crímenes internacionales por el Tribunal de Nuremberg. Los nazis los pusieron en práctica en los campos de concentración y la CIA en sus cárceles secretas. La lucha contra la tortura es una lucha contra el fascismo que pasa por Auschwitz lo mismo que por Guatánamo.
(1) https://proquest.libguides.com/dnsa/64
(2) https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB27/docs/doc01.pdf
(3) https://www.nytimes.com/2019/09/10/books/review/poisoner-in-chief-stephen-kinzer.html
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