La “transición ecológica” ha puesto a la energía nuclear de nuevo en el candelero, una vez olvidado Fukushima. Será la fuente de energía que más se desarrollará en los próximos años y las empresas comienzan a mover las piezas del tablero.
La empresa francesa Framatome, una filial del holding EDF, y la rusa Rosatom han anunciado esta mañana un “acuerdo de cooperación estratégica a largo plazo destinado a consolidar los esfuerzos de ambas empresas en el desarrollo de tecnologías de fabricación de combustible y sistemas de control” para reactores nucleares.
El acuerdo amplía la relación entre ambas empresas, establecida por un memorando de entendimiento de 2017 que establece el marco para un esfuerzo conjunto en nuevas áreas.
A la vez Rosatom, el gigante nuclear estatal ruso, es competidor de Francia en determinados proyectos de exportación y socio de las empresas francesas. Ha firmado varios acuerdos de colaboración con Framatome, la antigua rama de reactores de Areva que pasó a formar parte de EDF hace unos años, tras una reorganización del sector por parte del gobierno de París.
Es paradógico que el movimiento ecologista, que nació de la mano del movimiento antinuclear y pacifista, acabe fomentando la industria nuclear, que es un subproducto de la bomba atómica y la Guerra Fría.
En los años cincuenta las centrales nucleares no se construyeron para producir energía eléctrica sino plutonio, la materia prima del armamento atómico.
La industria nuclear llegó de la mano de los militares y siempre ha preservado su carácter estratégico, de manera que el acuerdo entre Framatome y Rosatom tiene esa misma naturaleza.