Está corriendo por Internet y otros medios de este tipo la carta que hay a continuación, pidiendo firmas “Por una vuelta segura”.
“Soy profe, soy madre. Y estoy preocupada por la vuelta al cole, muy preocupada. Si estás en la misma situación, todavía estás a tiempo de pasar a la acción. En tres semanas empiezan el cole. Y no, no estamos bien preparados. Nos recomiendan no quedar con más de 10 personas a la vez; en algunas comunidades se está limitando al 50% la ocupación de vehículos para personas no convivientes; se reduce el aforo en tiendas, bares e instalaciones deportivas… Pero no parece un problema meter a nuestros hijos en aulas con 25 ó 30 alumnos y el profesor sin ninguna protección ante el virus. A lo mejor se piensan que cuando entren en las escuelas un manto mágico los protegerá y podrán pasar 6 horas metidos en una habitación con otras 30 personas sin peligro”.
No sé quién ha escrito esta locura, lo que sí sé de cierto que no se trata de una persona normal, ni profe, ni madre, tan solo una divulgadora del discurso pandémico televisivo con las facultades mentales deterioradas y con la gravedad que supone mentir descaradamente, al decir que las criaturas pueden ser las “portadores de la muerte”. Hasta ahora, primero se había dicho que si eran los viejos, después los que salían de casa sin permiso de las autoridades, después los adolescentes que iban en grupo a beber una cerveza en estas noches de verano, otros decían que si los que no llevaban bozal, pero ahora resulta que los criminales, según los paranoicos redactores de esta carta, son los niños y niñas y el foco maldito será la escuela.
¿A qué extremo hemos llegado?
La disfunción mental, cruelmente diseñada y amplificada por las noticias fúnebres y manipuladas de los medios de comunicación a sueldo de de los intereses políticos y económicos dominantes, y repetida por algunos colectivos como los redactores de la carta a que hago referencia, está afectando a una parte cada vez mayor de la población. No será nada fácil encontrar remedio en esta lacra pues el único remedio posible seria dejar de decir mentiras, seria explicar pausadamente que las personas mayormente estamos sanas físicamente y que las enfermedades son derivadas de disfunciones en nuestro cuerpo o a causa de no atenderlo suficiente. Pero mientras el discurso criminal dominante, sea que todas las personas somos potencialmente enfermas y peligrosas y la que se piensa que está en buen estado de salud es porque ignora que está enferma, la locura se extenderá como pólvora.
Una disfunción mental, extendida en el estado español que tuvo un rebrote epidémico en el 2004 a raíz de lo que se denominaron ataques terroristas del 11-M en Madrid y toda la campaña mediática que se desencadenó a su alrededor, creando una sensación de inseguridad que según estudios llevados a cabo dicen lo siguiente: “Una investigación de la Universidad Complutense de Madrid refleja una cifra «realmente alta» de los ataques de pánico que se produjeron después de los atentados del 11-M de 2004, así como porcentajes altos de depresión o trastornos psicosomáticos. Al explicar hoy los datos, el catedrático de Psicología Básica, Juan José Miguel Tobal, destacó como cifra «realmente alta» el que un 10,78% de la población en general sufriera ataque de pánico o crisis de angustia por los atentados del 11-M”. Esto son casi cinco millones de personas.
Pero cuatro años después de estos hechos, otro ataque terrorista llevado a cabo en el 2008 por la banca, de mucha más envergadura, supuso la pérdida de ingresos para millones de personas y para centenares de miles la pérdida de la vivienda y ahorros. No es de extrañar pues, que: “La utilización de medicamentos antidepresivos en España se ha triplicado en 10 años, según los datos publicados por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, que analiza el consumo desde el año 2000, cuando el número de dosis por cada mil habitantes y día (DHD) consumidas fue de 26,5, hasta el año 2013 cuando registran 79,5 dosis consumidas. Un estudio, firmado por el psiquiatra José Carlos Fuentes, apunta que este significativo aumento de psicofármacos tiene relación clara con la situación de crisis económica y el fenómeno del paro. El análisis sobre la salud mental española refleja que el 9% de la población sufre al menos un trastorno mental. Estas enfermedades representan la segunda causa de baja laboral y el tercer grupo que genera mayor gasto dentro del sistema sanitario público español”.
