Gheit, secretario general de la Liga Árabe |
Turquía tomó estas medidas sabiendo que los salafistas se volverían para perpetrar acciones terroristas en su territorio, añadió el dirigente árabe. En este contexto, señaló que el Califato Islámico gana dinero al vender a Turquía el petróleo que extrae de las zonas bajo su control en Siria e Irak, y añadió que los yihadistas producían 10.000 barriles de petróleo y los trasladaba a Turquía en camiones.
Abul Gheit añadió que Turquía interviene en las operaciones para la liberación de la ciudad iraquí de Mosul de manos de terroristas, las cuales comenzaron el pasado 17 de octubre bajo la orden del primer ministro de Irak, Haidar Al-Abadi, que ha rechazado la intervención turca en su territorio calificándola de violación de su soberanía.
La Liga Árabe no enseña nada que no supiéramos, con excepción de poner de manifiesto que Turquía no es capaz de salir de su aislamiento. El reciente encuentro entre Lavrov y Davutoglu, su homólogo turco, pone de manifiesto que sólo Rusia es capaz de mejorar las relaciones con sus vecinos, así como el peso creciente de los rusos en todo lo que concierne a Oriente Medio.
Las recientes declaraciones de Erdogan en las que manifestaba que el objeto de la invasión turca de Siria es lograr derrocar a Bashar Al-Assad han removido el fango del fondo. Lavrov le pidió explicaciones a Davutoglu y en Ankara todos los diplomáticos manifestaron su perplejidad, incluidos los turcos.
A partir de entonces en la prensa internacional han vuelto los análisis y contranálisis acerca de la historia más reciente de Turquía, en donde ninguna pieza encaja bien. La mayor parte de ellos aseguran que Erdogan practica una política expansionista en Siria e Irak para recrear el antiguo Imperio Otomano. Hay otros que creemos que lo que está sucediendo es todo lo contrario. Después Siria e Irak lo que ha hecho Erdogan es poner sus bigotes a remojar, o sea, lo que dice el refrán: “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…”