De la lectura del libro «Conversación con Pablo Iglesias» de Jacobo Rivero, Santos Juliá concluye que para Iglesias Turrión el nuevo sujeto político es… «la gente». Así no más y tal cual, como la «multitud» de Negri & Hardt. Y la «gente» está con ellos, con los «antisistema», concepto que niegan tildando de antisistema precisamente a ellos, ¿y quienes son «ellos»?, pues… «la casta». Al «ellos» se le puso un nombre: la casta. Un acierto, para S.J., quien añade: «la gente, convertida en comunidad, pudiera sacar la consecuencia de que si ellos están en el poder es sólo porque nosotros los pusimos (yo no he votado en mi vida, pero, en fin… N. B.), y que ahora, que ya no nos representan, podemos echarlos…»
Se da por hecho que el movimiento Podemos se generó en las acampadas en la Puerta del Sol de Madrid de hace pocos años y con el PSOE todavía en el Gobierno. Y se supone que a esa indignación Podemos la ha dado cauce transformándola en «empoderamiento» -término del que S.J. confiesa ignorarlo todo y que yo creo que es un préstamo de la fraseología feminista, pero igual no- tras infundir en los reunidos la ilusión –«ingrediente imprescindible», subraya S.J.- en un proceso de cambio político: eso es Podemos, concluye S. Juliá.
Compara S.J. a Iglesias con un discurso de Ortega y Gasset pronunciado en 1914, hace 100 años, donde hablaba de acabar con la «vieja política», pero -añade el recensionista- con una diferencia: los líderes de Podemos, como Iglesias recalca, son políticos, no intelectuales. Aunque, eso sí, gente leída y estudiada (los dos líderes son profesores universitarios). Sobre todo, parece ser, por Carl Schmitt, un teórico de entreguerras demoledor del liberalismo político, que les fascina y a quien respetan, lo que, ya ven ustedes, quien firma esto también, para que no se diga otra vez («schmittianos de izquierda», se ha llamado a esto).
Por supuesto, nada de sujetos revolucionarios, clase obrera, partido de corte leninista, eso es una antigualla. Lo moderno, el último alarido de la política (se ve que no han aprendido nada de sus lecturas de Schmitt), es -escribe ahora S. J.- que «los correlatos negativos del voto y del capitalismo brillan por su ausencia. Del voto, porque no ven otra forma de llegar al poder; del capitalismo, porque el socialismo realmente existente, o sea, el comunismo en la URSS, ‘no era bonito’ o, peor aún, ‘era muy feo’ y, más todavía, ‘era horrible’, como dice Iglesias en un alarde de elaboración teórica al servicio de la práctica» (la ironía es de S. Juliá).
No, Podemos, dice S.J., no es una nueva izquierda anticapitalista, ni propone una versión incontaminada de socialismo o comunismo. Nada de eso. «El programa de Iglesias consiste en empoderar a la gente» (la negrita es mía. N. B. ). ¿Cómo se come eso? Ni puta idea, viene a decir S.Juliá, quien pone en boca de Pablo Iglesias que ahora tocan los espacios de debate, o sea, los «espacios de empoderamiento», los «círculos» y, ojo, no toca la organización, la estrategia y las metas finales, eso, ahora, repito, no toca, que diría Jordi Pujol.
Y acaba Santos Juliá: «es cierto que ‘gente’ no es clase obrera. Gente es otra cosa; es un nuevo sujeto colectivo, al que, si mantiene el espíritu de comunidad ilusionada y se empodera, pertenece el futuro». Y aquí es donde relaciona Juliá, para darle, zas, en toda la boca a Iglesias, el «Tomorrow belongs to me» del joven rubio hitleriano. Como si fuera el «You’ll never walk alone» de los «reds» del Liverpool en Anfield road.
Ya puedo ver dentro de veinte años a Pablo Iglesias dando charlas y conferencias (cobradas) presentando sus Memorias tituladas: «Lo intenté, pero no me dejó la caspa, digo la casta». Un buen tipo, sin duda. El hombre lo intentó…
« O bien la dictadura de la burguesía (disimulada bajo la pomposa fraseología social-revolucionaria y menchevique sobre la soberanía del pueblo, la Asamblea Constituyente, las libertades, etc.) o bien la dictadura del proletariado. Quien no haya aprendido esto de toda la historia del siglo XIX es un imbécil total»
Lenin «Carta a los obreros y campesinos sobre la derrota de Kolchak», agosto de 1919.
Han transcurrido 95 años y el número de imbéciles totales sigue siendo preocupante.
Saludos desde Cantabria.