Es decir, que según estos estudios más de cuatro millones de personas en España eran víctimas de una epidemia llamada crisis, y el miedo a ser infectado por esta crisis era una presión constante y un debilitamiento de la salud. Pero esta constatación no formaba parte de las cabeceras de los diarios ni de los telediarios día tras día, semana tras semana, mes tras mes, sabiendo con certeza quienes eran en aquellos momentos los responsables de la epidemia de miedo, dolor y enfermedad. Tenían nombres y apellidos, eran Consejos de Administración, eran entidades bancarias, eran Fondos de Inversión, pero se escondía este origen, atribuyendo todo el mal a una nebulosa con el nombre de “especulación financiera”, buscando una “vacuna” que llevó por nombre precariedad laboral, contratos basura, rebaja de sueldos, aumento de alquileres, y así se curaron, no los enfermados por la epidemia, sino los causante de la misma, aumentado geométricamente sus beneficios. Los fabricantes de la epidemia de la crisis económica fueron al mismo tiempo los grandes beneficiados de la misma.
Y, en una espiral, año tras año aumenta el consumo de antidepresivos según informes de varios medios del ámbito sanitario:
6 abr. 2010: “La venta de antidepresivos en España se ha incrementado en un 10% durante los últimos dos años. Este aumento «significativo» guarda relación con la crisis económica”
14 ene. 2015: “La utilización de medicamentos antidepresivos en España se ha triplicado en 10 años, según los datos publicados por la Agencia Española del Medicamento”
26 mayo 2019: “El alto consumo de antidepresivos y tranquilizantes se consolida en España. Las dosis diarias aumentaron un 14% del 2012 al 2016”
26 mar. 2020: “En los últimos 7 días se disparó fuerte el consumo de psicofármacos sobre todo de Clonazepam y antidepresivos”
17 jul. 2020: El consumo de Paracetamol y antidepresivos se disparó durante el confinamiento según la Agencia Española de Medicamentos
Según el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos en junio 2020, la información generada por el Centro de Información sobre el Suministro de Medicamentos, la dispensación de analgésicos se disparó casi un 25%, llegando hasta el 43% en el caso del paracetamol. En el caso de los medicamentos de tipos ansiolítico y antidepresivos, empleados contra patología del sistema nervioso, se ha registrado un incremento de entre un 10 y un 15%, “lo cual probablemente puede reflejar el impacto emocional que ha tenido la Covid-19”, remarcan desde el Consejo.
Al mismo tiempo han crecido las consultas psicológicas: “en la consulta recibimos numerosas personas que preguntan todo el rato el mismo, incluso a diferentes horas en un mismo día”, y que el más que tienen es “miedo a la enfermedad”… Hay mucha gente que ve el peligro a la puerta de su casa”.
Estamos hablando de millones de personas, enloquecidas por las mentiras y el ataque de terrorismo mediático, pero esta epidemia no encabeza ningún noticiero, a pesar de que el día a día, en la calle, se notan los efectos de la misma, las consecuencias de la cual tardarán mucho a curarse. Así como durante la campaña “antiterrorista” miles de personas desconfiaban de cualquier desconocido, telefoneaban a la policía diciendo que “habían visto un moro sospechoso”, ahora, con la campaña desencadenada con la excusa de la pandemia, miles, decenas o centenares de miles de personas paranoicas, hacen el mismo, cambiando el árabe por cualquier que salga de casa, que haga un encuentro familiar o con amigos en su domicilio, que vaya sin bozal, que tosa y no vaya al médico… Están convirtiendo la sociedad en una pandilla de personajes atemorizados que ven enemigos invisibles a su alrededor.
Estas dos epidemias antes mencionadas, la del terrorismo y la de la crisis, han tenido consecuencias fatales una de las cuales ha sido el número de suicidios. La información del año pasado (2019) con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se conmemora el 10 de septiembre daba estos datos. “Cada dos horas y media se suicida una persona en España, diez al día: los muertos por suicidio duplican a los de accidentes de tráfico y superan en once veces a los homicidios”. Veremos este año cuáles son las cifras pues el deseo de morir surge como respuesta a una crisis vital, sin que haya un trastorno identificado. Y que en el conjunto de la población, muchas personas pierden las ganas y el sentido de la vida cuando tienen que enfrentarse a una situación de dolor emocional intenso, vivido como intolerable y aparentemente interminable. Y toda la criminal campaña mediática sobre la pandemia cumple estos requisitos.