Hace muchos años que la agricultura europea está en coma. El campo sólo interesa para pasar un buen fin de semana y queremos mantenerlo como si fuera un jardín. Es típico de los domingueros.
Primero se llamó PAC (política agraria común) y ahora “Green New Deal”. Antes se justificaba por una cierta política económica y ahora por motivos seudoecologistas, pero es más de lo mismo: una crisis de superproducción que sólo se puede resolver con la destrucción del medio rural.
Ya no sólo contamina la industria, sino también el campo. El objetivo de la Unión Europea es acabar con el 10 por cien de las tierras de cultivo. Una cuarta parte de ellas se deberán reconvertir a la agricultura ecológica. En el resto plantarán árboles para repoblar los bosques, que hoy gustan más que los cultivos.
El gobierno británico paga 100.000 libras a los agricultores que abandonen sus explotaciones (1) y, como ya hemos expuesto en una entrada anterior, en Holanda el gobierno quiere acabar con un tercio de las instalaciones campesinas (2).
En Austria cada día son más los agricultores que abandonan sus explotaciones, de forma silenciosa y desapercibida. Han sido traicionados por sus supuestos representantes de la Unión de Agricultores Demócrata Cristiana.
La lucha contra las políticas ambientales de Bruselas se ha convertido en una cuestión de vida o muerte, mientras en los supermercados comienzan a eliminar los productos agrarios tradicionales, animales y vegetales, para sustituirlos por insectos y gusanos “ricos en proteínas”.
La Comisión Europea empieza a hablar de “Farm to Fork”: del campo a la mesa, y vende la moto como un intento de lograr que los sistemas alimentarios sean “justos, saludables y respetuosos con el medio ambiente”.
La agricultura europea debe reducir a la mitad el empleo de fertilizaantes, plaguicidas y productos fitosanitarios. Hace apenas unos días, Alemania aceptó las normas europeas sobre los nitratos y las actuales protestas en Holanda son consecuencia del intento de reducir su empleo en los sembrados y las cabañas.
Si el suelo tiene menos nutrientes, el rendimiento por hectárea será aún menor, la agricultura europea será mucho menos rentable de lo que ya lo es, necesitará aún más subvenciones… o se la dejará morir de inanición.
En Bruselas sólo miran las cifras y no se han enterado de que, cualitativamente, los tomates son mucho más importantes que los móviles.
(1) https://www.farmersjournal.ie/english-farmers-to-be-paid-to-retire-692718
(2) https://mpr21.info/los-agricultores-holandeses-se-levantan-contra-la-agenda-2030-del-gobierno/