Como ya informamos ayer, el Secretario de Marina de Estados Unidos, Carlos del Toro, ha declarado que el complejo militar-industrial estadounidense podría verse pronto en apuros para satisfacer tanto sus propias necesidades como las de Ucrania.
Los medios se han lanzado a pedirle explicaciones. “Si el conflicto [de Ucrania] continúa durante otros seis meses o un año, la cadena de suministro seguirá sin duda sometida a una difícil presión”, respondió el Secretario de Marina.
La Subsecretaria de Defensa, Kathleen Hicks, estaba trabajando “estrechamente con la industria [de defensa] para animarles a identificar qué retos o barreras tienen para aumentar sus propias tasas de producción”, añadió Del Toro.
“Está claro que estas empresas tienen una importante fuente de ingresos para el futuro”, afirmó el Secretario de Marina. “Ahora necesitan invertir en su mano de obra, así como en las inversiones de capital que deben realizar dentro de sus propias empresas para aumentar sus índices de producción”.
Ya lo había denunciado el New York Times a finales de noviembre, aunque entonces se calificó como “propaganda rusa”. Los cerca de 100.000 millones de dólares que Estados Unidos ha entregado a Kiev no son suficientes. La mayor potencia mundial no tiene dinero para financiar la Guerra de Ucrania y trata de que sean otros, como Alemania, los que paguen la factura.
Esa fue la tentativa del viernes del secretario de Defensa, Lloyd Austin, en la base aérea de Ramstein, que acabó en un sonoro fracaso porque Alemania le ha dado la vuelta al asunto: nosotros enviaremos tanques Leopard si, al mismo tiempo, Estados Unidos envía tanques Abrams. Se pasan la pelota los unos a los otros.
El canciller Scholz dice que Estados Unidos no entrega los tanques Abrams para eludir su propia responsabilidad en la futura derrota de Ucrania. En Washington siempre podrán decir que Alemania no cumplió su parte. Es más, Estados Unidos podría dejar a Europa la responsabilidad de una Ucrania desmembrada y en bancarrota. Un lastre ruinoso para décadas.
A media tarde Austin confirmaba la mala noticia: no había acuerdo sobre la entrega de tanques a Ucrania. El ministro de Defensa polaco confirmó el fracaso de la cumbre. El viceministro ucraniano de Asuntos Exteriores, Andriy Melnyk, definió la reunión muy gráficamente: ha sido un teatro de marionetas (“Panzer Kasperltheater”).
Al mismo tiempo el BND, el servicio secreto alemán, seguía con la cascada de malas noticias del día: en la batalla de Bajmut el ejército ucraniano estaba sufriendo unas pérdidas gigantescas, del orden de tres dígitos de soldados muertos cada día.
La picadora de carne sigue su curso implacable.
Esa gentuza monta las guerras, y la gente normal, que es muy inteligente (nada estúpida, pero sí muy patriota), pone la carne para que se la piquen. Otro gallo cantaría si, en vez de cegatos, supieran ver quiénes son el auténtico enemigo.