El motivo no es que en Venezuela el capitalismo marche viento en popa, sino todo lo contrario: cuando en un país hay una inflación de tres dígitos, devaluaciones continuas de la moneda y un fuerte corralito de divisas, el dinero huye del papel moneda, las compras se disparan, incluidas las compras de títulos bursátiles.
Lo mismo (o más) que Tsipras en Grecia, los bolivarianos quieren cuadrar algo imposible, el nuevo “capitalismo utópico” que no deja de ser viejo por el hecho de que lo denominen de cualquier manera. Naturalmente que lo mismo les va a ocurrir a los que siguen esa senda llena de trampas: Podemos, Ganemos, Soplemos y demás.
En Venezuela han dado en llamar “socialismo” del siglo XXI a un mercado intervenido, poniendo el acento en lo de “intervenido” y no en lo de “mercado”. Pero un mercado intervenido, como la bolsa, no sólo no deja de ser mercado sino que se convierte en el paraíso de los mercaderes.
No es ninguna casualidad que “Financial Times”, es decir, el capital financiero internacional, venga siendo el más sólido apoyo ideológico de Podemos y Syriza. Cuando ese tipo de organizaciones melifluas son capaces de tomar decisiones de política económica, se convierten en el maná de los grandes especulares internacionales.
Por ejemplo, hace muchos años que en Venezuela Goldman Sachs ha estado invirtiendo en bonos emitidos por el gobierno bolivariano, que le han reportado una ganancia de casi el 15 por ciento anual. Como no hay nada más rentable que esa inversión, las carteras de valores cada vez tienen más títulos bolivarianos. Este éxito ha llevado a que el gobierno bolivariano emita cada vez más títulos, es decir, se endeude cada vez más.
Lo que diferencia a Venezuela de Grecia, es que Maduro paga puntualmente, al menos hasta la fecha. En caso contrario, los buitres como Goldman Sachs embargarían los cargamentos de petróleo.