La semana pasada informamos de que los sistemas de guerra electrónica rusos habían lanzado un ataque masivo contra los satélites militares estadounidenses. También han logrado destruir uno de sus propios satélites con un misil lanzado desde la Tierra.
El jefe de la OTAN, Jens Stoltenberg, lo calificó como una demostración de fuerza. En cualquier caso, ilustra la carrera armamentística en el espacio, que ahora se centra en la capacidad de destruir los dispositivos orbitales de los rivales.
“Rusia está desarrollando nuevos sistemas de armas que pueden destruir satélites”, dijo Stoltenberg. Los satélites son cada vez más importantes para las comunicaciones y el espionaje militar. Se pueden armar con bombas o láseres capaces de destruir cualquier objeto en órbita.
Rusia y China han desarrollado satélites que pueden ser manipulados para interferir físicamente con otros. Pueden rastrear el satélite adversario y moverlo con los brazos robóticos, o doblar una antena para inutilizarlo. Estos satélites siguen siendo escasos, pero el despliegue por parte de Rusia de dos de ellos para amenazar a un orbitador estadounidense el año pasado demuestra que la técnica ya está disponible.
China y Estados Unidos también tienen programas de alto secreto para pequeñas naves espaciales robóticas con alas reutilizables que podrían utilizarse para dañar los satélites rivales.
Otras armas en desarrollo, esta vez en tierra, pretenden interferir las señales de los satélites y dañarlos.
En 2019 la agencia de inteligencia de defensa de Estados Unidos advirtió que China tenía cinco bases equipadas con láseres terrestres capaces de desactivar satélites enemigos. Todos los satélites que pasen por encima de China son susceptibles de ser atacados.
La batalla ha evolucionado desde la idea de destruir los satélites con misiles o satélites suicidas hasta encontrar la forma de dañarlos con armas láser o de microondas muy potentes. En febrero del año pasado, un general estadounidense reveló de que dos satélites rusos puestos en órbita estaban rastreando un satélite espía estadounidense.
La capacidad potencial de los vehículos orbitales Cosmos para atacar al USA-245, el satélite de reconocimiento estadounidense, no estaba clara. “Puede crear una situación peligrosa en el espacio”, dijo el general Jay Raymond, comandante de la Fuerza Espacial estadounidense.
La militarización del espacio es tan antigua como la propia carrera espacial. Desde la puesta en órbita del Sputnik en 1957, Washington y Moscú buscaron la manera de armar y destruir los satélites del rival.
Al principio, las armas nucleares eran la mayor preocupación. En 1967 firmaron el Tratado Espacial que prohíbe la colocación de armas de destrucción masiva en órbita. Desde entonces, Rusia, Estados Unidos, China, e incluso la India, han explorado formas de luchar en el espacio al margen del Tratado.
En 1970 Moscú probó con éxito un satélite cargado de explosivos que podía destruir otro dispositivo orbital en el espacio. Estados Unidos respondió en 1983, cuando Reagan anunció un ambicioso programa de defensa bautizado como “Guerra de las Galaxias”, prometiendo misiles antimisiles de precisión y satélites que emiten rayos láser o microondas.
Muchas de las tecnologías promocionadas eran inviables. Pero en 1985 el Pentágono utilizó un misil para destruir un satélite en un ejercicio militar. Desde entonces, sus rivales han intentado demostrar que tienen las mismas habilidades. China lo hizo en 2007 e India en 2019.
Rusia también llevaba tiempo intentándolo, por lo que sus exitosos lanzamientos no con una sorpresa. Llegado el caso, Rusia no dejará que Estados Unidos sea el único que controle el espacio.
Los países son cada vez más reservados en cuanto a sus actividades militares en el espacio, pero la carrera es tal que en 2019, año en el que el Pentágono formó su Fuerza Espacial, estimó que Rusia y China tenían el potencial de superar a Estados Unidos.