La estrategia imperialista de la provocación llama a las puertas de Irán

Uno de los rasgos característicos del imperialismo es que las grandes potencias y, en particular, las hegemónicas, llevan la iniciativa y los demás siguen la ruta que ellas marcan en cada momento.

Al mismo tiempo, dichas potencias, que sostienen su hegemonía mediante la guerra, necesitan aparentar lo contrario: que son víctimas de los ataques de los demás. Golitah quiere que David le lance la piedra. Por eso los apologistas del imperialismo dicen que Israel se defiende de los ataques palestinos del 7 de octubre del año pasado.

El victimismo ficticio conduce a la provocación, es decir, a obligar al adversario a moverse, que es lo que hicieron en Ucrania desde 2014 a 2022 para obligar a Rusia a “invadir”, creando una apariencia contraria a la realidad.

La provocación no sólo sirve a la intoxicación mediática, sino también a la formación de coaliciones, que dan la apariencia de que la guerra cuenta con el apoyo de la llamada “comunidad internacional” e incluso la ONU.

Por ejemplo, un informe del Instituto Brookings de 2009 reconoce que Irán no tiene ninguna intención de atacar ni a Estados ni a Israel, por lo que la única manera de desatar una guerra es la provocación (*).

El informe demuestra que los acontecimientos de Oriente Medio no son espontáneos, empezando por las masacres en Gaza y siguiendo por los bombardeos de Beirut. Es el camino para llegar hasta Persia, dice el Instituto Brookings.

Hay capítulos enteros dedicados a la creación de disturbios, utilizando a los opositores y a organizaciones terroristas, como los muyahidines (MEK). Otros detallan una invasión estadounidense directa y una campaña aérea a menor escala. Finalmente, el informe dedica un capítulo completo a utilizar a Israel para iniciar una guerra en la que Estados Unidos podría parecer reacio a participar.

Las provocaciones a Irán van travestidas del programa nuclear, y da lo mismo que Obama llegara a un acuerdo con Teherán o que Trump se deshiciera de él poco después. En la Casa Blanca cambian los peleles, pero siempre se mantienen las mismas políticas.

El gran fracaso de la política imperialista sería que Irán no reaccionara de la manera prevista ni siquiera ante una provocación repetida. En tal caso, Estados Unidos e Israel se verían privados del pretexto para una guerra más amplia.

“Sería mucho mejor si Estados Unidos pudiera citar una provocación iraní para justificar los ataques aéreos antes de lanzarlos. Está claro que cuanto más escandalosa, asesina e injustificada sea la acción iraní, mejor estará Estados Unidos. Por supuesto, les resultaría muy difícil incitar a Irán a semejante provocación sin que el resto del mundo reconozca este juego, lo que lo debilitaría”, dice el informe.

Un método que tendría alguna posibilidad de éxito, añade el Instituto Brookings, sería “intensificar los esfuerzos encubiertos de cambio de régimen con la esperanza de que Teherán tome represalias abiertamente”, lo que luego se podría presentar como un acto de agresión no provocada.

La falta de provocación previa a Irán se sumaría a la campaña de intoxicación mundial sobre la situación de la mujer para formar una coalición de varios países capaz de encubrir el respaldo a la políticas criminales y belicistas a Estados Unidos e Israel en Oriente Medio. Sería un viraje a la perspectiva actual, ampliamente favorable a Palestina, Líbano y Yemen, como se ha visto a las manifestaciones de este fin de semana.

La escalada de provocaciones de los imperialistas contra Iran

Irán ha sufrido provocaciones de Estados Unidos e Israel durante décadas. Quizás la provocación más atroz de los últimos años fue el asesinato por parte de Estados Unidos del general iraní Qassem Soleimani en Bagdad en 2020. Irán respondió a la provocación de una manera más que tibia.

El ataque a la embajada iraní en Damasco el 1 de abril pretendía superar la escala del asesinato de 2020 para que finalmente Irán reaccionara de la manera prevista, pero, como reconoce el Instituto Brookings, “Irán no siempre ha respondido a los ataques estadounidenses”. No hay nada peor que una falta de respuesta a la provocación, de las que el Instituto hace una amplia enumeración en su informe.

El recuento comienza con el derribo del vuelo 103 de Pan Am en diciembre de 1988. Entgonces muchos creyeron que se trataba de una represalia iraní por el derribo del vuelo 455 de Iran Air por el crucero estadounidense USS Vincennes en julio del mismo año. Sin embargo, hoy todo apunta a Libia como el culpable de aquel ataque terrorista, lo que, de ser cierto, sugiere que Irán nunca tomó represalias por su pérdida.

Irán tampoco tomó represalias contra la Operación Mantis Religiosa de Estados Unidos, que en 1988 resultó en el hundimiento de la mayoría de los principales buques de guerra de Irán. Por lo tanto, es posible que Irán decida hacerse la víctima en caso de un ataque estadounidense, suponiendo que eso le atraería unas simpatías considerables, tanto a nivel local como internacional.

Estados Unidos busca la escalada de la guerra en Oriente Medio

En su artículo de 4 de abril titulado “La Casa Blanca está ‘muy preocupada’ por la perspectiva de una guerra entre Israel e Irán”, Newsweek cita al portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes, John Kirby, quien dijo: “Nadie quiere que este conflicto se intensifique”.

Washington quiere convencer al mundo de que teme una escalada entre Israel e Irán. Pero no es así. El informe de 2009 admite que incluso se podría usar como pretexto una respuesta tibia por parte de Irán. Finalmente, ante un fallo repetido, a la estrategia de provocación le valdría cualquier respuesta por parte de Irán.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, para gobernar Oriente Medio Estados Unidos siempre ha recurrido a dividir y enfrentar a los países árabes. Durante un tiempo Palestina sirvió para mantener una cierta apariencia de unidad árabe, que se agotó tras la guerra de 1973.

Sólo Irán volvió a replantear la situación a partir de la revolución de 1979, creando el Eje de la Resistencia, en el que, con la excepción de Siria, ya no hay países árabes sino movimientos y milicias. El proceso culminó con la firma de un acuerdo con Arabia saudí en marzo del año pasado.

A medida que Irán se consolida en Oriente Medio, el imperialismo retrocede. La única oportunidad para que Estados Unidos recupere el control de la región es provocar una guerra a gran escala para lograr por la fuerza bruta lo que no han conseguido décadas de medidas indirectas, como la guerra de los ochenta con Irak, sanciones y desestabilizaciones.

(*) https://www.brookings.edu/wp-content/uploads/2016/06/06_iran_strategy.pdf

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