Mientras el mundo entero reacciona vigorosamente contra los crímenes de Israel en Gaza, la Autoridad Nacional Palestina que encabeza Mahmud Abbas ni está ni se le espera. Lo mismo cabe decir de Fatah, el partido político de Yasser Arafat que durante décadas encabezó la lucha del pueblo palestino contra la ocupación.
Ahora Fatah parece estancado en una política permanente de negociación con Israel de probada inutilidad. Las guerras son malas, pero las componendas son peores. Fatah ha perdido credibilidad, y es lógico que otro tipo de organizaciones, como Hamas o la Yihad Islámica Palestina, hayan tomado el relevo de la resistencia.
Tras el ataque del 7 de octubre Fatah y la Autoridad Palestina de Abbas han brillado por su ausencia. Desde hace años es ampliamente criticado por los propios palestinos, acusado de corrupción y de complicidad con Israel.
Fatah se agotó en 1993 con la firma de los Acuerdos de Oslo y la creación de la Autoridad Palestina, que no ha conducido a un Estado palestino ni a ninguna otra parte. El constante avance de los asentamientos en Cisjordania ha socavado a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y demás herederos de Arafat. Su partido no renunció a la lucha armada; renunció a la lucha y reconoció al Estado de Israel. Desde entonces ejercen el papel de policía municipal de Israel en Cisjordania, pero los sondeos indican que si convocaran elecciones, Hamas las ganaría, lo mismo que las ganó en Gaza en 2005.
Ya no desempeñan el papel de movilización política que desempeñaron en el pasado, sino todo lo contrario. Desde el primer momento los palestinos de Cisjordania han salido a las calles para mostrar su apoyo a Gaza. Las manifestaciones han sido reprimidas violentamente tanto por Israel, con la detención de más de 4.000 personas, como por la Autoridad Palestina. Es lógico que haya sido acusada de colaboracionismo.
Los países imperialistas califican a Hamas como “terrorista” porque de esa manera la Autoridad Palestina queda como el único interlocutor presentable. Abbas es el único que se reúne con los gobiernos extranjeros y mantiene relaciones con Israel. Sobrevive políticamente no gracias al reconocimiento de su pueblo sino al de las grandes potencias, que va acompañado de los correspondientes fondos y subvenciones.
Abbas pronuncia declaraciones para tranquilizar a los imperialistas que ofenden a los palestinos. Aunque condena retóricamente el bombardeo israelí sobre Gaza, se adhiere a la legalidad internacional y renuncia a la lucha armada contra Israel. También afirma que la OLP es el único representante legítimo del pueblo palestino y que “las políticas y acciones de Hamás no representan al pueblo palestino”, una declaración que tuvieron que borrar ante las protestas en Cisjordania.
Donde las organizaciones laicas, como Fatah y la OLP, fracasan, las confesionales, como Hamas triunfan. Tras el ataque del 7 de octubre Hamas puede erigirse en el representante principal de la resistencia palestina. El último obstáculo es que abandone su carácter islámico para adoptar un tono más bien nacional.